
EEUU ha vivido en 2023 una situación pocas veces vista: una recesión 'emocional', un fantasma que no aparece en ningún dato, pero que sobrevuela el consenso popular. Y eso pese a que las cifras económicas han sido, sobre el papel, excelentes: el PIB crece a un ritmo estimado del 2,6%, según las últimas proyecciones de la Casa Blanca; el desempleo se ha mantenido por debajo del 4%, en uno de los niveles más bajos de los últimos 20 años, gracias a un aumento sostenido de la contratación; los salarios reales del 80% más pobre han crecido al ritmo del 1,1%, batiendo a los precios; y la inflación se ha deshinchado con fuerza, cayendo del 6,45% en el que abrió el año al 3% estimado para este mes. Unas cifras muy positivas, mucho mejores de lo que todos los analistas se esperaban, pero que no parecen haber llegado a la calle: el sentimiento económico de los consumidores sigue siendo negativo y pesimista. Una situación difícil de explicar que ha recibido el nombre de "vibecession", algo así como 'ambiente de recesión', y que podría estar tocando a su fin con la esperanza del 'aterrizaje suave' que ya vislumbra la Reserva Federal.
El término apareció hace unos meses para tratar de explicar la desconexión entre una economía cuya fuerza sorprendía y preocupaba a la Fed y el pesimismo generalizado en la calle y los medios de comunicación. La idea es que, aunque los datos indicaran que todo iba en la buena dirección, las expectativas de que las subidas de tipos de la Fed fueran a provocar una recesión, transmitidas por los medios, hacían que los ciudadanos vieran toda la situación desde el ángulo más pesimista posible, dado que los expertos no paraban de animarles a ponerse en lo peor.
Los datos del sentimiento de los consumidores de la Universidad de Michigan llevan meses señalando este 'ambiente de recesión' entre los ciudadanos de a pie. En mayo del 2022, mientras se creaban 390.000 puestos de trabajo al mes, el ánimo de las familias estaba en niveles más bajos que en lo peor de la crisis financiera de 2008-2009, cuando el paro se duplicó del 5% al 10%. Y el dato de noviembre sigue siendo inferior al de abril de 2020, cuando el mundo pasaba por lo peor de una pandemia que, además de matar a millones de personas, provocó una recesión, confinamientos y despidos generalizados.
La clave: la inflación
Pero, ¿por qué se ha producido esta desconexión? Las encuestas de la Universidad de Michigan apuntan a datos como que los ciudadanos se fijan más en las noticias más negativas, y que los medios hablan más sobre los despidos de miles de empleados en las grandes tecnológicas que sobre los cientos de miles de trabajadores que encontraban un empleo de forma individual cada mes. Pero la clave es mucho más sencilla: la inflación.
Una de las coletillas del presidente de la Fed, Jerome Powell, es que la inflación causa graves problemas financieros a las familias. Y todos los estudios al respecto dejan claro que la subida de precios, especialmente cuando ocurre a un ritmo tan fuerte como el que vivió EEUU en 2022 y 2023, es una de las principales causas de malestar social. En el último año, según los sondeos de Gallup, hasta un 61% de los estadounidenses dijo que la inflación estaba provocando problemas a su hogar. Y un 35% de los ciudadanos lo situaba como el principal problema del país, según la encuesta de mayo.
Psicológicamente, las subidas de precios son muy fáciles de notar y muy fáciles de recordar. Todas las personas tienen una serie de precios de referencia (productos de alimentación y droguería básicos, restaurantes, combustibles...) cuyas subidas no pasan desapercibidas, y el reciente bombardeo cartas de empresas (seguros, telecomunicaciones, suscripciones a 'streaming' y similares...) anunciando subidas de precios en sus servicios también dejan 'huella'.
La comparativa, además, es muy dolorosa en EEUU porque las medidas contra la pandemia (que contribuyeron a desatar el pico de inflación) supusieron la entrega de cheques por valor de miles de dólares en efectivo a los ciudadanos para compensar la caída de ingresos por los confinamientos y el parón económico. Tras recibir dinero gratis de manos del Gobierno, ver el poder de compra derretirse por la inflación hizo girar la sensación de desahogo económico 180 grados.
El resultado es una sensación muy clara de pérdida de poder adquisitivo, incluso aunque la media de los salarios haya subido por encima de la inflación, como ha ocurrido en EEUU. El hecho de que el carro de la compra suba cada mes hace que cualquier subida de salario se descuente como una mera compensación por el alza del coste de la vida, y que una congelación de ingresos sea percibida como una injusticia. El dolor de tener que recortar algunas compras o prescindir de algún capricho es algo que siente toda la sociedad más extensamente que una oleada de despidos como la de 2008 que, en la práctica, 'solo' afectó a un 5% de la fuerza laboral. Aquel golpe fue muy profundo y doloroso para los afectados, pero ese grupo era mucho más pequeño.
A eso se añaden los efectos secundarios de las subidas de tipos realizadas por la Fed para tratar de frenar la inflación: el aumento de los intereses en hipotecas o créditos al consumo llega a la calle como una subida de precios más que no hace, sino empeorar el problema de coste de la vida. El resultado es que, pese a que la inflación está frenándose sin parar desde principios de año, los consumidores no se han enterado: los datos de la Universidad de Michigan de noviembre señalaban que los encuestados esperaban que la inflación de finales de 2024 fuera del 4,5%, un punto y medio por encima del dato real de ese mismo mes.
Biden se agarra al 'aterrizaje suave'
Las sensaciones, sin embargo, parecen haberse girado en diciembre. El mensaje de Powell, apuntando a varias bajadas de tipos en 2024 ante los "buenos datos", que culminaron con una referencia al 'aterrizaje suave', es decir, el control de la inflación sin necesitar una recesión para ello, están empezando a notarse. Las expectativas de inflación para 2024 se han desplomado en un solo mes, del 4,5% al 3,1%. La subida de Wall Street, que ronda máximos históricos, se nota en los fondos de jubilación que tienen la gran mayoría de empleados en el país. Y pronto, la comparativa con el año anterior dejará de mostrar subidas relevantes en los productos de consumo diario.
Esta posibilidad es la gran esperanza del presidente, Joe Biden, que lleva dos años con su valoración hundida a niveles similares a los de Donald Trump, y en empate técnico con el que probablemente sea de nuevo su rival en los comicios del próximo mes de noviembre. El mayor lastre para el presidente es su mala nota en la economía. Su principal esperanza para lograr la reelección es que la campaña electoral se celebre en un entorno de bajadas de tipos, inflación bajo control y una sensación de alivio en los bolsillos de la población. La pregunta es si ese giro llegará a tiempo.