
Con las recientes críticas del presidente, Donald Trump, y el pulso comercial iniciado por la Casa Blanca en mente, el Comité Federal de Mercados Abiertos de la Reserva Federal (FOMC, por sus siglas en inglés) iniciaba el martes una aséptica reunión de dos días, donde Jerome Powell y el resto de los siete funcionarios encargados de dictar el rumbo de la política monetaria estadounidense no moverán ficha.
Dejando el precio del dinero entre el 1,75% y el 2%, la Fed centrará su atención en recalcar que los riesgos económicos "parecen más o menos equilibrados" justificando así su próxima vuelta a la manivela monetaria prevista para el 26 de septiembre.
"Un cambio moderado sería añadir un por ahora a la afirmación de que las alzas graduales de tipos siguen siendo apropiadas. Sin embargo, a pesar de que Powell usa esta frase, vemos poco incentivo para que el comité modifique esta guía en su reunión de agosto", explica Andrew Hollenhorst, economista de Citi.
Sin embargo, el mercado también indagará en cualquier referencia que el comunicado del miércoles a las tensiones arancelarias y sus repercusiones. Mientras esta situación ha provocado vaivenes en los mercados, generado mayores costes entre algunas empresas y una tímida preocupación entre los miembros de la Fed, "hasta ahora no hay evidencia tangible, como un ajuste en las condiciones financieras o una caída en la actividad real, que sugiera que los riesgos para las perspectivas podrían virar a la baja", sentencia Ellen Zentner, economista de Morgan Stanley.
El propio Powell reconoció durante sendas comparecencias en el Capitolio que el comercio se ha convertido en un riesgo mayor, pero que "todavía no" se tiene en cuenta en las perspectivas. Aún así, desde Morgan Stanley estiman que la subida de septiembre será la última del año. "Las condiciones financieras en general, así como la curva de rendimiento, jugarán un papel importante en la decisión sobre subir o no en diciembre", señala Zentner.
Los rendimientos del bono a 10 años tocaban el martes el 2,96% mientras la economía avanzó un 4,1% en el segundo trimestre, su mejor ritmo en aproximadamente 4 años. En estas circunstancias, según el FedWatch de la CME, el 63,2% del mercado descuenta que esa cuarta subida de tipos sí acabará por materializarse dejando los tipos entre el 2,25% y el 2,50% pese a las críticas de Trump.
¿Es la Fed excesivamente optimista?
En un análisis elaborado por Wells Fargo Securities, el economista jefe de la institución, John E. Silvia, estima que entre 1992 y 2017, el banco central estadounidense mostrado un exceso de optimismo con sus proyecciones, sobre todo en lo que se refiere al crecimiento y la tasa de paro, pero se ha quedado corta en otras áreas, como la inflación.
Silvia señala que estos pronósticos son importantes porque, por un lado, el FOMC los utiliza para dictar sus decisiones monetarias. Por otro, el sector privado, y los inversores financieros, suelen tomarlos como referencia para establecer una radiografía de la marcha que tomará la economía a medio plazo.
"El optimismo ha aumentado con el tiempo y dejando de lado periodos de recesión, el FOMC nunca acertado con sus proyecciones una contracción del PIB o un avance ligeramente positivo", advierte Silvia.
Su equipo explica como entre 1992 y 2017 (excluidas las recesiones), los funcionarios sobreestimaron el crecimiento del PIB en un 52% de las ocasiones mientras que en lo que se refiere al desempleo, la brecha fue mucho mayor, del 91%. Desde la recesión de 2001, el FOMC ha sido excesivamente optimista con el crecimiento económico en un 75% de las ocasiones y ha subestimado la inflación en un 57% de sus proyecciones. "Bernanke y Yellen nunca pronosticaron un crecimiento del PIB por debajo del 2% fuera de una recesión", sentencian desde Wells Fargo Securities para justificar su tesis.
De hecho concluye avisando que la Fed peca de proyectar una evolución "prometedora" del crecimiento econónico y una inflación cerca de su objetivo, lo que satisfacería sobre el papel su doble mandato (pleno empleo y los precios en el 2%). Es por ello que Silvia y su equipo advierten sobre el exceso de optimismo procedente del banco central, que suele tener repercusiones en el sector privado, especialmente entre las instituciones financieras y los inversores.