
Si bien el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, logró que los progresistas de su partido no torpedearan el plan bipartidista de inversión en infraestructura, que incluye 550.000 millones de dólares en gasto adicional, los retos para el grueso de su agenda de gasto social y medioambiental son múltiples.
Con las encuestas mostrando un desplome en su aprobación y los primeros síntomas de preocupación en las urnas floreciendo la semana pasada en Virginia, los demócratas se quedan sin tiempo para aprobar su conciliación presupuestaria que incluirá un ambicioso paquete de gasto de 1,85 billones de dólares.
Cuenta atrás
En la Cámara de Representantes, los demócratas moderados no están dispuestos a votar el plan hasta que la Oficina Presupuestaria del Congreso (CBO, por sus siglas en inglés) emita su veredicto sobre el impacto del plan en las cuentas públicas. Un resultado que podría retrasarse hasta el próximo 22 de noviembre, algo que hace pensar que es poco probable una votación antes de Acción de Gracias.
Hay que tener en cuenta que el Congreso también tendrá que aprobar una resolución continua o una ley de gastos para evitar un cierre del gobierno el 3 de diciembre además de elevar o suspender el techo de la deuda.
Mientras tanto, en el Senado, los demócratas Joe Manchin y Krysten Sinema continúan sin arropar un plan de reconciliación presupuestaria, que podría no someterse a votación en la Cámara Alta por lo menos esa diciembre. De llegar a retrasarse a 2022, la probabilidad de que se apruebe caerá en picado a medida que la atención vira a las elecciones legislativas.
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