
La semana pasada, Pablo Hernández de Cos, Director General de Economía y Estadísticas del Banco de España, mostró con transparencia los retos a los que se enfrenta el sistema público de pensiones en España durante las próximas décadas. Sin drásticas caídas de la tasa de sustitución (pensión que se recibe como porcentaje del último salario), mayores cotizaciones sociales o un conjunto de ambas medidas, las pensiones son insostenibles.
Incluso si la tasa de paro cayera dramáticamente y la tasa de empleo alcanzase niveles insospechados, sería imposible mantener la generosidad actual. Sólo un milagro (migratorio) podría permitir que el sistema de pensiones mantuviese los rasgos de generosidad que hoy lo definen, y no parece que esto vaya a ocurrir.
Desequilibrios que crecen
Como destaca Hernández de Cos en la presentación expuesta al Congreso de los Diputados el pasado viernes, "las cuentas de la Seguridad Social registraron déficits crecientes a partir del año 2011 hasta alcanzar el 1,7% del PIB en el año 2016". El fondo de reserva (la hucha de las pensiones) se ha reducido en un 80% desde el pico de 2011, por lo que el margen para planificar nuevas reformas es escaso.
El gasto en pensiones se ha incrementado desde el 7,6% del PIB en 2008 hasta el 10,7% en 2016. El gasto en las pensiones contributivas se ha incrementado en porcentaje del PIB mientras que el ratio de ingresos ha sufrido "una ligera caída".
Por si esto fuera poco, teniendo en cuenta las previsiones demográficas del Instituto Nacional de Estadística, el gasto en pensiones crecerá en 4 puntos porcentuales para 2035 y en 11,6 puntos para 2016 como consecuencia de la transición demográfica, es decir, del envejecimiento de la población.
Ni el mejor escenario financiaría el sistema
Ni en el mejor de los escenarios posibles del mercado laboral sería posible cubrir el incremento del gasto en esta partida. Con una tasa de empleo del 80% (actualmente está en el 56%) y una tasa de paro del 6% en 2060, se podría minimizar el impacto de las pensiones en 6,7 puntos porcentuales, "esto es, como mucho en torno al 60% de las presiones demográficas". Sin nuevos recursos, las pensiones actuales seguirían siendo insostenibles.
El propio Hernández de Cos reconoce que esa tasa de empleo "constituye un objetivo ambicioso, ya que el envejecimiento de la población ejerce una presión a la baja sobre la tasa de actividad (en torno a 4 puntos porcentuales) y la de desempleo estructural es elevado".
La NAIRU (tasa de paro no aceleradora de la inflación o tasa natural de desempleo) es la tasa de paro que se considera como estructural y la que es constante con una inflación salarial constante con unas condiciones económicas determinadas.
Pues bien, la OCDE estima que esta tasa de paro en España es del 15,7%, por lo que para ver una tasa de paro del 6% sin que se produzcan grandes desequilibrios (como los vistos en 2007) se tendrían que hacer grandes reformas en el mercado laboral, de bienes y de servicios. Además, la tasa de ocupación no ha superado el 66% en España en los últimos 30 años, por lo que el objetivo del 80% parece un tanto fantasioso.
Bajo este contexto, Hernández de Cos destaca que "bajo la reforma de 2013 y en ausencia de recursos adiciones al sistema, el mecanismo de ajuste para asegurar la sostenibilidad del sistema de pensiones se produce a través de la tasa de sustitución".
La caída de esta tasa junto con una mejora de la tasa de empleo podría llevar a las pensiones a encontrar el equilibrio, pero se reducirá su generosidad en términos relativos. "De entre los países de la UE, España experimentaría una de las mayores caídas de la tasa de sustitución, pasando de la cuarta más elevada en la actualidad, a la novena más alta", destaca la presentación del director del Bde.
Como ya reconoció el Banco de España en una simulación hace unos meses en el trabajo 'El Sistema Público de Pensiones en España: Situación Actual, Retos y Alternativas de Reforma', la revalorización de las pensiones no sobrepasaría el 0,25% en ningún momento en el horizonte de la proyección (año 2040). En los primeros años, la revalorización se vería lastrada por la necesidad de corregir los déficits del sistema de pensiones generados a partir de la crisis y, posteriormente, por el incremento en el número de pensiones.
Según este ejercicio realizado por los economistas del BdE, se supone una tasa de inflación del 2% para casi todo el periodo. El PIB real crecería al 1,8% de media, lo que permitiría que el desempleo se redujese hasta el 7% en 2040-2045. Se presupone un crecimiento de la productividad del 1,5% por hora trabajada, mientras que se proyecta una fuerte aceleración del número de pensiones a partir de 2020 a medida que se vaya jubilando la generación del baby boom. Con estos datos, el cálculo muestra que "el factor sostenibilidad reduciría la pensión inicial en torno a un 7% en 2030 y un 12% en 2040".