
La Unión Europea y el Reino Unido han necesitado seis meses para situarse en la misma amplitud de onda. Pero finalmente ambos lados encaran una ronda negociadora, la cuarta, con posibilidades de avanzar más de lo conseguido hasta ahora.
El negociador jefe británico, David Davis, llegó ayer a Bruselas armado con el cambio de tono imbuido por la primera ministra británica,Theresa May, con su discurso del pasado viernes. "Esperamos que sea una semana atareada", dijo, frente a su homólogo comunitario, Michel Barnier, quien opinó que la intervención contuvo "un espíritu constructivo".
Sin embargo, en esta aproximación a cámara lenta entre ambas posiciones nada termina de llegar del todo. "La Unión Europea está ansiosa y deseosa de comprender mejor cómo el Reino Unido trasladará el discurso en posiciones negociadoras", dijo Barnier.
Hasta el jueves, los expertos procurarán definir la frontera terrestre con Irlanda, sin menoscabar la paz en el Ulster, blindar los derechos de los ciudadanos y perfilar cuánto deberá pagar Londres para liquidar sus cuentas pendientes con el bloque. Con tan solo 18 meses hasta la salida, Barnier insistió en que "este momento debería ser el de la claridad".
Al respecto, David Davies advertía de que "no hay excusa que se pueda interponer para el avance". Su beligerancia anticipa los problemas de la cuarta ronda, dada la "claridad" exigida por Barnier, incluso tras la comparecencia de la premier en Florencia.
Demandas de Europa
La demanda ha caído como una losa al norte del Canal de la Mancha, donde las garantías de May es lo máximo a lo que se puede comprometer, debido a la profunda división que todavía atenaza a su Ejecutivo. Así, si Barnier quiere más concreciones, Davis considera que Reino Unido ha mostrado "liderazgo y flexibilidad" suficientes como para permitir que las conversaciones pasen al momento de la verdad que le interesa a Londres: el de la negocación comercial.
Las posibilidades, escuchado el negociador jefe de la UE, son cuestionables, en el mejor de los escenarios. El bloque comunitario quiere saldar las cuentas y la factura se ha consolidado como el principal punto de fricción inicial, pero Londres apunta a que está para quedarse. Davis evidenció ayer dónde descansa el conflicto: Bruselas quiere resolver cifras ahora, pero el Gobierno británico está resuelto a que el volumen final se acuerde en paralelo a la definición de la nueva relación para evitar anticipar la guerra civil en casa.