
A poco más de dos meses para que Hillary Clinton y Donald Trump conozcan el veredicto de las urnas, ambos aspirantes a ocupar la Casa Blanca el 7 de noviembre siguen atentos la marcha de la economía. En la primera mitad del año, el PIB del país no ha conseguido sobrepasar un crecimiento de más del 1% y mientras el mercado laboral se fortalece, atisbando ya el pleno empleo, el próximo presidente tendrá que enfrentar serios retos, como la caída de la productividad y la atonía de la demanda global.
"Con la economía de EEUU todavía débil, cualquier ralentización en el exterior pasaría factura en la creación de empleo y haría más difícil que el país alcance el pleno empleo", advierte Jay H. Bryson, economista de Wells Fargo Securities, quien señala la atonía global como factor que ha lastrado el crecimiento del PIB estadounidense. Bryson recuerda que si la producción industrial mundial cede un 1%, su efecto sobre la mayor economía se nota, al borrar 0,3 puntos porcentuales de su crecimiento.
Pese a los extraordinarios estímulos del Banco de Japón y el Banco Central Europeo, que han llevado los intereses sobre sus depósitos hasta terreno negativo, el avance en la actividad económica de Japón y la UE no es suficiente para incrementar la demanda mundial y apuntalar la recuperación. Al su vez, economías emergentes como China se enfrentan a un ajuste todavía no exento de producir shocks mientras otras, como Brasil, luchan por abandonar la recesión.
El Fondo Monetario Internacional ya urgió la semana pasada a los países del G20 progresar en su objetivo de elevar el PIB mundial un 2% adicional para 2018. Así, volvió a apostar por las políticas monetarias y fiscales como fórmulas "para apoyar el crecimiento a corto plazo". Incluso la presidenta de la Reserva Federal, Janet Yellen, hizo referencia "al importante papel" de las herramientas fiscales para garantizar la estabilidad cíclica de la economía, siempre que se "garantice la sostenibilidad fiscal a largo plazo".
Inversión en infraestructuras
Conscientes de que la Fed pretende seguir adelante con su normalización monetaria, tanto Clinton como Trump han mostrado su apoyo a los estímulos fiscales. A comienzos de agosto, Trump presentó un plan de inversión en infraestructuras de 500.000 millones de dólares como paliativo para crear puestos de trabajo y cubrir la necesidad real de mejorar carreteras y puentes, entre otras obras públicas. Clinton también incluye en su hoja de ruta económica una inversión de 275.000 millones durante los próximos cinco años.
"Una victoria republicana en la Casa Blanca, el Senado y la Cámara de Representantes podría resultar en recortes de impuestos a gran escala, una reforma del impuesto de sociedades, incluyendo un periodo de exención fiscal para la repatriación de beneficios y el incremento del gasto en infraestructura", estima Ralph Axel, estratega de Bank of America Merrill Lynch. Si el partido de Trump hiciera triple probablemente compensaría estos gastos con la derogación del Obamacare, para neutralizar el impacto presupuestario a largo plazo. Según Axel, la repatriación de beneficios podría alcanzar los 440.000 millones de dólares.
Si por el contrario fueran Clinton y los demócratas los que lograsen controlar el Despacho Oval y el Capitolio (recordemos que el 8 de noviembre los legisladores se enfrentan a las urnas) también "se garantizaría un paquete de estímulo fiscal, pero su composición sería distinta", señala Axel. En este caso, se incrementaría el gasto público, especialmente en infraestructuras, pero se financiarían estos planes con subidas de impuestos entre las rentas más altas y la empresas.
Pero incluso aunque se produzca una división ideológica entre la Casa Blanca y el Capitolio, como ocurre en la actualidad, los economistas de Bank of America estiman que una victoria de Clinton y un Congreso republicano "proveerá un modesto estímulo a través de un incremento en el gasto en infraestructura que podría impulsar el crecimiento en 0,1 puntos porcentuales el año que viene". Un escenario que se repite en el caso de que sea Trump quien tenga que lidiar con una Cámara de Representantes y un Senado demócrata.