
En septiembre de 2015 se aprobó en la Asamblea General de las Naciones Unidas (ONU) la Agenda 2030, con objetivos dirigidos hacia la transformación de la sociedad en el ámbito sostenible y económico. En concreto, el quinto objetivo tenía un fin muy claro: acabar con la desigualdad entre hombres y mujeres, tanto socialmente como económicamente.
Ocho años después del inicio de este plan mundial, y con motivo de la celebración del Día Internacional de la Igualdad Salarial en el mundo (menos en España, que se festeja el 22 de febrero) podemos decir que hemos avanzado, pero no a pasos de gigante. Según datos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), calcula que las mujeres cobran un 20% menos que los hombres en todo el mundo, y con el ritmo actual que llevamos, se necesitarían 132 años para alcanzar la paridad salarial entre hombres y mujeres.
En este sentido, España, uno de los países en los que más se reivindican los derechos de las mujeres y que ha sido referente internacional en muchas ocasiones en cuestiones de igualdad de derechos, también ha dado pasos adelante desde el 2015. Según la Encuesta de Población Activa (EPA), la brecha salarial entre sexos ha descendido desde el 29,10% hasta el 20,9% en seis años, entre el 2015 y el 2021. Sobre todo, este descenso se dio a partir del 2018, con los inicios del aumento del Salario Mínimo Interprofesional en España, que ha pasado de los 735 euros a los 1.080 en cinco años.
Diferencias entre informes
Esto ha hecho que la diferencia salarial entre hombres y mujeres haya descendido 6 puntos, aunque para estudios como el Global Gender Gap de 2023, los avances de España están siendo insuficientes en cuanto a materia de género. De hecho, entre el pasado año y 2023, nuestro país ha descendido un puesto hasta el decimoctavo, siendo superados por Albania, aunque tengamos la misma puntuación. En un ránking que va entre 0 y 1 en cuanto a igualdad salarial, España tiene un índice de 0,791, y ha avanzado dos milésimas respecto a 2022, la mitad que el que era nuestro perseguidor, Albania (+0.004).
Este mismo informe también difiere de los datos de la EPA, ya que según recoge la web del Pacto Mundial (en español), la brecha salarial es de un 28,21% en 2022. La diferencia es sustancial entre ambos datos, y Laura Inés Fernández, fundadora y CEO de la empresa Bein Mindset, lo achaca a que "no hay estudios al 100% concluyentes sobre las principales razones de la brecha salarial".
Entonces ¿por qué esta subida del SMI le ha supuesto una mejora principalmente a las mujeres? Porque son ellas las que tienen empleos más precarios y peor remunerados, sobre todo en generaciones más mayores. "España, y en general todo el mundo, tiene la carga de unos sectores masculinizados y otros feminizados" explica Fernández, que declara que puestos como los de cuidados o limpieza suelen recaer en ellas, mientras que otros oficios como la mecánica, las mujeres tienen muy poca presencia.
En el gráfico observamos como las mujeres más mayores son las que más sufren esta brecha: el último dato (2020) detecta una diferencia del 15% entre el salario de un hombre y una mujer de 55 a 64 años. Las pensionistas aún lo sufren más, en gran parte porque muchas de ellas incluso ni llegaron a trabajar.
En dicho gráfico también se deja entrever que esta desigualdad salarial poco a poco va a ir en descenso, en función las generaciones más jóvenes vayan ganando terreno en el mercado laboral. "Sobre el 2026, el 75% de la fuerza laboral será de las generaciones más jóvenes, las que son las más formadas y con mayor sensación de igualdad de capacidades" comenta Fernández. De esta manera, expone que la brecha descenderá, aunque solo en lo referente al mercado de trabajo, ya que en la generación del baby boom las futuras pensionistas seguirán acusando la diferencia salarial.
Un futuro diferente
Una brecha en la que tiene gran importancia el llamado trabajo no remunerado. Según Fernández, si todo este trabajo no reconocido ni contabilizado aportara a la economía española, "el trabajo de las mujeres supondría el 52% del PIB".
La solución no se antoja fácil. La CEO cree que se deben de evitar "políticas a ciegas", y que los problemas sociales deben ser tratados siempre con datos. De esta manera, piensa que acabar con los "cuellos de botella" entre sindicatos, empresas y Administraciones Públicas "es clave".