
En apenas año y medio, los sentimientos de los europeos han cambiado radicalmente al mirar a EEUU. Porque al otro lado del Atlántico ya no está su aliado más sólido y socio comercial, la principal economía del planeta en la que podían confiar para también dar alas al crecimiento en casa. Lo que ven es una Administración errática, capaz de dinamitar acuerdos internacionales e instituciones multilaterales para apuntarse puntos en casa. Y, por el camino, desestabilizar los mercados y el comercio global en un momento sensible. Y al timón de este viraje se coloca Donald Trump, cuyas decisiones, como la reforma tributaria o sus desmanes proteccionistas se acumulan hasta formar un "nexo nocivo", según el comisario de Asuntos Económicos, Pierre Moscovici.
"Uno podría pensar que, con amigos como Trump, ¿quién necesita enemigos?", dijo la semana pasada sin morderse la lengua el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, poco antes de que los líderes europeos discutieran cómo minimizar los daños del huracán Trump.
La Comisión tampoco se guardó palabras en las previsiones económicas de primavera. Señaló que la aceleración en la subida de tipos de la Fed, como consecuencia de su reforma fiscal, y el desajuste que podría causar en la cadena de suministros globales, por sus zarpazos proteccionistas, "podrían hacer descarrilar la expansión europea".
Antes de su llegada a la Casa Blanca, la fase de crecimiento que atravesaba la economía global tras la última recesión ya encaraba dificultades. La burbuja de los mercados, la deuda china, el enorme endeudamiento corporativo, y los temores sobre la normalización de la política monetaria pendían sobre gobiernos y empresarios.
Pero esta vez, unos y otros saben que apenas quedan trucos en la chistera para salir del agujero si se vuelve a caer. La deuda acumulada para salir de la última recesión no se ha digerido, y las autoridades monetarias no tienen ya recursos.
Decisiones muy nocivas
Trump amenaza con dar el golpe que eche abajo toda la porcelana. En apenas medio año, el estímulo fiscal de su reforma tributaria, los aranceles al acero y el aluminio y su disputa comercial con China, y la subida de los precios del petróleo provocada por su salida del acuerdo nuclear con Irán, una de las mayores reservas de petróleo y gas del planeta, golpean a la economía europea justo cuando su expansión muestra flato, tal y como reflejaron los datos hasta marzo.
En el BCE y en la Comisión insisten en que el crecimiento continúa siendo robusto, pero los riesgos han aumentado e incluso dentro de ambas instituciones empiezan a preguntarse si no estaremos acercándonos al final del ciclo. Porque, como algunos de los grandes inversores advirtieron el pasado enero en Davos, la siguiente recaída se espera en uno o dos años, máximo.
La economía europea es "muy vulnerable" porque depende mucho de la demanda externa, y el consumo interno "todavía sufre", explica Grégory Claeys, del centro de análisis Bruegel.
El primer golpe ya ha llegado con la subida del petróleo. La Comisión predijo un crecimiento para la eurozona del 2,3% y del 2% para este año y el que viene con el barril de Brent a 67 dólares. Este viernes superaba los 78 dólares, y los analistas esperan que se mantenga en esa franja o incluso siga subiendo. Aunque un euro robusto en relación con el dólar ayudará con la factura, el arañazo al crecimiento será visible. Desde el Ejecutivo comunitario evitan calcular el coste de momento. Volverán a revisar sus previsiones económicas en junio. Pero el golpe podría ser doloroso, sobre todo para los países más dependientes energéticamente como España. El Gobierno predijo que si el barril superaba los 75 dólares tendría un impacto negativo del 0,7% en el crecimiento, y hasta 150.000 empleos se perderían.
Las cosas se complicarán más a partir de junio si los europeos no consiguen una exención permanente de Trump a los aranceles. Si el acero y aluminio europeos son castigados, el bloque comunitario ya tiene su contraataque preparado (con tasas destinadas a vaqueros o zumo de naranja). Arrancaría una guerra comercial con el volcánico presidente estadounidense con final incierto.
Mientras, Estados Unidos y China van camino de colisionar tras la presentación de una serie de exigencias comerciales por parte de Washington que Pekín nunca aceptará. Si ambos gigantes se enzarzan en una batalla comercial en el terreno tecnológico se podría desestabilizar la cadena de producción mundial y agitar unos mercados que están a la espera de una chispa para estallar.
Flaco favor a sus socios tradicionales
Donald Trump aseguró ante la elite mundial de Davos en enero que "América primero no significaba América sola". Sin embargo, en medio año el presidente estadounidense se ha encargado de desatar una disputa comercial de escala planetaria con gigantes económicos como China y sus viejos aliados europeos. Al mismo tiempo, ha dinamitado el acuerdo con Irán para detener su programa nuclear, disparando los precios del petróleo y colocando en un limbo a docenas de grandes empresas europeas que hacen negocios con el país. Por último, su reforma fiscal servirá para relanzar el crecimiento estadounidense a corto plazo. No obstante, Bruselas y el FMI coinciden en que podría provocar que la Fed acelere la subida de tipos, lo que agitaría a los inversores e impactaría en el resto de bancos centrales en momento de dudas.