
La magnitud de la guerra comercial que el presidente Donald Trump amenaza con desencadenar a partir de este miércoles tendrá una envergadura hasta ahora inédita en este tipo de conflictos. Es por ello que la imposición de aranceles recíprocos (aunque podrían tener un diseño final más agresivo) a todos los países con los que comercia EEUU pone en el disparadero, de forma directa, a cerca de dos billones de euros en exportaciones ahora en circulación solamente en el ejercicio 2025.
Así lo expresan los cálculos preliminares sobre el daño que asociado al regreso del proteccionismo a gran escala que manejan los expertos de instituciones como la Comisión Europea, el Fondo Monetario Internacional o la OCDE.
El punto de vista del Ejecutivo comunitario es especialmente relevante dado que, como ponía de manifiesto uno de sus documentos internos, aprobado poco después de la toma de posesión de Trump, la relación comercial entre la UE y la primera potencia del mundo "es la más cuantiosa e intensa del globo". Es por ello que, desde Bruselas, temen unas turbulencias sin precedentes. También desde el Instituto Bruegel, el laboratorio de ideas afincado en la capital belga, consideran que el impacto, en cuanto a su poder paralizador del comercio mundial, está en vías de asemejarse a la Gran Depresión del siglo pasado, inmediatamente previa a la Segunda Guerra Mundial.
Incluso un daño semejante al que se registró durante el primer mandato del propio Trump se queda ahora pequeño. El líder republicano también hizo entonces de la guerra comercial un arma política, especialmente entre los años 2018 y 2019. En ese periodo, el volumen exportador directamente afectado rondó los 400.00 millones de euros, de acuerdo con los cálculos actualizados del think tank estadounidense Tax Foundation.
Ahora, la posibilidad de llegar, o incluso superar, los dos billones es una amenaza real, dado que es la primera vez que Washington habla de desplegar aranceles recíprocos indiscriminados, es decir, aplicables a todos aquellos países que ya penalizaban a las exportaciones estadounidenses que llegan a su territorio.
Por supuesto, allí están incluidas áreas de tan gran tamaño como China, el sudeste asiático, Latinoamérica y, muy especialmente, Europa.
En nada mejora la situación el hecho de que el concepto de arancel que el equipo de Trump maneja es especial e interesadamente flexible y, a su juicio, la mera exigencia de pagar el IVA, ya constituye un acto merecedor de represalia a juicio de la Casa Blanca.
La noción de arancel recíproco prevé que EEUU castigue las importaciones de otros países exactamente en la misma medida que estos últimos gravan los productos estadounidenses. En palabras del propio Trump "les vamos a cobrar lo mismo que ellos nos cobran a nosotros, en los mismos productos, porque eso es lo justo". No obstante, lo que el jefe de Estado finalmente revele este miércoles puede ser incluso más agresivo.
De acuerdo con las filtraciones recogidas por la prensa norteamericana sobre los planes puestos sobre la mesa en el Despacho Oval, el presidente de EEUU tiene en mente aplicar también gravámenes que vayan más allá del respeto a esa supuesta reciprocidad, entendida a la americana, y establezcan una penalización automática del 20% sin distinguir el tipo de producto. ¿Quiénes los sufrirían?
Quince 'sucios'
En el mapa que maneja la Casa Blanca están señalados con especial intensidad los llamados quince sucios, esto es, una quincena de economías, varias de ellas europeas, que juegan especialmente sucio con sus exportaciones contra Estados Unidos.
Ese grupo se le empieza a quedar pequeño a Trump, y según alertan The Wall Street Journal y Bloomberg es muy posible que la lista negra de gorrones se amplíe y los aranceles específicos del 20% golpeen a más rivales comerciales.
La razón de ser de este cambio de política no solo radica en el deseo de provocar más daño a un determinado grupo de países, sino que también su justificación desde el punto de vista puramente logístico y aduanero.
Imponer aranceles específicos a cada uno de los productos que importa EEUU para cada país implicaría multiplicar las regulaciones arancelarias estadounidenses a miles de páginas y a convertir los trámites más habituales en frontera en un auténtico laberinto.