
El primer año de la reforma laboral ha disparado la contratación y la afiliación de trabajadores indefinidos, pero no a la misma velocidad. El resultado es una brecha de 4,7 millones de contratos 'fantasma' que se extinguieron sin consolidarse en empleos reales. Suponen el 67% del total de los firmados.
La calidad del nuevo empleo indefinido ha sido objeto de debate desde el primer momento. Un debate inexistente desde el punto de vista legal, ya que cualquier contrato indefinido, ya sea a tiempo completo, parcial o fijo discontinuo, conlleva derechos laborales que no conlleva un temporal, como una mayor indemnización por despido o mejor cotización (y protección social). Pero en la práctica, esta mejoría también depende de cómo se apliquen estos contratos. Es decir, que más allá de la duración legal estipulada, hay que analizar su volatilidad efectiva.
El año 2002 finalizó con 2,29 millones de afiliados medios a la Seguridad Social con un contrato indefinido más que a cierre de 2021. Un incremento notable en el que además destaca el hecho de que más del 53,8% eran trabajadores con un empleo a jornada completa, mientras que el 26,4% lo eran a tiempo parcial y un 19,7% fijos discontinuos.
A la espera de conocer los datos de la EPA, son los datos de Seguridad Social los que esgrime el Gobierno para demostrar que la reforma ha cumplido su objetivo de 'crear empleos más estables y de mayor calidad'. Pero aquí nos encontramos con que en el conjunto del años se firmaron 7 millones de contratos indefinidos. Es decir, que para añadir cada nuevo afiliado estable se requirieron 3 contratos.
¿Mayor calidad del empleo?
Aunque esta ratio pueda sorprender, es mucho más reducida que la de los temporales. Pero también que la de los indefinidos antes de la reforma. En 2021 se situó en 4,7 contratos por cada afiliado consolidado.
Aunque combinar en el mismo análisis datos de contratos registrados por el SEPE y la afiliación media al Régimen General de la Tesorería General de la Seguridad Social no sería correcto estadísticamente (se trata de datos que se elaboran con metodologías diferentes, y por lo tanto no comparables), es lo que hicieron el Ministerio de Trabajo y Economía Social y el de Inclusión y Seguridad Social el pasado mes de octubre.
Su idea era responder a las dudas sobre la calidad del nuevo empleo indefinido, expresadas por expertos como los de Fedea y BBVA Research, presentando un nuevo indicador de la calidad del empleo indefinido que se basaba en la mencionada mejoría de las ratios entre contratos y afiliados.
Pero obviaron que si se analizan en términos absolutos la lectura es muy diferente. Y es que si hace un año hablábamos de una brecha de 1,67 millones de contratos fijos 'fantasma', en 2021 se ha elevado hasta los 4,73 millones. Una cifra que se aproxima al incremento interanual de los contratos indefinidos: 4,9 millones.
La diferencia es que hace un año esta ratio se tradujo en una brecha de 1,67 millones de contratos fantasma y en 2021 ha llegado a los 4,73 millones. Una cifra que se aproxima al incremento interanual de los contratos indefinidos: 4,9 millones.
En 2022 se firmaron 7,07 millones de nuevos contratos indefinidos, 4,9 millones más que en 2019. Un incremento de la contratación espectacular, aunque es más del doble de aumento de la afiliación. ¿Pero se mantiene la misma calidad de los empleos que registra Seguridad Social?
El porcentaje de la jornada completa en el total de los 7 millones de nuevos contratos es del 42%, once puntos menos que la que registra el incremento de la afiliación. La explicación de esta diferencia es que el peso de los fijos discontinuos entre los nuevos contratos, del 33%, es mayor que entre los nuevos afiliados, que quedaban en el 19,7%.
Además, son los fijos discontinuos los que registran la mayor brecha de contratos estériles: los 2,32 millones de contratos firmados solo se han traducido en 451.6663 nuevos afiliados. Una diferencia de 1,87 millones que supera a la de la modalidad mayoritaria, los indefinidos a jornada completa, que es de 1,73 millones.
La prueba del algodón
Volviendo al indicador diseñado por el Gobierno, para el empleo indefinido a jornada completa hay que firmar 2,4 contratos (cuando hace un año eran 4), para los fijos discontinuos hay que firmar 5,3, cuando hace un año era 4,5). Por su parte, la ratio de los indefinidos a jornada parcial ha pasado de 9,2 a 2,8 tras la reforma laboral.
Esto confirmaría que, si bien, las modalidades indefinidas convencionales (a jornada completa o parcial) han mejorado su 'calidad', la de los fijos discontinuos no solo no lo ha hecho, sino que ha empeorado. Esto usando la propia metodología acuñada por el Ejecutivo.
En cualquier caso, la prueba del algodón más sencilla y directa sigue estando en cómo se distribuye cada modalidad contractual estable sobre el total. Y aquí vemos un cambio sustancial tras la reforma: los indefinidos a tiempo completo han caído del 61,2% al 42% en entre 2021 y 2022 y los de jornada parcial del 26% al 24%, mientras los fijos discontinuos han escalado del 19% al 33%.
Un dato que confirma que el el cambio de paradigma del mercado laboral, frente a los que aseguran el Gobierno, sí ha afectado las condiciones de los puestos indefinidos, que ya no se miden exactamente en los mismos en términos de 'calidad' del empleo que antes de la reforma.