
"No debemos olvidar que nuestros trabajadores son los más productivos del mundo, nuestras universidades la envidia del planeta, seguimos teniendo las mentes más brillantes, los emprendedores más creativos y los avances tecnológicos más innovadores de la historia", aseguraba el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, en enero de 2009. Por aquel entonces el testigo económico recogido por el demócrata al ocupar la Casa Blanca vino acompañado de la peor recesión económica desde la Gran Depresión, un turbulento seísmo del que aún quedan secuelas.
Más de siete años han pasado desde que la mayor economía del mundo tuviera que lidiar con una tasa de paro que llegó a pasar del 10 por ciento y una contracción del PIB que en 2009 alcanzó el 2,7 por ciento. A día de hoy el desempleo es bajo, muchos estadounidenses vuelven a sumarse a la masa laboral y los salarios comenzaron a crecer en 2015 a su mayor ritmo desde que el Censo recopila datos (más de cinco décadas).
"El presidente Obama heredó una economía deprimida y unos mercados financieros derrumbados, lo que ha permitido un rendimiento del 12 por ciento en la renta variable cuando ésta se ajusta a la inflación durante su mandato", explica Steven Wieting, estratega jefe global de Citi. "El próximo presidente no heredará un punto de partida en lo que al desempeño del mercado se refiere", añade mientras menciona el débil crecimiento económico actual.
Pese a todo, Obama se va a despedir de la Casa Blanca con un dato positivo, el 4,9 por ciento de paro que deja el mes de octubre tras la creación de 161.000 nuevos empleos.
Recuperación... a medias
De hecho, la cuarta recuperación económica más larga del país desde 1850 no se siente como tal. Con 94,1 millones de personas fuera del mercado de trabajo según el Buró de Estadísticas Laborales (BLS, por sus siglas en inglés) y más de cinco millones de empleos manufactureros destruidos desde comienzos de siglo, la productividad, el impacto de los avances tecnológicos y la globalización han hecho mella entre la clase media y trabajadora. "Una familia con dos ingresos vive en estos momentos peor que una familia con un solo ingreso hace una generación", reconocía la candidata demócrata Hillary Clinton durante un discurso ofrecido en el Centro para el Progreso Americano, donde señaló que uno de cada tres americanos con un crédito lidia con una agencia acreedora; el 70 por ciento de los estudiantes se endeudan nada más cumplir los 18 años; y se registraron más de 819.000 impagos el año pasado.
Dos programas opuestos
Clinton señaló con el dedo a las clases más acomodadas, el 10 por ciento, que entre 1980 y 2016 "se han llevado casi toda la riqueza creada, mientras que el 90 por ciento restante no se ha llevado casi nada". Si dejamos de lado asuntos polémicos, como la investigación sobre el uso de un servidor privado durante su periplo en el Departamento de Estado, Clinton ha presentado un plan económico bastante progresista. La presión de adversarios durante las primarias, como la del senador demócrata por Vermont, Bernie Sanders, se deja notar en medidas como la promesa de universidades públicas gratuitas, programa que abandera con Sanders; la expansión del programa de salud Medicare para jubilados hasta 55 años; o la promesa de subir los salarios mínimos hasta 12 dólares la hora.
La exsenadora busca un fondo de inversión pública en infraestructuras por valor de 275.000 millones de dólares, que puede ampliarse hasta los 500.000 millones con ayuda privada y que podría crear hasta 6,5 millones de empleos hasta 2021. Para costear este programa cobrará a los más ricos una tasa del 43,6 por ciento y elevará al 65 por ciento los impuestos a pagar sobre herencias.
Un mensaje que en ocasiones chirría y en otras no dista del de su adversario republicano, Donald Trump, quien su lema Hacer América Grande de Nuevo se apoya en reducciones de impuestos y una simplificación del código tributario en tres escalas (del 12, del 25 y del 33 por ciento), políticas proteccionistas, inversiones en infraestructuras (500.000 millones de dólares en cinco años) y la revisión de la regulación energética del país que permita recuperar parte de los empleos perdidos durante los vaivenes que sufren los precios del crudo y frenar los recortes de empleo que se están produciendo dentro de la industria del carbón.
"Propongo una reducción de los impuestos sobre la renta, especialmente para los estadounidenses de ingresos medios. Permitirá la creación de millones de trabajos nuevos y realmente bien pagados. Los ricos pagarán su parte, pero nadie pagará demasiado para no destruir empleos o socavar nuestra capacidad como nación para competir", sostuvo el empresario durante un discurso.
Nubes en el horizonte
Recetas que en el caso de ambos candidatos serán difíciles de implementar, si tenemos en cuenta que según los economistas de J.P Morgan existe una de tres probabilidades de una recesión el año que viene. Las posibilidades aumentan aún más cuando miramos más allá de 2017 en un momento en que la Fed se prepara para subir tipos y los riesgos externos, como el Brexit o la oleada de elecciones que se avecinan en el mundo, pueden desestabilizar una economía global donde la demanda aún permanece muy débil.
"De cara a 2017 y más allá es importante tener en cuenta que la Fed ha rebajado sus expectativas y sólo observa dos o tres subidas de tipos, lo que reduce la magnitud de la divergencia política con otros bancos centrales, algo que se notará en el dólar", explica Ian Gordon, estratega de Bank of America Merrill Lynch en Nueva York. Dicho esto no descarta que "un estímulo fiscal agresivo por parte del gobierno podría forzar a la Fed a subir tipos mucho más rápido", añade. Gordon tampoco obvia que cambios en el código tributario inciten a las multinacionales a repatriar hasta 400.000 millones de dólares y proyecta que el PIB se expandirá a un 2,1 por ciento mientras que la inflación será del 2,5 y el déficit se situará en el 3,2 por ciento del PIB.
Previsiones que suponen una ligera mejora con respecto al ejercicio en curso. Pese a que el PIB creció un 2,9 por ciento en el tercer trimestre, el FMI estima que EEUU crecerá este año a su menor nivel desde la Gran Recesión. De hecho, la recuperación económica, pese a ser una de las más prolongadas en el tiempo, es también una de las más decepcionantes. Entre 2013 y 2015, la actividad económica se expandió una media del 2,2 por ciento.
?Normalmente cuando una recesión termina deberíamos ver una recuperación media del 5 por ciento", apunta Beth Ann Bovino, economista jefe de S&P Global Ratings, quien señala que quizás 2nunca volvamos a ver" este ritmo de crecimiento.