
El 49,2% de las personas que trabajaban a tiempo parcial lo hace porque no encontró un trabajo a tiempo completo. Aunque hablemos de una situación que afecta a 1,4 millones de personas, la cifra encierra una lectura positiva: se trata del menor porcentaje registrado en doce años.
Sobre el papel, este supuesto no debería estar vinculado al género, al menos no como otros que se asocian a las mujeres, como el cuidado de los hijos. Pero lo cierto es que hay casi tres veces más mujeres afectadas que hombres.
Ellas suman 992.700 trabajadoras, frente a los 392.900 varones y que suponen el 71% del total. Hay que tener en cuenta para entender esta brecha que suponen el 73% de los trabajadores a tiempo parcial. Aun así, la evolución a la baja de la parcialidad forzosa las ha beneficiado más a ellas, con un descenso del 12% frente al retroceso del 3% de los hombres.
Sin embargo, si analizamos la diferencia de género en términos de tasa, nos encontramos la situación inversa: la parcialidad forzosa afecta el 52,6% de los varones, mientras se queda en el 47,9% para las mujeres.
Un lastre de la crisis financiera
Pese a la recuperación del empleo, la parcialidad forzosa sigue muy lejos de los niveles previos a la quiebra de Lehman Brothers, que desencadenó un intenso repunte de esta forma de precariedad laboral. Con el estallido de la crisis financiera, encarriló una forzosa se duplicó. Si en el inicio de la serie histórica, en el primer trimestre de 2005, se situaba en el 30,6%, una década después llegaba a un máximo del 63,3%.
Desde entonces, el descenso ha sido continuo en lo que parece ser una cierta mejor de la calidad del empleo que se iba creando, si bien aún sigue casi 20 puntos por encima de los niveles de 2005.
La imposibilidad de encontrar un trabajo por más horas explica el 81% del subempleo, una variable que recoge también a otros supuestos, como la ausencia de horas extras o la reducción de jornada. Este problema también ha registrado una reducción, si bien más intensa: en su caso, anota cifras equivalente a las de 2008.
La evolución también se alinea con la de los ocupados que quieren trabajar más horas, que en el segundo trimestre se situaron en poco más de 2 millones, el mejor dato desde el cuarto trimestre de 2007 si descontamos, eso sí, el segundo trimestre de la pandemia.
El impacto de la reforma laboral
El papel de la reforma laboral en esta mejoría es, cuando menos, limitado. La legislación no limita el tiempo parcial como sí lo hace con el empleo eventual. Más bien lo contrario, según el análisis de la contratación indefinida, que ha impulsado el recurso a los contratos a medio tiempo y a los fijos discontinuos, que en un alto porcentaje son a tiempo parcial.
Sin embargo, esta evolución no parece haberse trasladado a los datos de empleo del Instituto Nacional de Estadística. La razón, está, en primer lugar, en la alta volatilidad de los nuevos contratos indefinidos, especialmente de los fijos discontinuos que suponen un tercio de los contratos firmados en lo que va de año, según el SEPE, pero solo aportan un 3% del empleo creado según la Encuesta de Población Activa.
Aun así, los ocupados con contrato indefinido a tiempo parcial ha crecido un 12% en términos interanuales, cuatro puntos más que los que lo tienen a jornada completa, y se sitúa en su máximo de la serie histórica. Pero este repunte se ha visto matizados por la reducción de los empleos temporales a jornada parcial, que han caído un 12.
En cualquier caso, el 62,2% de los trabajadores a tiempo parcial tiene un contrato indefinido, el mayor porcentaje de la serie histórica después del tercer trimestre de 2020, periodo marcado por la acelerada destrucción de empleo temporal durante los primeros compases de la pandemia.