Economía

Trump quiere convertir el Kennedy Center en el Melania Trump Ópera House y cambiar el arte woke por el patriótico

  • Anuncia los homenajeados de la ceremonia anual del Kennedy Center: Stallone, Kiss y Gloria Gaynor
  • La gala de este año, prevista para el 8 de diciembre, promete cifras récord de audiencia

Cada presidencia tiene su propia corte de celebridades. Y aunque George Clooney o Taylor Swift pretendan que los escenarios son territorio demócrata, no es cierto. Desde John Wayne o Gary Cooper a Elvis Presley (loco por Nixon) hemos visto grandes del cine o el rock rendidos al republicanismo. Eso sin recordar de dónde salió Ronald Reagan.

Ahora Trump anuncia los homenajeados de la ceremonia anual del Kennedy Center: Sylvester Stallone, leyenda de Rambo y Rocky; la banda de rock Kiss; el "rey" del country George Strait; y Gloria Gaynor, voz inmortal del clásico disco I Will Survive. ¿Alguien duda de que un presidente que amenaza con quedarse Groenlandia o con hacer de Gaza un resort sea capaz de cambiar el nombre del Kennedy Center por el de Melania Trump Ópera House? La idea está en la mesa. Pero hay más.

En palabras del mandatario, la selección de artistas avanzada esta semana es "la piedra angular de un renacimiento cultural conservador" y una declaración de guerra contra lo que él define como "la cultura woke de Hollywood". El anuncio, transmitido en horario de máxima audiencia, mostró un Kennedy Center transformado en escaparate de símbolos patrióticos, luces rojas, blancas y azules y un dispositivo de seguridad propio de una cumbre internacional.

La ceremonia, que reconoce a artistas con contribuciones sobresalientes a la cultura estadounidense en música, teatro, danza y cine, se celebrará a principios de diciembre y será transmitida a nivel nacional. Este año, Trump ejercerá de anfitrión: se ha auto elegido para presidir el consejo del Kennedy Center, después de destituir a toda su junta anterior.

Entre la alfombra roja y la retórica

Durante el anuncio, Trump dedicó comentarios personalizados a cada galardonado. A George Strait lo llamó "buen mozo"; de Kiss insinuó que podrían actuar antes de la ceremonia televisada; y a Gaynor la celebró como «una voz increíble» que "mejora cada vez que la escuchas".

El momento más emotivo lo reservó para Stallone, a quien describió como "un verdadero luchador» y recordó cómo consiguió el papel de Rocky cuando «nadie más tenía el físico de un boxeador". Entre bromas, señaló que él mismo figura en el Paseo de la Fama de Hollywood y prometió que "el año que viene honraremos a Trump".

El uso simbólico de estas ceremonias tiene precedentes claros. Durante la era de Barack Obama, el Kennedy Center se llenaba de figuras como Paul McCartney, Meryl Streep, Bruce Springsteen u Oprah Winfrey, en un ambiente que proyectaba diversidad e inclusión. Beyoncé y Jay-Z eran habituales en las cenas de Estado, y la Casa Blanca se convertía en escenario de conciertos y lecturas poéticas.

Trump ha optado por una corte de celebridades distinta, nutrida de íconos del entretenimiento popular que conectan con la nostalgia de una América que él añora. Su mezcla de rock clásico, country y música disco plantea un canon cultural alternativo, con guiños al espectáculo masivo y a la estética del esfuerzo.

En su primer mandato, Trump boicoteó estos premios tras el rechazo de varios artistas. Ahora, de nuevo bajo su control, ha recuperado el evento y lo ha rediseñado. Planea eliminar la iluminación arcoíris exterior, que será sustituida por los colores de la bandera estadounidense, y ha sugerido al Congreso renombrar el edificio como TrumpKennedy o Melania Trump Opera House.

En redes, ya ha dejado claro que quiere "menos espectáculos de drag queens" y "más producciones de calidad como Los Miserables". Según él, el Kennedy Center debe recuperar "el glamour y el lujo" que, afirma, se perdió con «la politización izquierdista» de eventos como los Óscar.

Entre el show y la política

Trump mezcló referencias a The Apprentice con su papel presidencial para justificar su presencia como maestro de ceremonias. "¿Sois tontos? Soy el presidente de Estados Unidos. Pero dicen que con eso suben las audiencias, así que lo haré", bromeó.

Para sus críticos, su implicación es una muestra más de la fusión entre política y marca personal. Para sus partidarios, es una estrategia para devolver relevancia a instituciones culturales alejadas del gran público.

El mensaje en las canciones

La elección de Gaynor y la mención a Y.M.C.A. de Village People —himno que fue recurrente en sus mítines— revelan cómo lo popular se convierte en herramienta política, incluso cuando sus orígenes están ligados a contextos alejados del conservadurismo.

Con Stallone y Kiss, abraza el imaginario de la lucha y la rebeldía. Con Strait y Gaynor, añade géneros que han atravesado generaciones. Todo ello envuelto en un marco de símbolos patrios y discursos que refuerzan su narrativa de "recuperar América".

Expectativas y controversia

La gala de este año, prevista para el 8 de diciembre, promete cifras récord de audiencia. En un clima de polarización política y precampaña electoral, el Kennedy Center se convertirá en escaparate de la versión cultural del proyecto de Trump. La comparación con la era Obama será inevitable: de Beyoncé cantando en la Casa Blanca a Kiss sobre el escenario del Kennedy Center, el contraste refleja dos visiones culturales que difícilmente podrían estar más enfrentadas.

WhatsAppFacebookTwitterLinkedinBeloudBluesky