Economía

A China se le da muy bien 'copiar' a Occidente, pero inventar es otra cosa: "Ya hemos visto esta historia antes"

  • China ha logrado un crecimiento económico bestial imitando a Occidente
  • Su modelo ha sacado de la pobreza a cientos de millones de chinos
  • Ahora llega lo difícil: innovar e inventar para seguir creciendo y prosperando

El milagro económico de China es incontestable. Nunca antes un país tan grande y con tanta población había crecido de ese modo. El ritmo de crecimiento anual del Producto Interno Bruto (PIB) de China desde 1970 ha sido milagroso, con un promedio de crecimiento anual superior al 9% desde 1978, cuando comenzaron las reformas económicas. En las décadas posteriores, China experimentó un crecimiento económico sin precedentes para un país tan grande, hasta convertirse en la segunda economía más grande del mundo. Parte de ese crecimiento se debe a unas políticas que parecen obvias y fáciles, pero que no resulta sencillo llevar a cabo (prueba de ello son esas decenas de países que no salen de la pobreza o que incluso siendo ricos se empeñan en aplicar políticas de dudosa eficacia que han fracasado en otros países): China 'copió' e imitó todo lo que había funcionado en los países avanzados con gran astucia, apoyando a sectores y empresas clave que impulsaron el gran milagro económico. La gran pregunta es ¿qué pasa cuando ya no puedes copiar porque de repente eres un país puntero a nivel tecnológico? Entonces toca inventar... y eso parece un poco más difícil. China no es el primer caso en la historia ni será el último... como señalan los economistas de Capital Economics, "ya hemos visto esta historia antes".

Durante décadas, China logró impulsar su productividad imitando la tecnología y las técnicas usadas en el extranjero. El país aprovechó su lejanía respecto a la frontera tecnológica (era un país principalmente agrario y subdesarrollado) para crecer 'copiando', adaptando y abaratando procesos ya inventados. El plan parecía sencillo para una economía dirigida desde Pekín: aprovechar una mano de obra barata y abundante para adquirir en los mercados internacionales la maquinaría, tecnología y técnicas que ya existían y hacer lo mismo que hacen otros, pero más barato. En unos cuantos años, el mundo quedó inundado con el conocido 'Made in China' (parecía que todo estaba hecho en China). La estrategia ha sido un éxito rotundo: China ha multiplicado su PIB per cápita por más de 40 desde 1980 hasta hoy, pasando de ser una economía muy pobre, con un PIB per cápita de poco más de 300 dólares, a ser un país que está a punto de entrar en el mundo desarrollado si no lo ha hecho ya con una renta per cápita de más de 13.000 dólares. Tal ha sido su crecimiento que incluso los chinos que ya llevaban tiempo viviendo en España han empezado a volver a su país.

La etiqueta que ha inundado el mundo. Foto de Dreamstime.

Un plan sin fisuras (ha sacado de la pobreza a cientos de millones de personas), que ha permitido a China crecer a lo bestia y disparar su productividad (también los salarios) hasta que ha llegado a la frontera tecnológica. Ahora, para seguir creciendo a un ritmo elevado y mantener viva la productividad ya no vale con copiar lo de fuera, puesto que China está muy cerca de los niveles tecnológicos punteros o incluso los ha superado en algunos sectores. Ahora toca inventar (inventar bien) o morir. Por ahora, el resultado está siendo que muchas empresas y sectores han empezado a gastar cantidades ingentes de dinero para obtener resultados mediocres. Inventar no es tan fácil como copiar... ni tan barato.

Planes dirigidos desde Pekín

"China está llevando a cabo costosas políticas para lograr el liderazgo tecnológico global mediante el uso masivo de su política industrial", según Capital Economics, pero "el crecimiento de la productividad en el sector manufacturero se está debilitando". El camino hasta la cima ha sido exitoso, el problema es que una vez alcanzada la cima las empresas no saben cómo seguir escalando. La inversión para mejorar la productividad y los bienes producidos es grande y el resultado incierto. Cuando todo era 'copiar' siempre se iba con la certeza de que el resultado iba a ser una mayor productividad y bienes más sofisticados y últimos respecto a los anteriores. Ahora, cuando hay que innovar, la inversión a veces no da frutos y sí muchos quebraderos de cabeza. Aunque una parte de las empresas chinas ya operan en la vanguardia o cerca de ella, "la estrategia está fracasando" en el objetivo principal que marcó el propio Xi Jinping: elevar de forma amplia la productividad.

Un buen ejemplo se ha podido ver en los últimos días. Todos los telediarios de España han reproducido unas imágenes de decenas de robots jugando al fútbol torpemente en un torneo organizado por China. Estos robots han podido costar miles de euros o incluso cientos de miles de euros (sumando investigación, pruebas...), pero por ahora su única utilidad es simular una versión 'ridícula' de un partido de fútbol. Esto no quiere decir que los esfuerzos sean en balde, puesto que esos robots pueden ser el principio de algo mayor y más útil para la sociedad. Pero hasta el momento, el resultado ha sido una inversión cara que no ha impactado en la productividad.

"China está impulsando un liderazgo tecnológico mediante la implementación de una política industrial a gran escala. A juzgar por la competitividad actual de muchas empresas chinas, el esfuerzo está teniendo éxito en muchas áreas. Sin embargo, según Xi Jinping, la clave del éxito reside en si se está impulsando un aumento generalizado de la productividad. En ese sentido, la estrategia está fracasando. El crecimiento de la productividad se ha debilitado en el sector manufacturero. Cada vez hay más pruebas de que la política industrial es en parte responsable", sentencian los expertos de Capital Economics.

La política industrial fracasa

Este estancamiento se produce precisamente desde que la política industrial se convirtió en la gran protagonista. Las subvenciones, exenciones fiscales y el apoyo estatal han permitido crear campeones nacionales como BYD, pero también han generado "un despilfarro generalizado y algunos resultados perversos: empresas fracasadas que se mantienen con vida; firmas improductivas que se expanden a nuevos sectores". Capital Economics advierte que estas políticas "han acabado por ahogar la productividad en su conjunto", a pesar de éxitos concretos muy sonados.

No obstante, este estancamiento también coincide con el punto en el que China ha tenido que pasar de 'copiar' a 'inventar'. En los años 80, 90 y 2000, la política industrial, aunque menos intensa, también estaba presente y lograba importantes éxitos, como sucedió en Corea del Sur o Japón. Dirigir los esfuerzos a sectores con gran margen de mejora y en los que solo había que calcar las técnicas y la maquinaria que usaba Occidente fue clave para el despegue de China. Hoy, esas mismas políticas ya no funcionan igual o no tienen sentido en sectores donde China está cerca de la frontera tecnológica.

Es más, los últimos éxitos del país no han llegado de la mano de la política industrial intervencionista, más bien de la 'mano invisible' de los mercados. El caso de DeepSeek ilustra otra vía: la innovación florece cuando "el Estado se mantiene al margen". Esta firma emergente superó a gigantes estatales en inteligencia artificial sin apenas recibir ayudas. El diagnóstico es claro: "La política industrial puede ayudar en algunos casos, pero el efecto global de estas políticas es adormecer el crecimiento de la productividad en el conjunto de la economía".

Siguiendo su trayectoria actual, China alcanzará su objetivo de convertirse en líder mundial en tecnologías clave, pero no logrará lo que Xi Jinping ha establecido como objetivo clave: un aumento sustancial de la productividad total de los factores y, por ende, de la riqueza por habitante en China. "Ya hemos visto esta historia. Japón se encontraba a la vanguardia tecnológica en diversos sectores en la década de 1980 (después de haber calcado a Occidente y generar también importantes controversias)... En aquel entonces, se creía ampliamente que la política industrial japonesa había sido un catalizador importante de este éxito. Análisis posteriores sugirieron que no fue así. Al igual que en China ahora, las políticas fueron concebidas por sus arquitectos para apoyar la innovación", explican desde Capital Economics.

Desde el Financial Times señalan en un extenso reportaje que pese a ser una superpotencia industrial y la segunda mayor economía del mundo, China sigue enfrentando numerosos "cuellos de botella" tecnológicos que le impiden alcanzar la autosuficiencia total en sectores clave. Estos cuellos de botella abarcan desde semiconductores avanzados hasta componentes menos conocidos como rodamientos de precisión, fibras de carbono o evaporadores al vacío, todos esenciales para industrias estratégicas.

El presidente Xi Jinping ha lanzado un mensaje claro en favor de la autosuficiencia industrial, con visitas simbólicas a fábricas como la de rodamientos en Luoyang, reflejo del esfuerzo nacional por reducir la dependencia tecnológica del exterior. Varios estudios y expertos reconocen que China ha logrado avances notables en algunas áreas como sensores Lidar, baterías de litio o sistemas operativos, pero otras tecnologías clave, como los equipos de fotolitografía para chips avanzados, siguen siendo inalcanzables por ahora.

Según los expertos consultados por el FT, iniciativas como "Made in China 2025" y el despliegue de la IA industrial no sólo buscan eliminar los cuellos de botella, sino también aumentar la productividad en todo el tejido industrial del país. Así, más que competir directamente con EEUU, China se centra en reducir su dependencia externa, fortalecer su base manufacturera y consolidar su posición económica a largo plazo.

"La lección de Japón es que el liderazgo tecnológico no necesariamente se traduce en éxito macroeconómico; pero también que la debilidad macroeconómica puede coexistir con altos niveles de innovación de vanguardia", aseguran desde Capital Economics. Así, mientras que China avanza hacia el liderazgo tecnológico global, corre el riesgo de quedarse rezagada en lo más importante: más productividad y más riqueza para sus habitantes. Solo el tiempo dirá si China sufre la misma suerte que Japón (o incluso peor, puesto que aún se encuentra lejos de los niveles de desarrollo del país nipón) o si logra transformar toda esa inversión e innovación en mejoras de la productividad directas y mayor prosperidad económica para sus habitantes.

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