La economía británica continúa dando muestras de resiliencia ante el terremoto generado el 23 de junio con la confirmación del Brexit. Tres meses después del referéndum, a corto plazo hay una clara certeza: los terribles augurios anticipados por Gobierno, Banco de Inglaterra y analistas en general no se han materializado y sectores de referencia como el gasto del consumidor, el mercado laboral o la vivienda continúan sin emitir acuse de recibo al resultado de las urnas.
El saldo en positivo, sin embargo, encierra el riesgo de la complacencia. Si algo ha caracterizado este trimestre de revoluciones políticas y cambio de Ejecutivo es que todas las incógnitas previas al plebiscito permanecen. En consecuencia, aunque la economía puede congratularse por su buena salud, resulta innegable que, de momento, no ha habido cambios significativos, más allá de la noción de que el Brexit deberás ser una realidad.
Por ello, tanto autoridades de estadística, como economistas, mantienen su llamamiento a la precaución para evitar alcanzar demasiadas conclusiones ante la positiva evolución del paro, de los servicios y de una industria inmobiliaria que parece continuar inmune.
Llamamiento a la prudencia
El economista jefe de la Oficina Nacional de Estadística es el primero que ha reconocido que, "de momento, el referéndum no parece haber tenido un gran efecto" sobre las cifras de referencia, que mantienen la tendencia previa a la histórica consulta, pero también constituye una de las voces autorizadas que apelan a recordar que "los efectos a largo plazo están por ver".
Con todo, en el día a día al norte del Canal todavía luce el sol, por lo que la OCDE ha mejorado las previsiones para este año, sobre todo porque considera que la rápida intervención del banco central, tanto a la hora de tranquilizar a los mercados como en su disposición a explotar la heterodoxia monetaria, ha permitido amortiguar el golpe del pasado 23 de junio.
El año que viene, no obstante, será el que marque tendencias y para la OCDE, éstas serán decepcionantes, una vez el arranque del divorcio haga patentes las dificultades de una separación amigable.
El consenso mayoritario en Reino Unido asume que ésta será la gran batalla de la negociación e, indudablemente, la que mayor influencia ejerza sobre la economía. Elementos clave como la fortaleza de la libra, o la continuidad de Londres como centro neurálgico de las finanzas dependerán del sentido de la ruptura: la considerada "dura", que implica perder el pleno acceso al mercado común, tendría serias consecuencias sobre la balanza comercial británica y, crucialmente, sobre las opciones de la City de mantener el actual músculo, sobre todo si las 5.500 firmas financieras que dependen de los denominados "derechos financieros" pierden el gran as del que disfrutan para operar con el continente.
También la sostenibilidad del Estado podría verse afectada, sobre todo, después de que ayer trascendiese que el préstamo continúa siendo superior al previsto: en lo que va de año la caída ha sido del 12,7%, casi la mitad del 23% marcado para todo 2017.
640.000 electores
La suerte del Laborismo está echada. Tras un año de discrepancias por el acceso de Jeremy Corbyn al liderazgo, el desafío a su continuidad clausuró ayer un capítulo, con el cierre de la votación de un censo de 640.000 electores para decidir el futuro de la izquierda británica.
Pese a haber perdido el apoyo del Grupo Parlamentario, Corbyn se dirige a paso firme a una polémica reelección.