Economía

¿Qué nos salva (de momento) de una subida de impuestos a los carburantes?

Imagen: getty

Los impuestos a los hidrocarburos lograron esquivar el paquete de medidas recaudatorias aprobado el viernes por el Consejo de Ministros. Mientras las subidas de tributos anunciadas penalizan el consumo de alcohol y tabaco, el Gobierno, por ahora, ha decidido no tocar el gravamen a la gasolina y el gasóleo. ¿Pero qué nos ha salvado de esa subida?

España tiene que reducir el déficit desde el 4,6% de 2016 hasta el 3,1% en 2017 y, para ello, el Ejecutivo ha decidido no tocar el gasto (mantiene el techo en 118.337 millones de euros para el año que viene, el mismo nivel que el ejecutado en 2016) por lo que el equilibrio en las cuentas pasa, necesariamente, por aumentar los ingresos. ¿Cómo? Subiendo los impuestos, pero no todos. El grueso de la recaudación (4.650 millones) vendrá de las modificaciones en el Impuesto de Sociedades. Otros 50 millones de euros procederán del repunte del 5% en el Impuesto del alcohol (que no afecta ni al vino ni a la cerveza), y 100 millones más de la modificación del Impuesto del tabaco para adaptarlo a la normativa europea.

Con todo, el Impuesto a los hidrocarburos se mantiene intacto. Pero, ¿por qué nos libramos de la subida de este tributo con gran poder recaudatorio? Cabe recordar que el Impuesto a la gasolina y el gasóleo es el que más ingresos reporta a las arcas públicas, por detrás del IRPF, el IVA y el Impuesto de Sociedades. En concreto, los ingresos por la venta de hidrocarburos (9.783 millones de euros en 2015, según datos de la Agencia Tributaria) suponen el 80% de lo que se recauda por impuestos Especiales (tabaco, alcohol, electricidad, carbón e hidrocarburos).

¿Es que no hay margen para subir el tributo a los carburantes? Nada más lejos de la realidad. De hecho, la carga fiscal que soportan los hidrocarburos en España es bastante inferior (57% para la gasolina y 53% para el gasóleo) a la media europea (65% y 59%, respectivamente). Sin embargo, en un escenario de repunte del precio del crudo tras el recorte de la producción anunciado por la OPEP y de impulso del consumo de gasolina a un ritmo del 3% y del gasóleo a un 2%, el Ejecutivo ha aparcado, de momento, la idea de incrementar el gravamen a los hidrocarburos para no penalizar el consumo.

¿Por qué? Uno de los motivos radica en la impopularidad de este tributo. "De entre todos los impuestos Especiales, el más impopular es el de hidrocarburos, ya que, en un país como España, en el que los precios son rígidos a la baja y flexibles al alza, el impacto de una subida del gravamen es mucho mayor que en cualquier otro país de Europa", considera el economista e investigador de la Universidad de Essex, Javier Santacruz.

A ello se suma, explica Santacruz, que las alternativas al coche son más limitadas (todavía el uso del transporte público no está al nivel del resto de Europa) y que España es muy dependiente del exterior energéticamente hablando. "Nuestra capacidad de refino es pequeña y la mayor parte del coste del litro de gasolina se nos va en costes externos que hacen que nuestra economía sea menos competitiva", advierte.

Aunque no se descarta que, finalmente, el ministro de Hacienda y Función Pública, Cristóbal Montoro, aumente la carga tributaria sobre esta partida en función de cómo evolucione el proceso de consolidación fiscal, hay que tener en cuenta que la propia escalada de los carburantes y de los productos ligados al petróleo elevará a su vez el Índice de Precios al Consumo (IPC), como recuerda el coordinador del departamento de Investigación del IEB, Miguel Ángel Bernal, lo que podría traducirse en una pérdida de competitividad de la economía española, al encarecer los procesos productivos, y golpearía el consumo de los hogares al crecer los precios por encima de los salarios y las pensiones.

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