
Derrota dulce, pero derrota al fin y al cabo. El Gobierno argentino sufrió este domingo un correctivo en las urnas que reforzó a la oposición y complica su posición de cara a las negociaciones con el FMI para restructurar su deuda. Un mensaje que le llegó bien claro al presidente, Alberto Fernández, que, poco después de conocerse los primeros resultados, anunció que negociará con la oposición el paquete de reformas que presentará a la organización internacional. No le queda más remedio: el peronismo perdió el Senado por primera vez desde el fin de la dictadura militar en 1983, y la oposición ganó terreno en el Congreso.
Aun así, las imágenes de la noche electoral no hacían indicar que el Gobierno había sufrido un fuerte correctivo, en parte porque hacía meses que se daba por hecho y buscaron aferrarse a cualquier buena noticia. Frente al ambiente de funeral de la primera vuelta, el cuartel de campaña del Frente de Todos, la coalición liderada por la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, estaba de celebración. El motivo era muy sencillo: habían logrado reducir su margen de derrota nacional de 10 a 9 puntos y en su bastión electoral, la Provincia de Buenos Aires, solo habían perdido por 1,3 puntos, en vez de los 4 que les había sacado la coalición opositora Juntos por el Cambio en septiembre. Esta 'remontada' de última hora les permitió salvar por la mínima la primera posición en el Congreso, aunque queda un escaño que 'baila' por un centenar de votos en la provincia de La Rioja que aún podría llevar al empate entre ambas fuerzas.
Aun así, la posición parlamentaria del kirchnerismo queda seriamente comprometida. En el Senado, donde han pasado de 41 a 35 escaños -con la mayoría absoluta situada en 37- tras perder en 6 de las 8 provincias que renovaban actas este año, el poder pasa ahora a tres senadores de pequeños partidos regionalistas: Juntos Somos Río Negro, el Partido de la Concordia Social de Misiones y Hacemos por Córdoba. En el Congreso, perdieron dos escaños y se quedaron con 118, frente a los 116 del 'macrismo', que sumó uno (a falta de saber si ese último escaño en juego entre ambos partidos, que en este momento aún sería peronista, llevará al empate a 117). Para llegar a los 129 de la mayoría absoluta, necesitarán pactar con una constelación de 14 diputados regionales.
Quizá el dato más destacado fue la irrupción de dos fuerzas en los extremos opuestos del espectro ideológico. Los trotskista-leninistas de Nicolás del Caño obtuvieron un 6% nacional, su mejor resultado histórico, y 4 diputados, mientras que los anarco-capitalistas de Javier Milei lograron un 4,7% y 5 escaños.
El golpe al kirchnerismo quedó amortiguado por dos factores. Por un lado, en estos comicios solo se renovaba la mitad del Congreso y un tercio del Senado, y el Gobierno llegaba con el colchón de su victoria en ambas cámaras durante las presidenciales de 2019. Además, en las elecciones de hace cuatro años, con las que había que comparar estas, el peronismo también sufrió una derrota ante el partido del entonces presidente Mauricio Macri, por lo que no tenía tanto que perder. El hecho de que hayan empeorado su mal resultado de 2017 no es, desde luego, una buena señal.
El gran ganador, mientras tanto, es Macri y su coalición, al que ha resucitado el péndulo de la política argentina en estos años. En 2017, Kirchner parecía herida de muerte tras sufrir una grave derrota personal en Buenos Aires y ver al peronismo perder por 9 puntos a nivel nacional. En 2019, Macri era el que parecía terminado tras caer por 9 puntos ante Fernández. Y ahora son de nuevo los peronistas los que han perdido por 9 puntos ante el equipo de Macri, apenas renovado desde su derrota de 2019. El expresidente estaba en primera plana en su acto de celebración, y la que fuera su mano derecha, María Eugenia Vidal, arrasó en la capital tras perder hace apenas dos años en la Provincia de Buenos Aires.
Guzmán, reforzado
La pérdida del margen de maniobra en las dos Cámaras y la resurrección del macrismo han obligado al presidente a reconocer que no podrá aprobar un acuerdo con el FMI sin un consenso nacional. En un mensaje en vídeo grabado en su residencia oficial, la finca de Olivos, Fernández anunció que contará con la oposición para cualquier pacto para la reestructuración de la deuda. El mandatario espera acordar un paquete de medidas que entraría en vigor a partir de 2025, por lo que necesita el apoyo de Juntos por el Cambio para evitar que, si el peronismo pierde las elecciones presidenciales de ese año, el nuevo Gobierno repudie sin más el pacto con el FMI, algo a lo que la institución no se quiere arriesgar.
Para ello, Fernández mencionó específicamente a su ministro de Economía, Martín Guzmán, economista experto en renegociaciones de deuda, que está en el Gobierno precisamente para esto. En las últimas semanas, el ala kirchnerista del Gobierno había empezado a lanzar dardos contra él, pero el resultado de las elecciones ha dejado sin balas a la vicepresidenta y ha reforzado al ministro. Ahora su objetivo será cuadrar un complejo sudoku: contentar al FMI, al kirchnerismo, al peronismo tradicional y la la coalición macrista, que a su vez incluye a partidos que van del centro-izquierda al centro-derecha. Un pacto de Estado de pleno derecho para el que ya están invocando a los Pactos de la Moncloa como inspiración.