Economía

La campaña electoral en Reino Unido pone el foco en las subidas de impuestos que se avecinan

  • Los partidos se acusan de querer subirlos en 2.000 y 3.000 libras por familia
  • Las encuestas siguen apuntando a una hecatombe de los conservadores
Keir Starmer (laborista, izquierda) y Rishi Sunak (conservador, derecha), en el debate de la cadena ITV: Foto: Reuters

Quedan 29 días para que los británicos vayan a las urnas, y las encuestas siguen apuntando a una hecatombe electoral sin precedentes del Partido Conservador, que pierde votos hacia su derecha y su izquierda. Y en esa situación desesperada, el primer ministro, Rishi Sunak, utilizó el primer debate de la campaña para poner el foco sobre los impuestos, una decisión que ha abierto la caja de Pandora de la delicada situación de las cuentas públicas en Reino Unido.

El debate fue breve, con intervenciones rapidísimas, sin apenas espacio para el diálogo y con muchas interrupciones. Pero el mensaje clave que Sunak repitió incontables veces durante la noche, viniera o no a cuento, era muy simple: "Los laboristas subirán los impuestos 2.000 libras a cada familia" durante la próxima legislatura, que es lo que costarían las promesas de gasto reflejadas en su programa. La respuesta laborista ha sido acusar a Sunak de mentir. Pero los analistas han apuntado a una realidad muy clara: las cuentas del país están asfixiadas, y el programa conservador supondría subir los impuestos incluso más de lo que ellos acusan a la oposición: 3.000 libras por familia.

Pero ambas cifras quedan en nada comparadas con el 'subidón' fiscal que ha vivido el país desde que Sunak llegó al poder, primero como ministro de Hacienda (2020-2022) y luego como primer ministro (2022-2024), por culpa del impacto combinado del Brexit y el covid. En estos cuatro años y medio, la recaudación del Estado ha subido del 33% al 36,5% del PIB, el equivalente a subir los impuestos en 13.000 libras por familia.

La principal estrategia para subir impuestos ha sido la congelación de los tramos del IRPF. La inflación acumulada en el país durante lo que va de década, de un 29% en cuatro años, ha arrastrado al alza los salarios de muchos ciudadanos. Pero como los tramos han seguido congelados, muchos ciudadanos se han encontrado con que las subidas de sueldo que recibían para compensar la inflación tributaban a un porcentaje superior al pasar al tramo más alto. Este mecanismo ha sido responsable de la mayor parte del alza de ingresos del Tesoro, y el ministro en funciones, Jeremy Hunt, ha dejado claro que, si ganan las elecciones, los 'Tories' no tienen previsto revisar los tramos hasta, al menos, 2028.

El problema al que se enfrenta el país es que el frenazo al crecimiento que ha provocado el Brexit está 'devorando' las subidas de impuestos. La marcha de la UE ha frenado las exportaciones y ha lastrado al PIB, que lleva un año y medio prácticamente plano y que apenas está un 1,7% por encima de los niveles pre-pandemia (frente a un 3,4% en la Eurozona, por ejemplo). Las cuentas del Sistema Nacional de Salud, la joya de la corona del Estado británico, requieren transfusiones milmillonarias de dinero para compensar las subidas de costes provocadas por la inflación. Y las cuentas de numerosos ayuntamientos están al borde de la quiebra por culpa de un sistema de financiación diseñado en base a los precios de 1991.

Con este panorama, expertos y ciudadanos creen que, gane quien gane, los impuestos van a subir. El líder laborista y probable primer ministro, Keir Starmer, ha propuesto cobrar IVA a colegios privados, eliminar las deducciones a las personas que tengan su residencia fiscal en el extranjero y subir los impuestos a energéticas y petroleras, tres promesas que recibieron un aplauso en el primer debate. Sunak, por su parte, prometió proteger de las alzas del IRPF a los pensionistas, pero dejó la puerta abierta a subirlo a todos los demás ciudadanos.

Pero la clave es que todos los ciudadanos dan por hecho que habrá más subidas de las que reconoce ningún partido hasta el momento. Una sensación que contribuye a una campaña átona, sin demasiado debate y en el que dominan dos sensaciones: la de resignación a una victoria laborista y la de ganas de castigar a los Conservadores por 14 largos años de austeridad, subidas de impuestos y recortes en los servicios públicos. Pero nadie parece tener una esperanza clara de que las cosas puedan mejorar, como decía la mítica canción de campaña laborista antes de su victoria arrolladora en 1997.

Los sondeos no se mueven

Desde que Liz Truss fuera derrotada por una lechuga en 2022, con el Gobierno más breve de la historia británica, los sondeos han apuntado a un desastre sin precedentes para los Tories cuando llegaran estas elecciones. La gran pregunta era si la convocatoria electoral obligaría a muchos exvotantes conservadores a replantearse su posición y acabar aceptando un voto crítico a regañadientes.

Los sondeos en estas dos semanas, sin embargo, apuntan claramente en la dirección contraria: la distancia entre ambos partidos no solo no se ha recortado, sino que los laboristas la han ampliado en un punto de media, hasta 21 puntos (45% a 23,8%). Una variación claramente dentro del margen de error, pero que va en la dirección contraria a lo que esperaba el Gobierno.

Y, dado que el sistema electoral británico no es proporcional, sino que favorece desproporcionadamente al partido más votado, especialmente cuanta mayor sea su ventaja sobre el segundo, las extrapolaciones de las grandes encuestadores están siendo extraordinarias. Dos de ellas (Survation y Electoral Calculus) dan a los Tories un desplome histórico, desde los 365 escaños que obtuvieron en 2019 a menos de 100: 71 y 66, respectivamente. En ambos casos, Sunak estaría a apenas 3 o 4 puntos de perder su propio escaño, una humillación sin precedentes históricos. Queda un mes de campaña, pero el miedo que sobrevuela es que el partido más exitoso de la historia británica estalle en pedazos en un 'sálvese quien pueda' a mitad de la campaña si las encuestas no mejoran en los próximos días.

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