
Los trabajadores de United Parcel Service (UPS) amenazan con una huelga en Estados Unidos en un parón que supondría un jarro de agua fría para la inflación y para la economía del país. Los sindicatos y la compañía están negociando un nuevo convenio laboral, que vence a finales de mes, con la principal reivindicación de un alza salarial. De no alcanzarse un acuerdo, 340.000 trabajadores de UPS irían a la huelga, paralizando los servicios de mensajería, envíos y transporte de mercancías de EEUU.
"Cerca de 340.000 profesionales de UPS Teamster de entregas y logística en almacenes están luchando por un nuevo convenio de cinco años que garantice un mejor salario para todos los empleados", reivindica Teamster, la Hermandad internacional de camioneros y el sindicato en cuestión. Además de un aumento de la nómina, piden que se incremente el número de trabajadores a tiempo completo o que se refuercen las medidas de protección frente al calor.
El de UPS es el mayor convenio privado de todo Estados Unidos, según Teamster, por lo que las negociaciones sindicales son críticas. Una huelga de esta envergadura afectaría a numerosos rincones del país, a otros cientos de empresas que dependen de la firma y a millones de consumidores. Más del 60% de toda la plantilla de UPS iría a la huelga, ya que la compañía tiene más de medio millón de trabajadores en todo el mundo.
Otra empresa del sector, la de mercancías Yellow, también amenaza con una huelga inminente. En este caso, el conflicto entre la sociedad y sus empleados, además de renovar un convenio con mejores condiciones, reside en el seguro y en el plan de pensiones de los empleados, explica el mismo sindicato.
Yellow no ha pagado los 50 millones de dólares que tenía que transferir a las aseguradoras y fondos de pensiones correspondientes, según Teamster, por lo que los empleados podrían quedarse sin estas garantías el 23 de julio y, entonces, empezar la huelga el lunes 24 de julio. Unos 22.000 profesionales pararían.
Para la economía, las huelgas y paros siempre son preocupantes, pero en este momento es especialmente delicado para EEUU y su coyuntura. Cada vez toma más cuerpo que el país esquivará un aterrizaje forzoso provocado por el actual ciclo de subidas emprendido por la Fed. La fortaleza del mercado laboral está permitiendo que la economía siga creciendo pese a que el rally de tipos es el más salvaje en cuarenta años.
La inflación va retrocediendo y la necesidad de mantenerse firme con los tipos se va difuminando. Sin embargo, los distintos conflictos laborales abren la espita de la desconfianza. Generan desasosiego, especialmente, las reivindicaciones de los trabajadores de UPS y de otras compañías de transporte.
La amenaza de paros revive la pesadilla que vivieron las economías desarrolladas con la interrupción de la cadena de suministro y cuellos de botella tras la pandemia. UPS no deja ser un eslabón clave en la distribución de mercancías del país. Para empezar, es la principal compañía de paquetería de Amazon. El año pasado, circularon por el país de media 75 millones de paquetes diarios. UPS se encargó de recoger y entregar aproximadamente el 28% de ellos, según ShipMatrix, una consultora del sector, recoge Bloomberg.
El daño para la economía dependerá del tiempo que haya huelga y su impacto en la inflación. Para los precios el riesgo es doble. Un parón de la actividad de UPS provocaría que la competencia suba sus tarifas para compensar los sobrecostes de una mayor demanda. Y, por otro lado, está la derivada de las mejoras salariales. Los trabajadores pueden protestar por problemas concretos, pero de fondo el problema es la pérdida de poder adquisitivo por culpa de la inflación.
Si se cumple la demanda de sueldos más elevados, es una llamada a los temidos efectos de segunda ronda de la inflación, que eleva el riesgo a que haya una espiral de subida de salarios y precios, perpetuando el problema. De producirse sería tirar por tierra la lucha de la Fed de casi año y medio para meter en vereda a la inflación. El año pasado, la tasa anual llegó a superar el 9%. Desde los años ochenta, con la crisis del petróleo, EEUU no había vivido un despropósito parecido.
Una huelga en el transporte, como la que se plantea, puede añadir dos décimas a la tasa de inflación, según cálculos de Greg Valliere, estratega jefe de AGF Investments. No parece mucho, pero podría ensombrecer la actual caída hasta el 3%, que se registró en junio.
Para las compañías que utilizan UPS cambiar de servicios entraña un sobre coste, ya que las tarifas suelen estar ajustadas con descuentos por volumen, explica Micheal McDonagh, presidente de AFS Logistics. La buena noticia es que para el sector la posible huelga llega en el momento más benévolo. Los meses previos a la Navidad es cuando el volumen de paquetes se multiplica por ocho.
Las reivindicaciones de los trabajadores en EEUU recuerdan a las de Reino Unido. El país lleva meses sumido en una espiral de huelgas, que afectan a distintos sectores, y que han terminado obligando a las compañías a aumentar los salarios. No es casualidad que la inflación británica haya sido la más difícil de controlar entre los países del entorno y que los precios allí hayan resistido con más fuerza. El incremento de los sueldos ha sido un factor clave.
Los analistas temen los efectos que pueda generar la mejora salarios para apaciguar las huelgas. "Puede romper la dinámica de empresa y empleado, ya que sería un claro incentivo para que otros trabajadores vayan a la huelga", alerta Kathy Bostjancic, economista jefe Nationwide Mutual Insurance.
En EEUU, además de las negociaciones con transportistas y servicios de mensajería, hay otras industrias inmersas en estas reivindicaciones sociales. El propio Hollywood está en conversaciones para renovar su convenio colectivo y acecha una posible huelga. También llama la atención los paros en Starbucks. Los trabajadores quieren que los sindicatos tengan presencia en las tiendas y se establezca la representación laboral.
En un contexto en que la inflación es la preocupación principal de los bancos centrales, los organismos monetarios vigilan cada acontecimiento y su impacto en la economía. De hecho, la Reserva Federal (Fed) explicó cómo la gira de la cantante Taylor Swift aumentó los ingresos turísticos de Filadelfia, siendo el mejor mes en facturación hotelera desde el inicio de la pandemia. En Australia, el banco central reconocía que los conciertos de Beyoncé habían ralentizado la caída de la inflación subyacente mensual. Ambos ejemplos reflejan como un único acontecimiento puede trastocar los datos macroeconómicos e influir en las decisiones de política monetaria.
Ahora mismo la verdadera preocupación de los bancos centrales está en el sector servicios, tras bajar las presiones inflacionistas en los precios energéticos y materias primas. Los bancos están siguiendo la inflación 'supercore', una especie de inflación subyacente de servicios, que detecta con mayor facilidad si los aumentos de salarios se trasladan a los consumidores. En el sector terciario, los costes laborales son claves para la rentabilidad del negocio, muy por encima de la industria, y si está en peligro, la única salida es elevar los precios de venta.