La lira turca se ha depreciado más de un 60% contra el dólar desde febrero de este año, mientras que la inflación está disparada por encima del 21% anual. Con estos datos y una economía que está creciendo con fuerza en términos nominales, los libros de teoría económica recomendarían a Turquía establecer unos tipos de interés incluso más altos que la propia inflación para frenar la espiral alcista que viven los precios. Sin embargo, Turquía ha optado por echar un pulso a la teoría económica y hacer todo lo contrario: bajar los tipos de interés para seguir estimulando la economía. La lira sigue bajando y Turquía se acerca a una crisis cambiaria total que amenaza con mutar en una crisis financiera y económica.
La teoría dice que se puede denominar crisis cambiaria cuando se produce una sustancial depreciación nominal de una moneda, que supere el 25% o más en un año, después de haber caído ya un 10% el año anterior. La lira turca cumple con ambos requisitos de forma sobrada, puesto que en 2020 ya se depreció más de un 20% y este año esa cifra va a quedar en nada.

"Una crisis monetaria ya es bastante mala para Turquía. Una crisis económica en toda regla sería mucho peor. El país se acercó un poco más este tipo de crisis el pasado viernes, no obstante aún puede evitar el peor de los casos si actúa rápidamente para contener la inestabilidad financiera que se extiende y mantener su considerable potencial económico", asegura Mohamed A. El-Erian, economista jefe de Allianz, en una columna publicada en Bloomberg.
El desplome de la lira es espectacular y lejos de frenarse parece estar acelerando tras las últimas decisiones del Banco de Turquía de reducir los tipos de interés en varios cientos de puntos básicos. La lira se ha depreciado contra el dólar en lo que va de diciembre un 22%. Los tipos de interés oficiales han bajado del 19 al 14% en pocas semanas, un recorte de 500 puntos básicos que además coincide con el endurecimiento de la política monetaria en EEUU o Reino Unido. Por ahora, las expectativas de inflación parecen haberse desanclado en Turquía.

"La creciente inestabilidad financiera está alimentando las preocupaciones sobre los efectos secundarios adversos a otras partes de la economía, desde un nuevo impulso a la inflación, que ya está por encima del 20%, erosionando el poder adquisitivo y los ahorros de los hogares, hasta los industriales que hacen sonar la alarma sobre los daños a la producción y las inversiones", advierte El-Erian.
El experimento de Erdogan puede acabar saliendo muy caro. Desde Danske Bank dan algo de contexto a la situación yéndose a 2019. Desde mediados de ese año, el presidente Erdogan ha despedido a tres gobernadores del banco central que no estaban de acuerdo con su visión de que los altos tipos alimentan (no contienen) la inflación. Como resultado, el Banco Central de la República de Turquía (CBRT) ha cambiado su enfoque bajando los tipos de interés (los tipos de interés reales están en 700 puntos básicos negativos) y ha dado instrucciones a los bancos estatales para que amplíen el crédito a las empresas. Además, el gobierno ha elevado el salario mínimo en un 50%.
Más leña al fuego de la inflación
Estas decisiones están echando más leña al fuego de las presiones inflacionarias en la economía. "Dados los crecientes vientos en contra externos e internos, el 'experimento de política' presenta una gran apuesta para la estabilidad de la economía turca. Aunque Turquía y otros mercados emergentes se han beneficiado de una política monetaria mundial ultralaxa tras el inicio de la crisis del covid-19 en 2020, la suerte ahora está cambiando a medida que la Reserva Federal y muchos otros bancos centrales se están moviendo hacia un rápido ajuste de la política monetaria. Esto aumenta la presión sobre los mercados emergentes para que sigan su ejemplo o incluso vayan más allá para evitar importantes salidas de capital y una debilidad del tipo de cambio que pueda desencadenar fuertes aumentos de la inflación. Por lo tanto, ir contra corriente al bajar los tipos de interés crea presiones para más salidas de capital y mayor debilidad del tipo de cambio", aseguran los economistas del banco nórdico.
El impacto de estas políticas se expandiendo por la economía. El-Erian comenta en su columna de Bloomberg que hasta la semana pasada parecía que solo la lira estaba siendo la más afectada por esta política monetaria poco ortodoxa del banco central. La bolsa, si se analiza en liras turcas, había funcionado relativamente bien, especialmente porque muchos inversores lo ven como la mejor cobertura contra la inflación a nivel nacional. Sin embargo, "el viernes esa cobertura fue víctima de una creciente comprensión del riesgo". La bolsa de Turquía se desplomó más de un 8% analizada en liras turcas.
"Cuanto más persistan los movimientos desordenados en la lira, y ya se han prolongado bastante, mayor es el riesgo de amplificadores tanto internos como externos. Internamente, se está presionando a los hogares y las empresas para que aceleren el uso del dólar u otras divisas 'duras' mientras luchan por contrarrestar el rápido deterioro del valor de sus balances. El impacto en la economía se ve fácilmente acentuado por las salidas de capital a medida que los extranjeros retiran fondos. Mientras tanto, la confianza en la capacidad del banco central para estabilizar la moneda disminuye con cada intervención fallida que también erosiona las reservas internacionales del país", asegura El-Erian.
De hecho, la historia de las crisis de tipo de cambio en los mercados emergentes está plagada de ejemplos de países incapaces de contener y revertir una desplome de su divisa que termina dañando al resto de la economía: Argentina o Venezuela pueden ser buenos ejemplos de dificultad para contener una crisis cambiaria, que termina expandiéndose a toda la economía.
"Es posible que Turquía ya se encuentre en un punto en el que necesite no solo un conjunto más completo de ajustes de política interna, sino también algún tipo de ancla externa complementaria. Y aunque seguramente se considerarán los controles de capital, su atractivo se ve mermado por el posible daño estructural y a la reputación de un país que ha florecido abriéndose al comercio internacional y la inversión global. También moderarían el entusiasmo de los inversores que, de otro modo, estarían interesados en formar parte de una recuperación financiera", asegura El-Erian.