
Si algo caracteriza a Estados Unidos es su afán por la arqueología legal. Una norma olvidada de hace casi 40 años se ha convertido en la mejor amiga de las empresas norteamericanas para paliar los aranceles. La "norma de la primera venta" es un mecanismo perfectamente legal que permite a los importadores estadounidenses reducir parte de los aranceles al acogerse al precio más bajo del producto comprado en el extranjero. Con este sistema, las empresas estadounidenses pueden reducir el precio al que compran y aumentar la competitividad, severamente dañada con las tasas aduaneras establecidas por Trump a todo el planeta.
Una norma para otra época
La ley de la primera compra, de 1988, era una desconocida para el grueso de la industria norteamericana. Una regla que solo importadores que negociaban con varios intermediarios utilizaban. Sin embargo, ahora se ha convertido en una herramienta muy útil para multitud tipo de empresas que compran sus bienes fuera, lo que viene siendo toda la economía norteamericana.
La ley de la primera compra permite declarar a la oficina de aduanas alternativamente la primera venta internacional en vez de la importación directa a Estados Unidos para reducir las tasas en aduanas. De esta manera, los aranceles son más baratos. Por ejemplo, un fabricante chino de gorras serigrafiadas con el lema "Make America Great Again" vende a un intermediario textil de Corea del Sur un pedido. Cada gorra cuesta 5 dólares, pero el intermediario surcoreano las vende a un distribuidor mayorista estadounidense a 15 dólares junto a otra serie de productos. La empresa estadounidense vende, finalmente, la gorra por 30 dólares al cliente final estadounidense.
Una vez las gorras llegan a la oficina de aduanas del puerto de Los Ángeles, la empresa estadounidense tiene dos opciones: o bien, declarar la venta final y aplicar los aranceles sobre los 15 dólares, o bien, realizar una declaración alternativa en la que conste la compraventa del fabricante chino y, por tanto, aplicar los impuestos sobre un precio de 5 dólares. Utilizando el segundo método, las empresas estadounidenses se ahorran un pellizco en el pago de aranceles. De esta forma, pueden aligerar el precio final de venta al producto, mantener márgenes de rentabilidad e incluso ganar algo de competitividad frente a otros negocios.
Si compras directamente, te toca pasar por caja
El servicio de aduanas de EEUU indica que esta norma sólo es aplicable cuando un producto cambia varias veces de manos. Por tanto, dos escenarios relativamente comunes por parte de los importadores norteamericanos, especialmente los industriales, no pueden aplicarse aquí:
- Si el bien es manufacturado en un país intermedio. Por ejemplo, componentes electrónicos chinos son ensamblados en Vietnam. El producto importado es el bien finalista de Vietnam y se pagarían los aranceles con este país.
- Si la empresa directamente fabrica "in situ" en un país extranjero. Firmas como Nike o Apple cuentan con sus factorías en otros países, por lo que al importar, no pasarían de manos y los aranceles serían los mismos.
Sea como fuere, este método permite a las firmas norteamericanas sortear parcialmente los impuestos aduaneros de Trump. Esta clase de movimientos son un duro golpe para las arcas públicas y los planes de la Casa Blanca, que pretenden cerrar el agujero fiscal mediante la recaudación comercial y la relocalización industrial.
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