
Después de casi tres años marcados por la sombra de la conocida como Gran Renuncia, el 'sobrecalentado' empleo estadounidense ha entrado en una nueva fase radicalmente opuesta, que podemos bautizar como la del mercado laboral 'nini', en la que las empresas ni contratan ni despiden. Pero tampoco los trabajadores dimiten. Y esta evolución ha hecho saltar todas las alarmas de los analistas y los responsables de políticas económicas, que no entienden las causas ni las consecuencias de un fenómeno inédito e impredecible.
A primera vista, lo ocurrido en 2024 parece avalar las expectativas de un 'aterrizaje suave' de la economía estadounidense en el que medidas como el endurecimiento de la política económica y la retirada de estímulos no tendría como efecto una destrucción de empleo, ni provocaría una recesión económica. Pero los resultados han superado tanto las expectativas que ni siquiera el presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell termina de dar crédito.
El PIB de Estados Unidos está creciendo a un ritmo del 3%, mientras el mercado laboral da preocupantes señales de enfriamiento, elevando su tasa de paro medio punto en el último año. Aunque se mantiene en un 4,1%, un nivel impensable en España, hablamos de un mercado laboral muy dinámico y extremadamente sensible a las fluctuaciones económicas. De hecho, ha sido el empleo y no la Contabilidad Nacional el indicador de referencia de la Reserva Federal en sus últimas decisiones en materia de política monetaria.
Lo que preocupa precisamente es que el empleo ha entrado en una dinámica de "congelación" en el que las empresas no están acometiendo más despidos, pero a la vez han reducido sus contrataciones a un mínimo de la serie histórica de los registros de la Oficina de Estadísticas Laborales (Bureau of Labor Statistics). Lo cual, de paso, ha frenado en seco las dimisiones.
Breve historia de la Gran Renuncia
El análisis de los datos del organismo estadounidense permite entender mejor el fenómeno de la Gran Renuncia. Así, la tasa de despidos se disparó de un 1,2% a cierre de 2019 hasta el 9% en marzo de 2020 por el efecto de la pandemia y los confinamientos. Aunque en los meses inmediatamente los ceses se ajustaron a bajas niveles del entorno del 1,6% para seguir moderándose a partir de ahí. En ese momento, lo que se dispararon fueron las contrataciones, que tras alcanzar un 6% en mayo de 2020 se mantuvieron en cotas superiores a las de los años precedentes a la pandemia hasta finales de 2023.
Ante contexto de oportunidades de cambiar de empleo y con una tasa de despidos que llegó a bajar hasta mínimos del 0,9%, las dimisiones se dispararon. Los trabajadores no solo no temían perder su empleo, sino que sabían que encontrar otro era más fácil. La inflación contribuyó a que muchos empleados tomaran decisiones que no solo sentenciaron a sus antiguos empleos, sino que sobrecalentaron el mercado laboral en Estaos Unidos, y con ello los salarios. Las renuncias llegaron a afectar al 3% de los empleos, un dato inédito, mientras el porcentaje de puestos por cubrir llegaba a cotas históricas de un 7%. Ahí fue cuando los economistas empezaron a hablar de Gran Dimisión.
En este punto conviene profundizar en cómo funciona el mercado laboral estadounidense, cuyo dinamismo no se basa en la rotación involuntaria (despidos) de los empleos, sino en las renuncias y la competencia entre empresas para captar y retener trabajadores. Pero la tendencia de 2021 y 2022 llevó a que los trabajadores tuvieran más poder que nunca para encontrar mejores alternativas, y muchos empleadores no pudieron seguir el ritmo.
Pero desde 2024, se produce la situación inversa. Los despidos siguen en mínimos de apenas un 1%, pero las empresas están dejando de contratar. La tasa de fichajes alcanzó el pasado mes de agosto su mínimo histórico, con una tasa del 3,3%. Esto arrastró a las dimisiones, que por primera vez desde 2015 registran una tasa inferior al 2%. Los trabajadores se aferran a sus puestos de trabajo porque, aunque no temen despidos, saben que no van a encontrar otro empleo mejor.
El juego de las vacantes
Más allá de la esperanza de un 'aterrizaje suave' los analistas observan con sorpresa que un retroceso histórico de la contratación y de las dimisiones coincida con una tasa de despidos también en la franja de mínimos. Porque esto inicia que la fragilidad del mercado laboral no se debe a una destrucción neta empleo, sino a que la rotación laboral (ya sea voluntaria o forzada) se ha detenido. Algo inconcebible en un mercado laboral basado en el dinamismo.
Y que tiene efectos a muchos niveles. Uno de ellos es la conflictividad laboral. Que los trabajadores han perdido poder (ya no es tan eficaz exigir mejoras amenazando con una dimisión), no significa que las empresas lo hayan ganado. Si las empresas no despido puede interpretarse como un síntoma de debilidad: no pueden permitirse reemplazar a esos trabajadores.
¿Cómo romper este empate? Mediante el mayor peso de los sindicatos. Las huelgas han ido aumentando en Estados Unidos, con ejemplos en grandes empresas como Boeing o incluso en sectores enteros, como está ocurriendo con los estibadores. Un reflejo de que la idea de que la presión colectiva es más eficaz en momentos de 'congelación' del mercado laboral que la individual basada en la posibilidad de dimitir.
Pero este juego tiene un incierto margen de recorrido. La clave está en las vacantes. Los puestos por cubrir han descendido desde los picos alcanzados en 2022, pero siguen por encima de los mínimos y hasta este verano no han retrocedido a niveles previos a la pandemia. Esto significa que, aunque siguen restando poder a los empresarios, no andan lejos del punto en el que las empresas puedan permitirse prescindir de los trabajadores.
De hecho, sectores como el comercio minorista están barajando reducir el porcentaje de contrataciones de cara a la campaña navideña, según recoge Bloomberg. Incluso el gigante Amazon, que se consideraba al margen del resto, ha anunciado una congelación de las plantillas, lo que en su caso se considera también una señal de debilidad de la actividad.
Aquí se explica la desconfianza de Powell. Aunque esta situación aún no ha afectado al PIB, que sigue creciendo y parece alejar el fantasma de una recesión, la evolución del mercado laboral es inquietante como para relajarse. No se puede descartar todavía que al 'aterrizaje suave' se le acabe la pista en cualquier momento y dar lugar a una catástrofe en el empleo que se contagie al resto de la economía.
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