La crónica del auge y caída del teletrabajo en España durante los dos últimos años ha tenido como protagonistas a los asalariados, pese a que el colectivo que más lo practican son los trabajadores por cuenta propia. Pero ahora estos también acusan el retroceso con una intensidad inédita.
Años antes de que la palabra 'coronavirus' empezara a formar parte de nuestro diccionario cotidiano, hablar de teletrabajo era ya sinónimo de autónomo en el mercado laboral español.
En el periodo entre 2006 y 2019 el porcentaje de los trabajadores por cuenta propia que recurrían a él multiplicaba, de media, nueve veces al de los asalariados. Pero el estallido de la pandemia cambió las cosas.
El 17% de los empleados llegó a teletrabajar durante el confinamiento en 2020, más de cuatro veces más que un año antes. El de los autónomos no registró un aumento tan espectacular, de hecho, retrocedió levemente, aunque remontó dos puntos en 2021. En cualquier caso, siguió estando muy por encima.
Para entender esta evolución, hay que tener en cuenta las diferencias entre los dos colectivos de trabajadores.
Aunque ambos sufrieron de la misma forma los confinamientos y las restricciones a la movilidad, los contratados por empresas se beneficiaron en el primer momento de una legislación laxa, sin actualizar desde a 2012, y que daba vía libre a la negociación colectiva para fijar las condiciones.
También de incentivos específicos para implantar el teletrabajo de las que los autónomos solo se beneficiaron si tenían trabajadores a su cargo. Aunque la eficacia de este apoyo es discutible.
Y es que 2021 se convirtió en el año de la marcha atrás en el teletrabajo en España: nuestro país fue uno de los únicos seis de Europa en los que el teletrabajo cayó, según los datos de Eurostat.
Sin embargo, el retroceso se concentró en los asalariados. Un fenómeno que no pocos expertos achacan a la entrada en vigor de una nueva ley de teletrabajo demasiado rígida y costosa que llevó a las empresas a permitirlo solo de forma ocasional, con menos de un 30% de la jornada.
De hecho, esta es la única modalidad de teletrabajo que ha prosperado en el último año entre los asalariados, mientras que el teletrabajo que supera la mitad de la jornada semana de cinco días, ha retrocedido.
No obstante, hay que recalcar que sigue muy por encima de los niveles previos a la pandemia. No ha ocurrido así con los autónomos.
La paradoja emprendedora
El cambio legal, en teoría, no afecta a los autónomos individuales –en todo caso a los empleadores--, y sin embargo no han sido ajenos a este retroceso.
Aunque con dos matices importantes. El primero es que en su caso se ha acelerado en 2022. El segundo es que, aunque el teletrabajo ocasional se mantiene, se produce un descenso excepcionalmente intenso en el continuo, que bajó el 15.2% en el segundo trimestre. Hay que remontarse a 2017 para encontrar un nivel más bajo.
Dicho de otra forma: el teletrabajo de los autónomos, a diferencia del de los asalariados, se ha reducido más que antes de la pandemia. En concreto, ha retrocedido cinco años.
La inflación y los costes energéticos podrían estar detrás de este insólito paso atrás. Aunque los que trabajan en remoto lo sufren en menor medida que los que tienen un local o trabajan en oficios presenciales, tampoco son ajenos a los costes.
Y cuentan con alternativas como los 'coworking', que en el último ejercicio han registran un aumento tras el parón de la pandemia.
Aunque otra interpretación, menos positiva, es la que hacen los sindicatos. En este sentido, apuntan a que este descenso se debe a muchos autónomos económicamente dependientes (TRADE), especialmente en sectores digitales, que se han visto arrastrado en este 'éxodo' de vuelta a la oficina.
