La escasez mundial de chips y los escasos visos de que se solucione en el corto plazo le puede servir a Malasia para 'hacer el agosto'. Cada vez son más las grandes compañías apuradas por hacerse con semiconductores y ya se plantean contratos de suministro a largo plazo y pagar lo que haga falta por tener stock suficiente. Lo productores malasios no quieren dejar pasar la ocasión.
La problemática es de sobra conocida. Los fabricantes se apresuran a reponer las existencias de chips que se agotaron durante los recortes de las fábricas por la pandemia, sobre todo los fabricantes de automóviles, que ya habían cancelado pedidos por la escasa demanda. Esa escasez de chips ha mermado su producción y sigue perturbando las cadenas de suministro justo cuando la demanda de los consumidores se dispara a medida que se relajan las restricciones contra el covid.
El quid de la cuestión en el caso de Malasia es que el país destaca en la producción de chips básicos, utilizados para coches, smartphones y dispositivos domésticos. Inversores y analistas afirman que la actual escasez también es fruto de la escasa inversión en tecnología para fabricar estos chips de generación anterior que pueden costar menos de 1 dólar, muy utilizados en la industria del automóvil, ya que pesos pesados como Samsung y la taiwanesa TSMC han invertido miles de millones en el desarrollo de chips más potentes y de gama alta.
"Siempre pensamos en estos semiconductores de gama baja como un negocio de bajo margen. Pero, de repente, tienen un poder de fijación de precios adicional del 5-10%", describe a Reuters Patrick Chang, director regional de inversiones en renta variable de Principal Asset Management Bhd.
El espectro que se abre ante las nuevas necesidades de las compañías es una oportunidad para la industria malasia de los chips, que representa más de una décima parte de un comercio mundial de más de 20.000 millones de dólares. El país es el cuarto mayor proveedor mundial de chips por detrás de Taiwán (50% del mercado global), China y EEUU y alberga proveedores y fábricas que sirven a fabricantes de chips como STMicroelectronics e Infineon y a fabricantes de automóviles como Toyota, Ford y General Motors.

En las fábricas de Malasia, operadores como la empresa de empaquetado de chips Unisem afirman que el actual impulso está llevando a los compradores que venden chips a los fabricantes de automóviles y electrónica a estar dispuestos a firmar grandes subidas de precios, algunos incluso pidiendo tantos chips ensamblados como puedan producir las plantas, sea cual sea el coste.
Algunos grandes clientes estén firmando unos contratos de suministro a largo plazo que van de uno a tres años y que se están convirtiendo en la norma en el sector, corrobora a Reuters Wong Siew Hai, presidente de la Asociación de la Industria de Semiconductores de Malasia: "Algunos clientes están pidiendo más de lo que necesitan para asegurar el suministro".
Sin embargo, los productores malasios no quieren 'pillarse los dedos'. De una forma prosaica lo explica el presidente de la firma del sector Unisem, John Chia, quien argumenta que quieren ser "prudentes" y señala al pasado: "Ya nos han golpeado antes, ¿recuerdan los días de las puntocom?". "Ahora les decimos (a los clientes) que al menos firmen el 70% de su previsión (de volumen). Si no me dan esa cantidad completa, tendrán que pagar igualmente", remata.
El desajuste no parece que vaya a remitir pronto y algunos se atreven a poner límite temporal a esta 'tormenta perfecta'. El propio Wong advierte de que la escasez puede durar años. "Para que la capacidad se ajuste a la demanda, se necesitarán al menos dos o tres años", enfatiza.
Los estertores del covid no ayudan, ya que las empresas deben conciliar la necesidad de aumentar la producción con el imperativo de evitar las infecciones en sus plantas, con el riesgo de cierres completos. Compañías como Unisem se han puesto las pilas, pero aún así sigue operando sólo al 80% de su capacidad para reducir el riesgo de infecciones.
Otro caso similar es del Globetronics Technology, que fabrica sensores ópticos, diodos emisores de luz y circuitos integrados para Apple, Samsung y fabricantes alemanes de coches: está funcionando al 90% de su capacidad de producción. Esta dinámica crea otro problema añadido: el aumento de costes. Las estrictas normas del gobierno malasio, que exigen frecuentes test y estrictos límites en el número de empleados en la planta, también han añadido presión a los costes.