
La preocupación de los inversores por una eventual victoria de la ultraderechista Marine Le Pen en las presidenciales francesas y por el hecho de que la candidata del Frente Nacional active su plan para romper el euro ha tensado esta semana el mercado de deuda. La rentabilidad del bono francés a 10 años volvió a escalar el viernes hasta el umbral del 1,05%, por encima del 0,987% en el que cerró la sesión anterior. Así, su prima de riesgo, que mide el interés adicional exigido a los bonos franceses a diez años respecto a los alemanes, subió hasta los 73 puntos básicos, seis más que la sesión anterior.
De fondo se encuentra la incertidumbre política que rodea al país y que el lunes llevó a su prima de riesgo a tocar su nivel más alto de los últimos cinco años, en los 76 puntos básicos. El bono francés es, de hecho, uno de las que más sufre este año, junto al de Italia. La rentabilidad de los bonos a 10 años de ambos países repunta 36 y 45 puntos básicos en 2017, fruto de la corrección que sufren sus precios. La referencia a 10 años gala provoca pérdidas del 3,43% al inversor en lo que va de año; y la italiana, del 3,95%.
Aunque en menor proporción, las ventas también se contagiaron el viernes al resto de la periferia. En lo que respecta al bono español, el interés exigido a su referencia a 10 años subió del 1,62 hasta el 1,70%, incrementándose la prima de riesgo con el alemán en siete puntos básicos, hasta los 138 puntos. Y ya genera minusvalías del 2,77% en el año por la caída de su precio. En el caso del portugués, su rendimiento se situó este viernes al cierre en el 4,11%, frente al 4,05% del jueves; y la pérdidas se elevan algo por encima del 3% en 2017.
Con este panorama, es decir, con la posibilidad de que se produzca un Frexit (un intento de abandono del euro por parte de Francia si gana Le Pen), puede decirse que nunca han confluido tantos riesgos para el euro como ahora. Sin embargo, y según los expertos consultados por elEconomista, la moneda única tiene mecanismos de defensa para sobrevivir a las presiones para inducir su división procedentes de los partidos antieuropeístas que pujan desde distintos países de Europa; las andanadas del presidente de EEUU, Donald Trump; y el más fuerte temor instigado por el plan de desmantelamiento del euro de Marine Le Pen.
Los tratados, la legalidad, los compromisos y contratos plurianuales ya firmados, y un Banco Central Europeo (BCE) que se mantiene en el whatever it takes, el famoso "haré todo lo necesario para sostener el euro" pronunciado por Mario Draghi en 2012 se erigen, según los analistas consultados, como salvaguardas para impedir la salida unilateral de un miembro de la divisa única, algo que, por otra parte, depararía un "escenario catastrófico" -en palabras del profesor del CEF Juan Fernando Robles- en el país saliente en forma de inflación desmesurada, deuda multiplicada y mermas de competitividad-precio, Estados de Bienestar insufragables y un empobrecimiento general y drástico de la población.
Dudosa viabilidad política
El plan de Le Pen para retomar la soberanía monetaria en Francia es firme y está muy bien armado, explica el investigador de Essex Javier Santacruz. Es una hoja de ruta muy cavilada y minuciosamente elaborada, pero para poder llevarla a cabo, Le Pen tendría que ganar las elecciones, y de momento las encuestas dan ganador en segunda vuelta a su rival del partido ¡En Marcha!, Emmanuel Macron.
Por otra parte, las presiones de partidos antieuropeístas de otros países de Europa -como AfD en Alemania o el Movimiento 5 Estrellas en Italia- son vistas por los expertos como insuficientes para volcar un cambio en la moneda única. "Los partidos antieuro no tienen una opción de Gobierno fuerte que les permitiera llevar a la práctica sus planes, y en el momento que formaran parte de una coalición, la ruptura del euro saldría de la agenda", explica Robles.
Sin consenso del club
Le Pen se daría la primera bofetada en el punto uno de su hoja de ruta, explica un analista de banca de inversión. La líder del Frente Nacional prevé convocar una cumbre de líderes europeos para solicitar la sustitución de la moneda única por una cesta de divisas similar al ECU que precedió al euro y la adopción en Francia de un nuevo franco con una banda de fluctuación del 20% sobre la nueva unidad monetaria europea. En esa hipotética cumbre, explica, descubrirá que no puede abandonar la divisa única sin el consentimiento unánime del club y toparía con la legalidad, con una necesidad de negociación para cerrar el divorcio, y la realidad de que no podría desmarcarse de los contratos firmados por la UE con terceros cuyo cobro esté pactado en euros.
Reformular la legalidad
"No puedes explicarle a China, a Arabia Saudí -ejemplifica el experto-, porque no te lo van a aceptar, que un contrato plurianual ya firmado no va a ser cumplido por todos los firmantes, ni pagado en la moneda pactada", prosigue. Y ahí viene otro de los escollos al plan de Le Pen: incluso en el caso de que lograra redefinir todos los contratos, nadie querría cobrar en una nueva moneda de valor incierto.
De ahí que el Brexit difiera radicalmente de un eventual Frexit (salida de Francia del euro), explican, ya que Reino Unido no comparte la moneda única y su marcha no implica la redefinición de todos sus contratos, sino meramente la negociación de un acuerdo de divorcio "en separación de bienes y no en gananciales".
El papel del BCE
Por otra parte, los expertos consultados destacan el papel clave de un BCE comprometido con sacar toda la artillería posible para salvar el euro, que actuaría de forma que el abandono de la moneda única fuera un escenario mucho más adverso que el de permanecer. Advierten, además, de que Francia tendría que liquidar sus reservas y débitos con el Eurosistema, lo que podría engrosar su deuda. Además, se producirían aumentos del coste de financiación durante el proceso ya que las primas de riesgo subirían.
Mensajes políticos
El debate que abren las aspiraciones de Le Pen resucita el mantra que surgió cuando Atenas se asomó al abismo del Grexit: "No se puede lanzar el mensaje de que el euro tiene puerta de entrada y salida". Y la diplomacia europea actuaría con contundencia para salvar su sacrosanto statu quo.
Además, advierten los expertos que Le Pen, en el caso que hoy parece descartable de ganar las elecciones e impulsar su plan, tendría también dificultades para explicar a sus votantes que su recuperación de la soberanía monetaria supone un ascenso brusco de la inflación, un empobrecimiento, una depauperación del Estado del Bienestar y una subida de los tipos de interés.
También en clave política, y según fuentes de Crédito y Caución, se percibe que el sentimiento de preservar intacta la eurozona por parte de sus Estados miembros se ha fortalecido significativamente desde la victoria del Brexit, aunque persista incertidumbre en torno a Grecia y las elecciones que aguardan en 2017 en Holanda, Francia y Alemania.
Proceso dificultoso
El profesor del IEB Miguel Ángel Bernal añade que una hipotética disgregación de la moneda única sería muy problemática, con cuestiones en la mesa como las barreras comerciales y los convenios de doble imposición, entre otras. Añade que traería riesgo de deslocalizaciones y problemas en las automovilísticas galas al estilo de los ya generados por Trump.
Recesión en menos de un año
Los expertos indican que el cúmulo de desajustes que supondría en Francia la adopción del nuevo franco francés inducirían una recesión en la economía gala, que se produciría rápidamente. Destacan la necesidad que tendría Le Pen de aplicar política monetaria restrictiva, con la consiguiente reducción del crédito y el aumento del paro, mientras sufriría el aumento de la factura energética.
En el improbable caso de que finalmente se rompiera el euro -cosa que descartan los analistas consultados, por más que el experto en Brexit Ted Malloch asegure que no durará más de 18 meses- y cada país retornara a su moneda original, los economistas analizan el caso español y -en un ejercicio de economía ficción- aseguran que nuestra economía caería en una severa recesión en menos de un año y retrocedería al pasado hasta el punto de revivir una situación que exigiría la adopción medidas del calado de los Pactos de la Moncloa.