
Al presidente francés, Emmanuel Macron, le gusta alzar la vista y mirar la historia con casi cada una de sus iniciativas. Por eso, en su papel de anfitrión del Grupo de las Siete naciones más desarrolladas (G-7) este fin de semana, en la ciudad costera de Biarritz, el galo ha desbordado intensidad y dramatismo para describir lo que se juegan los líderes del selecto grupo, a quienes recibe este sábado.
Vivimos una "profunda crisis de la democracia", dijo a los periodistas esta semana. Más aún, necesitamos reinventar el multilateralismo y repensar el capitalismo, como ya había adelantado su ministro de finanzas, Bruno Le Maire, en una entrevista con elEconomista.
A la cumbre acudirán los jefes de los Ejecutivos de Francia, Alemania, Italia, Reino Unido, EEUU, Canadá y Japón, además del presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk. Macron también ha invitado a una decena de líderes, entre ellos el español Pedro Sánchez, e instituciones multilaterales.
Exceso de seguridad
La cita tendrá lugar bajo un exceso de medidas de seguridad, que ha limitado todo el tráfico y actividad en la zona, provocando el malestar entre algunos de los residentes. En línea con las pasadas citas del G-7 y G-20, el presidente de EEUU, Donald Trump se encargará de dinamitar el consenso mínimo en los grandes asuntos, desde el clima hasta comercio, pasando por Irán.
Para no reducir la cumbre a un esfuerzo contrarreloj para lograr un comunicado de mínimos que sirva para salvar la cara, Macron ha decidido descartar la declaración final. "Nadie lee los comunicados finales", se justificó el pasado miércoles. Y añadió que "ya conozco los puntos de desacuerdo con EEUU", por lo que hacer el esfuerzo de redacción es "inútil".
Pero con su salida pragmática también se arriesga a limitar la cita a un ejercicio de reflexión y discusión, justo cuando el otoño promete ser especialmente agitado.
Guerra comercial
La guerra comercial va camino de empeorar por culpa de la Casa Blanca. Europa se desliza hacia un Brexit descontrolado. El riesgo de una nueva recesión cada día es más real. Las tensiones en Oriente Medio aumentan. Y todo ello mientras la cooperación internacional y el orden multilateral se debilitan. Y todo pasa por las manos de Trump, responsable de haber roto el consenso de París en la lucha contra el calentamiento global, de haber provocado una guerra comercial que solo piensa en azuzar, y de blandir la espada frente a Irán.
Frente a los autócratas y el populismo de Trump, y las desigualdades que erosionan las sociedades, gran tema de la cumbre, Macron quiere erigirse entre los europeos no solo en el protector del capitalismo y la democracia, sino también en su cura. La hasta ahora abanderada del sistema liberal, la canciller alemana Angela Merkel, camina hacia la puerta de salida, mientras su país bordea la recesión. Boris Johnson se estrena en su primera cita internacional decidido a llevar a su país hacia el caos absoluto de un Brexit sin acuerdo el 31 de octubre. Mientras, la coalición gobernante en Italia se ha rasgado, lo que podría llevar el país de nuevo por las urnas.
La cita ha pillado a las instituciones de la UE en pleno cambio de guardia. Además, presidente saliente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, no acudirá hasta Biarritz ya que se recupera de la operación de vesícula que le obligó a acortar sus vacaciones. Su sucesora, Ursula von der Leyen, tomará el relevo en plena tormenta el 1 de noviembre. Esta cumbre supone casi la última oportunidad para minimizar los roces con Washington. Pero probablemente llegarán antes nuevos frentes de batalla que los puntos de encuentro. Sobre todo porque uno de los asuntos que discutirán los líderes mañana, al hablar sobre la economía global y el comercio, será la tasa digital. Trump ya ha dicho que presionará a París para que retire su impuesto a los Google, Facebook y compañía.
Preocupación por el comercio
Como sucede desde el cambio de inquilino en la Casa Blanca, la gran preocupación para los europeos será el comercio. Trump está decidido a golpear de nuevo a los europeos por las ayudas que dieron al fabricante de aviones Airbus y para penalizar a los fabricantes de coches. "Vemos las tensiones comerciales como la amenaza única más importante para la economía global," comentó esta semana un alto cargo comunitario. Las prioridades para el bloque europeo son la reforma de la Organización Mundial del Comercio, para canalizar la disputa arancelaria a través del sistema multilateral. Sin embargo, y a pesar de lo acordado en el G-20 de Japón, el progreso es casi inexistente, mientras que la OMC va camino de quedar seriamente herida al no renovar su corte de apelaciones.
El esfuerzo lanzado hace más de un año para acercar a Bruselas y Washington eliminando los aranceles a bienes industriales se desdibuja como un lejano sueño. Pero los europeos no terminan de perder la esperanza. "La cumbre podría ser útil para apaciguar algunas de las tensiones, y concentrarse en una agenda positiva", decía un alto cargo esta semana.