
La estrategia de la división orquestada por Downing Street afronta esta semana la hora de la verdad, con un Partido Conservador empeñado en apuntalar sus ambiciones electorales en el congreso que celebra en Manchester y una oposición dispuesta a reventarle el encuentro anual con el objetivo de impedir una salida de la Unión Europea sin acuerdo.
Boris Johnson, mantiene, de momento, la actitud contumaz con la que ha afrontado los escándalos que asolan su mandato, desde la reciente sentencia del Tribunal Supremo, a la controvertida dotación de fondos a una supuesta amante durante su época como alcalde de Londres, pero la acumulación de litigios podría resultar insostenible cuando el Brexit obligue a afrontar la realidad.
El primer ministro pretende garantizar que dos mensajes interrelacionados cristalizan en la asamblea que él mismo clausura este miércoles: el divorcio será el 31 de octubre, pero la derecha tiene más que ofrecer que la ruptura a tiempo, con inversiones en sanidad, educación y aumento de la seguridad. El problema es que, ante el estancamiento de la negociación con Bruselas y la ley que lo forzará a retrasar el Brexit, ni está claro que pueda materializar la salida cuando espera, ni cuenta con la mayoría necesaria para ejecutar sus promesas.
Johnson, a expensas de la Cámara de los Comunes
Su futuro no está en sus manos e, incapaz siquiera de convocar elecciones, Johnson se encuentra a expensas de una Cámara de los Comunes a la que ha declarado la guerra con una retórica incendiaria, el silenciamiento condenado por el Supremo y la aparente disposición a hallar una fórmula espuria de ignorar la normativa que lo conmina a requerir una ampliación de la permanencia en la UE.
Su táctica pretende incentivar a sus tropas, pero parece pasar por alto la realidad de que cualquier propuesta que pacte con Bruselas debe pasar por Westminster. Sin su bendición, no hay acuerdo, y sin acuerdo, según la ley aprobada in extremis este mes, no habrá Brexit el 31 de octubre.
El primer ministro, sin embargo, actúa como si la decisión dependiese de él, cuando son la cúpula comunitaria y el Parlamento quienes mueven los hilos. La trampa en la que ha caído es tan compleja que solo parece tener salida en un desafío abierto al orden constitucional.
De ahí que la oposición no esté dispuesta a esperar a que Johnson estudie cómo maniatar a un premier preparado para pulsar el botón nuclear. La opción más obvia sería una moción de censura, pero aún no hay consenso y los riesgos son grandes. La alternativa pasaría por reforzar legalmente los mecanismos para impedir un Brexit sin acuerdo, circunvalando incluso el papel del primer ministro y otorgando a otra figura, como el presidente del Parlamento, el poder de solicitar una demora de tres meses.