
EEUU se ha encontrado con una frente inesperado que está generando tensión, en particular en su sector bancario. Los impagos se están disparando provocado por un verdadero tsunami de estudiantes endeudados que han renunciado a devolver sus préstamos. Los pagos llevaban condonados años por parte de la administración de Biden, una medida de la pandemia que se extendió hasta la actualidad. Sin embargo, a pesar de que creían que pasaría de puntillas sobre este asunto, Trump ha optado por retirar esta medida y obligar a pagar a millones de jóvenes, que, en buena medida, han optado por no hacerlo, algo que ha provocado importantes movimientos estadísticos.
Para entender las implicaciones los créditos estudiantiles federales han pasado de una tasa de impago menor al 1% al 8%. Estamos hablando que los impagos implican a más de 6 millones de personas. Una situación que ha disparado la tasa de mora en general del 3,6% al cierre de 2024 al 4,3% en el primer trimestre de 2025, según indican los datos de la Fed de Nueva York.
Y la mayor preocupación es que esa mezcla de devoluciones de préstamos y de impagos genere un nuevo viento en contra a la economía estadounidense: para millones de personas que llevaban casi 5 años sin pagar estos préstamos, su retorno supone en la práctica un recorte de salarios que afectará al consumo, justo cuando EEUU está sufriendo un frenazo económico.
Años de batalla política
La crisis de la deuda estudiantil lleva años dando vueltas por Washington. En total, 42,7 millones de estadounidenses deben casi 1,7 billones de dólares en préstamos para pagar sus estudios, a una media de 31.000 dólares por estudiante; aunque la deuda media, contando intereses, asciende a 38.000. Para los graduados que han obtenido una profesión muy bien remunerada, la deuda implica pagar un porcentaje asequible de sus ingresos. Pero para los que tienen un trabajo mal pagado, o ni siquiera lograron terminar la carrera, estos préstamos suponen una enorme losa sobre su futuro.
Así, la condonación de estas deudas lleva años siendo una de las exigencias de los sectores más próximos a la izquierda. Durante la pandemia, el Congreso, de mayoría demócrata, obligó a Trump a incluir una cláusula que aplazaba el cobro de estos préstamos durante lo que durara la crisis. Y cuando Joe Biden le reemplazó en 2021, hizo varios intentos para condonar completamente la deuda estudiantil a base de órdenes ejecutivas, pero los tribunales tumbaron sus intentos. Lo más que puedo hacer es perdonarla a pequeños grupos de empleados federales y mantener congelados los pagos para el resto.
Lo peor para los graduados universitarios es que el asunto se ha convertido en una nueva materia de lucha partidista. Los demócratas son el partido favorito de los universitarios, mientras que los republicanos se nutren de votantes que apenas tienen la secundaria o inferior. Por supuesto, millones de universitarios votan republicano y un porcentaje similar de personas con el graduado escolar votan demócrata. Pero el hecho de que ambos sean minoría en sus respectivos partidos ha abierto la puerta a usar esta deuda como una patata caliente política.
Y nada más regresar al poder, Trump ordenó reiniciar la devolución de esos préstamos, alegando que esta condonación supondría una enorme ayuda económica para los universitarios, un grupo que, en su mayoría, tiene sueldos más que aceptables. Y los perdedores están siendo la minoría, nada desdeñable, de gente que no recibe esos salarios sobre la media y que se está viendo obligada a caer en impago.
A eso se añade un riesgo adicional, provocado por las políticas de Trump: la expulsión de estudiantes internacionales. Todos los que hayan contraído deudas universitarias en EEUU lo hacen con la idea de quedarse a trabajar allí, una condición de los bancos que les ofrecen préstamos. Es un porcentaje más pequeño que los que reciben préstamos del Estado, pero su deuda media es más alta y su cifra no es desdeñable. Y la expulsión sumaria de algunos de ellos, como la Administración Trump lleva haciendo desde hace semanas, es un golpe adicional a los bancos, que se quedan sin forma de recuperar el dinero concedido.
Un golpe a la economía de EEUU
Desde Oxford Economics remarcaban en un reciente informe que no esperan que el retorno de estos pagos afecten a la economía frenando el gasto, pero sí creen que "la morosidad seguirá creciendo, afectando al sector del crédito". Según la firma británica, "las prestatarios que presentan una mayor morosidad verán una caída en su calificación crediticia, algo que golpeará la tendencia positiva que se vivió tras la pandemia".
Sin embargo, a medida que pasan los meses el golpe sí puede hacerse más evidente. El consumo representa un 70% del PIB estadounidense y este ha sido el gran sostén de la excepcionalidad de la economía norteamericana, que ha crecido con fortaleza pese a los vientos en contra. Este principio, que ya se empieza a resquebrajar con los aranceles, se encuentra ahora con varias alertas que vienen precisamente de la morosidad. Esto se suma a una elevada morosidad en tarjetas de crédito 'in crescendo' de ya el 10%.
Desde TD Economics advertían de que ya se han superado los niveles prepandemia de impagos pese a la baja tasa de desempleo que se está registrando y ve una explicación inquietante. "Esto refleja que los hogares están tirando de crédito para cubrir ese gasto, lo que muestra una clara señal de debilitamiento económico". En ese sentido, que empeoren los ratios de crédito tiene un impacto decisivo y un efecto 'bola de nieve'.
La Fed de San Luis explicaba que se está detectando "un deterioro continuado en la capacidad de pago, prueba de que muchos consumidores ya están enfrentando estrés financiero". Si comienzan los impagos el siguiente paso suele ser problemas de los hogares para mantener ese gasto discrecional sumado, a su vez de menos crédito, dado que las entidades con mayores impagos provisionan más dinero y tienen peores calificaciones, lo que provoca que ese efectivo se use para esos 'colchones' y no para hipotecas o crédito.
Cabe destacar que la deuda estudiantil es superior a la de los préstamos al consumo (incluyendo tarjetas de crédito) y financiación de vehículos. Su importancia es tan clave que ha llevado a que los analistas de Morgan Stanley consideren que estamos hablando de entre 1.000 y 3.000 millones de dólares mensuales de impacto para el consumo que provocarán un golpe de una décima en el PIB de EEUU para 2025.