
El BCE parece haber llegado a un punto crítico en el que proclama su victoria contra la inflación. Ya con los tipos de interés en el 2%, ahora se disponen a esperar desde ese nivel a ver cómo reacciona la economía de la eurozona a los aranceles. Sin embargo, tanto Lagarde como otros miembros en las horas posteriores han dejado claro un mensaje: el ciclo caótico en los precios ya ha terminado, el IPC vuelve a estar atado. Misión casi cumplida. Lagarde decía que "estamos llegando al final de un ciclo de política monetaria que respondía a shocks acumulados, como el covid, la guerra ilegítima en Ucrania y la crisis energética".
Este nuevo contexto para el BCE se basa, en buena medida, en unas sólidas previsiones macroeconómicas. Según las mismas, la inflación general se situará en la eurozona en un promedio del 2% en 2025, el 1,6% en 2026 y el 2% en 2027. Sin embargo, si bien tanto el comunicado del BCE como la francesa lo mencionaron de pasada, la realidad es que hay un factor clave para entender estas cifras y una economía revitalizada… una nueva era energética con unos precios mucho más baratos.
Tras las grandes cifras de las proyecciones, el BCE publicó los "supuestos técnicos" que sostenían su análisis. En ellas se descuelgan con un optimismo claro y patente sobre los precios energéticos. Según las previsiones el precio del barril europeo (brent) se quedará en 2025 en los 66,7 dólares de media frente a los 82 dólares del año pasado y seguirá bajando en 2026 hasta los 62,8 para, en 2027 irse a los 64. Estamos hablando de diez dólares menos de lo que se presupuestaba este mismo mes de marzo de 2025.
Pero no es solo una cuestión del crudo, de hecho, ha realizado ajustes mucho más extremos en sus previsiones de otras fuentes de energía. En concreto, respecto al gas, espera que el megavatio hora cotice en los 38 euros este año, solo 3,6 euros más que el año pasado, y cree que bajará en los siguientes años a los 33,2 euros, y los 29,3. Para entender la magnitud de este ajuste, hace solo unos pocos meses el BCE publicaba unas estimaciones con precios del gas 24,2 euros superiores a los que está presupuestando ahora. De golpe y porrazo han recortado un 39% los precios que esperan para el gas.
Desplome idéntico en las perspectivas de los precios de la electricidad que cotizan en Europa, los mayoristas. Estos se espera que estén en los 82,3 euros el megavatio hora en 2025, en los 77,5 euros en 2026 y 71,8 en 2027. Se trata de caídas de más del 18% respecto a las perspectivas de marzo.
¿Por qué ven un petróleo derrumbado?
Empezando por el petróleo, las cifras propuestas supondrían que se mantiene de forma inalterada en los niveles actuales. Este viernes el brent cotizaba en los 65,22 dólares el barril. El precio actual viene tras unas potentes caídas del 17,78% en lo que va de año. Detrás de las mismas están un doble golpe. Por un lado, desde el punto de vista de la demanda, esta ha sufrido de forma determinante tras una revisión del crecimiento mundial por los aranceles. En definitiva, con una actividad más estancada el mundo no necesitará muchos más barriles. Según el último informe de la AIE, para 2025 solo se demandarán 730.000 barriles diarios más que el año anterior cuando, en el informe previo, se daba por hecho un incremento superior al millón.
De cara a los años posteriores las cifras serían incluso menores (690.000 de incremento). "Los precios mundiales del petróleo se desplomaron alrededor de 10 dólares por barril en marzo y principios de abril, debido al deterioro del sentimiento de riesgo tras la proliferación de aranceles estadounidenses y el creciente temor a una recesión", comentaba AIE.
Mientras esto ocurre en el lado de la demanda, en el de la oferta la situación está cambiando por completo. La producción de los países fuera de la OPEP se mantiene firme, pero es que la disciplina del cártel se resquebraja por completo. Ante el incumplimiento reiterado de algunos miembros y la pérdida de cuota de mercado, el grupo está deshaciendo los recortes de producción al triple de ritmo de lo estimado (411.000 barriles por mes). En resumen, para finales de año se recuperarán 2,2 millones de barriles. Ante esta realidad desde Morgan Stanley daban por hecho que en la recta final de 2025 podríamos estar ante un superávit de 1,1 millones de barriles diarios, algo que parecía inconcebible hace no tanto.
En su informe el BCE habla de que los riesgos están "equilibrados". Los riesgos al alza, como una relajación más rápida de lo esperado de las disputas comerciales o una posible escalada de tensiones en Oriente Medio, se equilibran con los riesgos a la baja derivados del impacto potencialmente persistente de los anuncios arancelarios o de aumentos de oferta mayores a los esperados por parte de la OPEP+".
Esto puede resultar totalmente esencial para esa victoria sobre la inflación y ha sido la clave para el giro drástico en las previsiones. No en vano el último informe de la Fed de San Louis defiende que existe una correlación petróleo-inflación de 0,27. En resumen, si los precios del crudo suben un 10% de forma sostenida, esto trae un 2,7% extra de inflación. Es decir, se trata de un factor totalmente definitivo.
También tiene un impacto en la economía. Según el informe del Oesterreichiscehe Nationalbank, estamos hablando de que una caída del 10% en el crudo trae un aumento del PIB del 0,1% extra durante tres años. El motivo es claro, ese dinero que no se invierte en combustible favorece el gasto y el consumo, haciendo avanzar la economía.
El giro radical del gas
En el gas la situación es similar… pero con matices muy diferentes. Cuando se hizo el primer estudio había un riesgo serio de que el mercado se rompiese por completo a favor de unos precios desatados. El motivo era que una producción renovable totalmente parada desde noviembre y el primer invierno realmente frío en tres años habían dejado las reservas tocadas de gravedad. Ante el mandato obligatorio de tener que llenarlas al 90% para noviembre los precios se calentaron, disparando un 100% respecto al año anterior y provocando que se pagase más por el contrato de verano que por el invierno, una correlación totalmente anómala que despertó la preocupación de los países.
Desde el BCE indican que el gas, a diferencia de lo que opinan del crudo, sí que podría irse de las manos con muy poco. "Hay riesgos al alza sustanciales, como incertidumbre en el suministro, interrupciones en el mercado mundial de Gas Natural Licuado (GNL) o problemas en el mercado europeo". Sin embargo, señalan también dos importantes escenarios que podrían incluso abaratar más los precios. En primer lugar apuntan a un impacto duradero de los aranceles que reduzca la demanda y, seguidamente, hablan del fin de la guerra de Ucrania, que provoque una gran inyección de gas ruso en los mercados globales y, por lo tanto, arrastre a la baja los precios.
Sin embargo, la guerra comercial de abril, a escasas semanas de ese planteamiento crítico del mercado, ha dado un giro de 180 grados a la situación. El precio de referencia europeo cotiza hoy en los 36 euros el megavatio hora. Una diferencia del 28% desde que empezó el año y de más del 45% desde los máximos de febrero, cuando las preocupaciones por un mercado de GNL salvaje y las reservas vacías llegaron a su apogeo.
La realidad es que los aranceles lo han cambiado todo, ya no solo por el golpe económico de los aranceles que limita la demanda de gas, sino por una razón geopolítica. Europa competía con China de forma salvaje por los contratos de GNL de empresas estadounidenses, ahora todo ese gas se redirecciona al Viejo Continente mientras que el gigante asiático busca medidas alternativas.
"El mercado mundial de gas natural se ha convertido en un lugar de alta competencia muy diferente a lo que había hace unos años" explica Julius Baer. Y, en ese contexto, "la disputa comercial de EEUU con China provoca un potente desvío de cargamentos desde China hacia Europa, algo que se suma a un EEUU que ha retirado los límites que impuso Biden a las exportaciones de GNL", comentan desde Julius Baer.
El BCE estima que un aumento del 10% del gas puede sumar entre un 0,1 y 0,3 a la inflación en el corto plazo
Esto también se ha mezclado con un giro político de la UE, que ha relajado al 83% el límite de las reservas del gas, permitiendo a los estados miembros desviarse hasta cuatro puntos porcentuales. Además, se ha dado mas flexibilidad temporal para llegar al objetivo. Resumiendo, antes los operadores europeos se encontraban con la necesidad obligatoria de abastecer el 90% de sus almacenes acudiendo a un mercado de competencia extrema. Ahora esa competencia se ha reducido y, además, sus obligaciones son menores, teniendo más margen para acudir ordenadamente a su abastecimiento.
El resultado e que actualmente, ya entrando en temporada veraniega, las reservas de EEUU se encuentran al 49,88% de su capacidad. Si bien estas cifras son mucho menores que el 70% al que se encontraban hace un año, suponen un paso adelante clave respecto a marzo, cuando estas estaban al 38%. El planteamiento del mercado es ya totalmente diferente. El BCE estima que un aumento del 10% del gas puede sumar entre un 0,1 y 0,3 a la inflación en el corto plazo, afectando especialmente a las industrias al elevar sus costes de producción y trasladándose así a los precios finales.
La caída del gas natural también explica a su vez la caída de precios en el mercado eléctrico general. Sin embargo, se ha mezclado con una gran producción eólica y renovable. Sin embargo estos pueden ser factores que cambien con el tiempo, mientras que respecto al gas esperan unos precios estructuralmente más bajos. De hecho, incluso debaten cambiar el modelo por uno al estilo japonés donde, en vez de comprar contratos en el mercado mayorista, se invierta desde la UE en proyectos gasistas en el extranjero que suministren a precios estables al continente, fuera del spot internacional y el mercado.
El techo del euro es clave también
Otro de los factores clave para explicar el optimismo económico del BCE es el euro. En lo que va de año la moneda europea se revaloriza más de un 9,5% frente al billete verde. Si bien esto ayuda a combatir la inflación, hay fuertes temores del golpe económico que una divisa más valorada puede traer.
Esto lo ha dejado claro el último informe de Citi sobre Airbus, en la que rebaja su nota debido, como factor clave, al efecto divisa. Según la firma, al igual que la gran mayoría de empresas exportadoras, Airbus vende en dólares mientras que sus costes están denominados en euros. En resumen, el euro fuerte supone que tiene menos ingresos y sus costes son mayores, afectando a su rentabilidad. "Aunque esto se puede reducir con coberturas, sigue siendo un factor clave. Estimamos que un debilitamiento de un centavo de dólar reduce el valor justo de Airbus entre 3 y 3,5 euros por acción", explica Citi.
Este ejemplo concreto es aplicable a numerosas empresas. En ese sentido el BCE, si bien ha expresado que el euro supondrá un lastre para la economía en el corto plazo, sus previsiones muestran que la sangre no llegará al río. Según las mismas su cambio con el dólar se quedará en 1,11 este año, 1,13 el que viene y la misma cifra en 2027.
Esto significa que descartan por ahora que la 'crisis del dólar' siga presente. Tras los aranceles los inversores han diversificado su exposición a EEUU vendiendo activos denominados en dólares y apuntando a otras monedas, como el euro. Esto contrasta con las previsiones de los analistas. El consenso de Bloomberg apunta a un 1,15 para finales de 2025 y en 2026 rozando el 1,2 para quedarse por esos niveles de ahí en adelante. Se trata de un paso adelante que el BCE niega en sus previsiones, apostando por un euro ya estabilizado a partir de ahora.