
El impacto de la inmigración sobre el mercado laboral, el PIB per cápita, los salarios o las finanzas públicas es un tema controvertido que no para de ganar protagonismo a todos los niveles. Parece evidente que la llegada de extranjeros ayuda incrementar el PIB en términos agregados en todas las economías (como muestra el BCE aquí): una mayor población, por poco que consuma y produzca (trabaje) incrementa el tamaño de la economía. Donde no existe tanta claridad en su impacto en la renta per cápita o en los salarios. Sin embargo, nuevos trabajos centrados en España y su mercado laboral están revelando que la inmigración contribuye al crecimiento del PIB per cápita (algo positivo y que es un resultado un tanto inesperado), aunque no por incrementos de la productividad (que sería lo óptimo) o de los salarios reales, sino por aumentos de la tasa de empleo. Esto que parece complicado tiene una sencilla explicación.
Un buen ejemplo es el último dato de la Encuesta de Población Activa (EPA) publicado esta semana. Nunca hubo tanta gente trabajando en España, decía el ministro de Economía Carlos Cuerpo. Y es verdad, la ocupación está en máximos y la tasa de empleo ha alcanzado el 68,3%, unos niveles históricamente altos, con más de 22 millones de ocupados, un auténtico récord. La inmigración está directamente relacionada con ambos fenómenos. Población joven que entra en un momento expansivo de la economía, en un sistema productivo que es una máquina de crear puestos de trabajo poco cualificados y de bajo valor añadido que son ocupados por muchos de estos inmigrantes. El resultado es una economía que crece de forma extensiva (añadiendo factores de producción), pero que hace poco o nada por mejorar la vida de las personas.
Por otro lado, los salarios de los trabajadores menos cualificados sufren la presión de la llegada de inmigrantes (que compiten por el mismo tipo de empleo), mientras que la productividad también se puede ver lastrada por la mayor creación de empleo, precisamente, en esos sectores de bajo valor añadido y poca cualificación. Las empresas ven una oportunidad para contratar a una mano de obra abundante y 'barata' en lugar de invertir más en capital. El resultado es una economía que crece de forma 'vasta' pero sin generar mejoras tangibles en el conjunto de los empleados, en los salarios reales y en la productividad.
El gran ejemplo de España
"En España, el crecimiento de la población extranjera ha sido una de las transformaciones socioeconómicas más notables de las últimas décadas: pasó de 800.000 personas en 1990 (alrededor del 2% de la población), a cerca de 9 millones en 2024, lo que representa el 18,5% del total. Este aumento tan pronunciado, en el que España es un caso extremo, ha suscitado un amplio interés en la literatura económica, tanto para entender sus causas como para analizar sus consecuencias", explica Ismael Gálvez-Iniesta, profesor en el Departamento de Economía Aplicada en la Universitat de les Illes Baleares (UIB) en el trabajo 'Inmigración y mercado de trabajo: revisión y evidencia para España'.
España es uno de los países desarrollados con mayor porcentaje de población inmigrante: casi uno de cada cinco residentes ha nacido fuera del país. Este fenómeno ha provocado una de las transformaciones socioeconómicas más notables de las últimas décadas, y su impacto sobre el empleo y los salarios de los trabajadores nativos ha sido objeto de intenso debate académico, explica el experto de Fedea.
La teoría económica tradicional considera la inmigración como un shock de oferta laboral. Según este marco, un incremento de trabajadores, sin un ajuste paralelo en el capital productivo, podría generar presión a la baja sobre los salarios. Como explica Gálvez-Iniesta, "la inmigración genera un excedente que provoca una ganancia neta para los propietarios del capital (empresarios), pero a costa de una caída en los ingresos de los trabajadores nativos".
Impacto difuso en los salarios
Otro elemento clave es la heterogeneidad de los trabajadores. La inmigración tiende a concentrarse en empleos de baja cualificación, por lo que los efectos sobre los salarios son desiguales. "Los nativos con habilidades similares a las de los inmigrantes tienden a competir directamente por los mismos empleos, lo que puede presionar a la baja sus salarios", indica Gálvez-Iniesta. Por el contrario, los trabajadores nativos de alta cualificación pueden incluso beneficiarse, ya que su productividad se ve reforzada por la complementariedad con mano de obra inmigrante.
De este modo, "la mayoría de los estudios estructurales que usan datos españoles encuentran que, si bien la inmigración puede ejercer cierta presión sobre salarios y empleo en grupos específicos, especialmente en trabajadores menos cualificados, los efectos agregados suelen ser moderados o incluso positivos", señala el experto de Fedea.
Además, la rigidez salarial típica de muchos países europeos, incluida España, impide que los sueldos se ajusten libremente ante un aumento en la oferta de trabajo. Esto hace que el ajuste recaiga en el empleo. "En este contexto, el impacto de la inmigración en el mercado laboral resulta más complejo: la caída salarial se modera, pero ello ocurre a costa de ajustes en las cantidades, es decir, el empleo", señala el autor.
Si el impacto sobre los salarios es a la baja o difuso, ¿por qué aumenta el PIB per cápita? La respuesta más sencilla es porque hay más gente trabajando y, por ende, produciendo. Aunque cada nuevo trabajador produzca lo mismo o menos que la media de los que ya estaban trabajando, la producción total aumenta, al igual que el porcentaje de personas trabajando respecto al total de la producción. El resultado es que al dividir el PIB entre toda la población se genera este crecimiento del PIB per cápita
Impacto negativo en la productividad
El Banco de España explica en un paper reciente que "en lo relativo a los canales a través de los cuales se articula la contribución de los extranjeros al crecimiento del PIB per cápita entre 2022 y 2024, el más relevante es la tasa de empleo, que explica gran parte del efecto total. El factor demográfico también tiene una aportación positiva, aunque más modesta en comparación con la de la tasa de empleo. En lo que se refiere al factor asociado a la jornada laboral, los extranjeros también exhibirían una pequeña contribución positiva desde el final de la crisis financiera. En cambio, la contribución de estos al crecimiento del PIB per cápita a través de su influencia en la evolución de la productividad por hora sería negativa, como en períodos expansivos previos".
De modo que la inmigración tiene un impacto en los salarios a la baja o difuso (también desigual) en el mejor de los casos. Al mismo tiempo impacta de forma negativa en la productividad, pero incrementa el PIB per cápita y puede generar otras mejoras en la vida de los nativos a través de diferentes canales (ocupan trabajos que los nativos no quieren, aunque si demanden los bienes que se producen en esos trabajos).