
En un momento en el que la cuestión del tiempo de trabajo se ha situado en el centro del debate laboral en nuestro país, los datos de la Encuesta de Población Activa del segundo trimestre revelan que 1,31 millones de trabajadores españoles, un 5,4% del total, están dispuestos a trabajar menos horas reduciéndose proporcionalmente el sueldo. Es la cifra más alta desde el segundo trimestre de 2008, y coincide con un retroceso de los ocupados que quieren trabajar más horas, aunque siguen siendo más de 2,2 millones de trabajadores, el 9,6% de los ocupados.
Aunque lo más sorprendente es que desde la pandemia la 'brecha de género' en este ámbito parece haberse cerrado. El porcentaje de hombres dispuestos a trabajar menos es el mismo que el de las mujeres, un 5,4%. Una tendencia que ilustra la transformación de un mercado laboral en el que, tradicionalmente, la reducción de jornada se ha asociado a las cargas familiares de las trabajadoras.
A lo largo de 2023, hemos visto como el debate sobre el tiempo de trabajo ha evolucionado desde los 'programas piloto' para implantar la jornada de cuatro días a las propuestas electorales de los diferentes partidos políticos (y en especial Sumar) para flexibilizar o reducir las horas de trabajo, y facilitar así la conciliación.
Sin embargo, los datos de la EPA muestran una preocupante distancia entre el empleo y las horas trabajadas: así, pese al récord histórico de empleo, las horas trabajadas en el segundo trimestre siguen por debajo de los niveles de 2008, cuando había medio millón de ocupados menos. Y ello mientras la productividad sigue dando señas de debilidad y contradice a quienes proponen reducir la jornada (sin tocar el sueldo) con el argumento de que la intensidad de la actividad en España hace que las horas puedan repartirse.
En el marco de este debate, ¿son los datos de ocupados dispuestos a trabajar menos horas por un sueldo más bajo un síntoma de que existe una demanda mayoritaria entre la ciudadanía que ha cambiado sus prioridades tras la pandemia? Es una cuestión aún más llamativa teniendo en cuenta precedentes como la propuesta que Telefónica pactó con sus sindicatos para aplicar la reforma de cuatro días con un descenso proporcional del salario, que fue ignorada mayoritariamente por la plantilla.
Pero el auge de los ocupados que hoy trabajarían menos horas por menos sueldo queda muy por debajo de los niveles de los años anteriores a la crisis financiera. En 2005 se llegaron a superar los 1,6 millones, pese a que entonces solo había 18.7 millones de ocupados, 2,3 millones menos que hoy. Expresado en términos de tasa supone un 8,7%, más de tres puntos porcentuales por encima del 5,4% anotado en el segundo trimestre de 2023.
Donde sí se percibe claramente un cambio claro tras la pandemia es en el comportamiento por género. Desde la pandemia la diferencia entre las tasas de hombres y mujeres dispuestos a reducirse la jornada, se ha cerrado por completo. Incluso en algunos trimestres la de los varones ha llegado a ser puntualmente superior. Esto es especialmente significativo porque se produce en un momento de crecimiento del empleo.
Si analizamos la evolución previa a la pandemia, vemos que la esta diferencia entre hombre y mujeres se había reducido con la crisis financiera, pero esto se explica porque la destrucción de empleo y las malas condiciones económicas el global de personas disputas a trabajar menos horas por menos sueldo cayó a mínimos en ambos géneros. Con la recuperación del empleo, la brecha volvió aumentar.
Pero la pandemia trastoca esta evolución y pese al rebote el empleo tras 2020, la diferencia entre ambos porcentajes ha caído. Esto puede responder a varias causas, desde el mayor acceso de mujeres al mercado laboral y a puestos de responsabilidad mujeres en el mercado laboral, a un cambio en la mentalidad de los varones acentuado tras la pandemia.
El problema es que este avance, pese a ser histórico, dista mucho de ser suficiente de ser suficiente para alcanzar la igualdad de la jornada laboral. La razón es que las mujeres siguen siendo las que más sufren el problema de trabajar menos horas de lo que querrían.
Brecha de subempleo
A priori, la evolución de las personas dispuestas a reducirse la jornada ser parece el reverso de los que quieren aumentarla. Estos últimos se encuentran a mínimos de 2008, aunque siendo casi el doble, 2,02 millones de ocupados. Suponen el 9,6% del total de ocupados, una tasa que se mantiene sin variación en los últimos tres trimestres, pero que es la más baja también desde 2008.
Pero en el momento de analizar los datos por género, los hallazgos son menos positivos. Y es que este problema sigue afectando con mucha mayor intensidad a las mujeres. Afecta a un 12,3% de los trabajadores frente a un 7,3% de los varones. Una diferencia de 5 puntos porcentuales que sigue lejos de cerrarse.
De hecho, pese a las fluctuaciones en el mercado laboral que han hecho que durante la crisis financiera el porcentaje de trabajadores llegara a dispararse, la diferencia entre géneros se ha mantenido relativamente estable e incluso se ha elevado: la diferencia de 5 puntos de hoy supera en dos puntos al mínimo histórico de 3 puntos en 2009. Algo que indica que, al contrario que con la reducción de jornada la mejoría del empleo no ha mejorado esta precariedad de las mujeres.
Los daos son preocupante si tenemos en cuenta que España tiene una de las tasas de subempleo más altas de la Unión Europea. Supone el 7,99% del total de ocupados, pero esta también cambia mucho según el género: entre los hombres es del 5,8% y entre las mujeres del 10,8%.