
A partir de este lunes, los ciudadanos de EEUU tendrán que habituarse a un nuevo inquilino cada vez que vayan a comprar electrodomésticos: los aranceles. A principios de mes, Donald Trump ordenó aumentar los aranceles a las importaciones de acero y aluminio del 25% al 50%, pero el detalle clave está en que, en aquel decreto, el presidente añadió una cláusula que ya había implantado en su primer mandato: los aranceles también se aplicarían a los electrodomésticos. Desde hoy, todas las personas que compren neveras, congeladores, lavavajillas, lavadoras, secadoras, hornos o cocinas (vitrocerámicas o de gas) tendrán que pagar una tasa al Gobierno de EEUU si los materiales de los que están hechos vienen del extranjero.
El objetivo de estas decisiones es, en teoría, incentivar la producción de acero y aluminio en EEUU, para que el suministro nacional esté garantizado en caso de que haya una guerra. La producción de aluminio lleva hundiéndose: de más de 4,5 millones de toneladas anuales de 1980 hasta caer a 785.000 toneladas en 2023, mientras que la de acero lleva una década oscilando entre los 6 y los 7 millones de toneladas anuales (salvo un paréntesis pandémico en 2020).
En ambos casos, China se ha adueñado de ambos mercados, ya que una producción a una escala muchísimo mayor y un programa de subvenciones estatales les permite producir mucho más barato. Alton Tabereaux, de la revista Light Metal Age, apunta a que las máquinas estadounidenses son "más viejas y menos eficientes", con menor producción por kilovatio, y "no tienen acceso a contratos de electricidad barata a medio plazo, además de una escasez de energías baratas y renovables, como hidroeléctrica, solar, eólica o nuclear".
La solución de Trump es poner impuestos a las importaciones de acero y aluminio. Pero, ¿qué pasa si lo que se importa es una lavadora ya terminada y no el acero en bruto? La solución de Trump, en su primer mandato, fue simple: poner aranceles a las lavadoras extranjeras, en base a su contenido de acero. Si el 40% del valor de la lavadora era su acero, tendría que pagar el arancel del 20% del acero sobre ese 40% de su valor.
En concreto, el arancel implantado en febrero de 2018 era del 20% sobre los primeros 1,2 millones de lavadoras importadas del extranjero a partir de ese momento y uno del 50% a todas las que llegarán a partir de esa cifra. Los cálculos de la Reserva Federal y la Universidad de Chicago apuntan a que los precios de estos electrodomésticos subieron un 12%, muy similar al coste total de los aranceles. Pero hubo un efecto secundario inesperado: los precios de las secadoras también subieron, pese a que no tenían un arancel propio. ¿Por qué? Porque ambas máquinas se suelen comprar juntas, y las empresas no desaprovecharon la oportunidad de subir el precio de la secadora de forma proporcional a la de la lavadora, y quedarse la diferencia.
Esta vez, Trump ha decidido no dejar ese resquicio y poner aranceles a todo: comprar una cocina nueva supondrá pagar un fuerte impuesto adicional al Gobierno de EEUU. Si los aranceles se comportan igual que en 2018, el resultado va a ser un nuevo empujón inflacionario. Por el momento, el índice de precios manufactureros de S&P ha registrado fuertes subidas en el último mes, alcanzando sus niveles más altos desde julio de 2022. Dos tercios de las empresas culpaban a los aranceles, según la firma de análisis, y la gran mayoría estaban pasando esos impuestos íntegramente a los consumidores. Según Pantheon Analytics, estas subidas de precio "son compatibles con un alza del IPC mensual del 4,5% en los próximos meses, frente al 0,3% registrado en mayo".
Hasta ahora, la oleada de importaciones que se registró en febrero y marzo, para intentar adelantarse a los aranceles generalizados de Trump, han servido de colchón. Pero, si no hay cambios en los próximos meses, los precios irán creciendo según se vacíen los inventarios de las compañías. Pero si hay algo que las empresas de EEUU no pueden hacer a corto plazo es sacar de la nada una cantidad gigantesca de acero y aluminio producido localmente: construir una planta tarda años y cuesta cientos de millones de dólares.
El regreso de los 'aranceles a la carta'
De todas formas, esto puede ser solo un entrante. Si no hay cambios de última hora, el próximo 9 de julio volverán a entrar en vigor los famosos "aranceles a la carta" contra todo el mundo que Trump anunció en abril y se vio obligado a suspender poco después. El presidente ha insistido en que no tiene ningún problema con volver a imponer las mismas tasas: "Ese será el acuerdo: yo digo lo que hay que pagar y punto".
El mayor problema de su política fiscal es que es difícil conseguir que la Reserva Federal baje los tipos mientras Trump no pare de tomar decisiones que empujan los precios al alza, por muchos tuits furiosos que ponga. Este lunes, sin ir más lejos, exigió en un tuit que bajaran los precios del petróleo, mientras su decisión de entrar de lleno en el conflicto en Oriente Medio amenaza con bloquear la ruta por la que circula un 20% del suministro mundial de esta materia prima. El magnate desearía que sus acciones no tuvieran consecuencias. A partir de hoy, los ciudadanos descubrirán si la ley de la gravedad arancelaria afectará a los electrodomésticos.