
Hace cinco años, el Gobierno firmó, vía Ley de Desindexación, el acta de defunción del IPC. El Índice de Precios de Consumo, ese índice que acompañaba la economía española desde hacía décadas pasaba a mejor vida. Era culpable del "delito" tipificado con "pérdida de competitividad". En la misma rueda de prensa de presentación de la norma, la vicepresidenta y entonces portavoz del Gobierno, cifró hasta el nivel de culpabilidad del IPC: "Desde 1996 a 2008 el Índice de Precios al Consumo armonizado en España creció un 42%, catorce puntos porcentuales más que la zona euro".
Meses atrás, el Gobierno había dado luz verde a una ley laboral que daba la puntilla a los convenios sectoriales, históricamente ligados al IPC, y a un nuevo sistema para calcular la revalorización de las pensiones, que sustituía al tradicional indicador por un complejo índice que veladamente fijaba en un 0,25% anual la subida de por vida que se aplicaría a estas prestaciones. Con el IPC lejos de sueldos y pensiones, era más fácil separarlo de lo demás: alquileres, subvenciones, contratos públicos, etcétera. Y para ello, la Ley de Desindexación preveía sustituirlo por otro indicador: el Índice de Garantía de Competitividad, mucho más estable, que se podría aplicar a aquellos contratos que no tuvieran un índice de referencia.
El plan iba por buen camino y eso que al Gobierno se le traspapeló el desarrollo normativo y no lo aprobó hasta febrero de 2017. Pero los precios se mantenían sin grandes cambios y nadie echaba de menos al IPC. En 2013, la inflación fue del 0,3%, fue del -1,0% en 2014 y se situó en el 0% en 2015. En este contexto, cual diva de Hollywood venida a menos, el IPC tuvo que dejar lugar a un nuevo índice: era más moderno, evitaba los llamados efectos de segunda ronda y, sobre todo, iba a ayudar a que la economía española ganase competitividad.
El IGC se sitúa en el -1,35%
Cinco años después, el Instituto Nacional de Estadística sigue publicando mes a mes el índice sustituto, aunque a nadie le preocupa. Sus resultados casan poco con los del IPC. Por ejemplo, mientras el nuevo índice arrojaba una caída anual del 1,35% en febrero, el tradicional IPC apuntaba una subida del 1,1%. Pero esas diferencias ya dan igual, el IPC ha renacido de sus cenizas y lo ha hecho de la mano de los pensionistas.
Ya en 2016, la inflación fue del 1,6%, mientras que las pensiones subieron un 0,25%. Pero la recuperación aún era incipiente y no se oyeron quejas hasta que en 2017 se repitió la jugada. Era el momento de reivindicar el regreso del IPC. De momento, de forma transitoria, el acuerdo entre Gobierno y PNV para los Presupuestos prevé una subida del 1,6% para este año, en línea con la previsión de inflación de este ejercicio y también la revalorización con el IPC al año siguiente.
Mientras, al Pacto de Toledo le toca negociar cómo se revalorizan las pensiones a partir de 2020 y tanto PSOE como Podemos reclaman que se vuelvan a vincular al IPC. Habrá que ver si este resurgir del índice sólo afecta a las pensiones o si se contagia su retorno a salarios, subvenciones y al resto de la economía.
Repunte en los últimos meses
Sea de forma temporal o permanente, lo cierto es que la reaparición del IPC ha sido paralela a su aceleración en los últimos tiempos. En abril se situó en el 1,1% por la subida del petróleo. Este aumento lleva a Funcas a pensar que la tasa de inflación se elevará hasta situarse por encima del 2% en el verano, moderándose posteriormente. La previsión para la tasa interanual del diciembre se sitúa ahora en el 2% (dos décimas porcentuales más que en las previsiones anteriores), y la tasa media anual en el 1,7% (también dos décimas superior). De esta forma, se alcanzaría el mayor nivel de inflación al cierre del año en los últimos seis años.
De acuerdo con sus cálculos, la tasa media anual esperada para 2019 es del 1,4%, con una interanual en diciembre del 0,9%. En un escenario en el que el precio del petróleo continúa ascendiendo hasta los 90 dólares, la tasa media anual sería del 2% tanto este año como el próximo.
De confirmarse las previsiones de Funcas, la inflación de España volverá a superar la de la eurozona, ya que la Comisión Europea apunta a que el IPC de la eurozona se situará en el 1,5% este año y en el 1,6% el siguiente.