
El nuevo gobernador, José Luis Escrivá, ha aterrizado en el Banco de España abordando una reforma en el organigrama que rige las funciones y las áreas de trabajo al más alto nivel de la institución. La renovación de esta estructura generaba cierta inquietud entre algunos profesionales de dentro del Banco, aunque realmente no ha sido el qué sino cómo se ha llevado a cabo. Quienes conocen la institución afirman a elEconomista.es que ha habido una ruptura a la hora de reestructurar la cúpula. Una ley no escrita, pero cumplida en las numerosas reestructuraciones, que pasa por un extenso y meticuloso análisis, un informe del departamento de Recursos Humanos que analiza el impacto de la reorganización en términos de costes, contratación de personal o ascensos que estudia la comisión ejecutiva antes de aprobar los cambios, normalmente con consenso. La reforma exprés de la cúpula de la institución se ha saltado esta tradición.
El hecho de mover piezas en el tablero y organizarlas de otra forma no es nada extraño, según confirman fuentes conocedoras del proceder del Banco de España que han vivido multitud de reestructuraciones en pocos años. Pero siempre se aborda a través de un cauce no legal, sino tradicional, de analizar en profundidad con un estudio el impacto de los cambios propuestos. Aunque desde el Banco de España afirmaron a este medio que es normal la pluralidad de opiniones y las diferencias en el Consejo de Gobierno, entendidas por votos en contra, otras fuentes disienten y apuntan a que la "normalidad" es el consenso.
No sería, en todo caso, una motivación política lo que impulsaría este cambio. Ni tampoco cuestionan desde dentro del Banco el nombramiento de perfiles como Paloma Marín, profesional de la casa, respetada y con "buen cartel" que lidera ahora el área comunicativa y de relaciones institucionales que Escrivá quiere potenciar. Responde a la parte personal del exministro y resuelve su primer objetivo: renovar el equipo de trabajo al más alto nivel que le reportará a él personalmente, aunque ello conlleve llevarse por delante el 'modus operandi' tradicional de las reorganizaciones.
Aunque la normalidad es el consenso, el consejero propuesto por el PP, Fernando Fernández, ya ha descuadrado en dos ocasiones al órgano rector. Fruto del cambio de proceder o no, el economista ya manifestó su negativa a la primera oleada de cambios que propuso Escrivá. En la reunión que debía confirmar nuevos cambios en la estructura de la cúpula tras la toma de posesión, Fernández cambió de opinión y rechazó finalmente liderar el grupo de trabajo al que el nuevo gobernador ha encargado la tarea de velar por la independencia o autonomía del Banco en vistas a retocar la histórica ley de autonomía de la institución, vigente desde hace ahora tres décadas.
La jugada ha ido encaminada también a colocar sus piezas donde más rédito pueda sacarle. El caso de la subgobernadora, Soledad Núñez, es importante, ya que le ha relegado de sus labores en el Mecanismo Único de Supervisión (MUS) en favor de Mercedes Olano, que reportará al propio Escrivá todo lo relativo al sistema de supervisión bancaria europeo, una tarea antes encomendada al 'número dos' de la cúpula. Núñez ha encabezado el Tesoro en épocas de estrés financiero, con el gobierno de Zapatero, aunque desde dentro de la entidad genera recelo la estrecha relación que tendría con los socialistas.
Comentan que el Banco de España es una monarquía absoluta, donde el gobernador manda tanto como un rey. El impulso del cambio regulatorio para reforzar la autonomía del banco central se percibe como un movimiento apropiado y positivo para mejorar la gobernanza de la institución. Realmente, el proceso de nombramiento del gobernador es una decisión con un carácter muy persidencialista que no encaja especialmente bien con la independencia y autonomía que tanto se exige de una institución pública. A la luz de un proceso mejorable ya han surgido ideas en los últimos años de renovar este proceso para que haya más filtro político y que no se haga al gusto del presidente del Gobierno de turno.
El gobernador saliente, Pablo Hernández de Cos, se presentó ante la Comisión para la Auditoría de la Calidad Democrática del Congreso de los Diputados para exponer su opinión sobre la independencia de las autoridades y supervisores económicos desde su prisma como líder del Banco de España. La potestad de Escrivá parece encaminada a recuperar las líneas maestras que recogía entonces Hernández de Cos. No es una idea nueva ni descabellada, sino que revive.
El actual sistema de renovación de la cúpula a su más alto nivel está regido por un pacto entre caballeros entre Gobierno –elige al gobernador– y oposición –propone al segundo de a bordo–. Una práctica democrática que, justo este año, se ha roto y ha generado ruido en torno a Escrivá, que se ha convertido en el primer ministro que pasa directamente al cargo de gobernador.
En pro de mejorar la transparencia en este proceso y hacerlo más democrático, voces tan autorizadas como el exgobernador De Cos han puesto la vista en el Banco Central Europeo (BCE) o la Reserva Federal (Fed). En Bruselas y algunos países del norte como Finlandia, Eslovaquia, Letonia y Lituania es el Parlamento quien ratifica los nombramientos, similar a lo que proponía entonces De Cos para reforzar la autonomía del supervisor.
Sobre los mandatos, igualmente, se pone la vista en Europa y sus ocho años, en vez de los seis actuales no prorrogables, siempre con una duración superior al ciclo electoral. Fuentes internas del Banco de España apuntan a que sería más razonable cumplir los objetivos de un mandato en un plazo más amplio. Todo ello debería tener cabida en la renovación de la ley de autonomía que, en todo caso, deberá legislar el Gobierno a propuesta del trabajo que elabore el grupo de trabajo encabezado por la consejera Lucía Rodríguez.