
La calidad de vida es como un frasco de caramelos; contiene muchos sabores y cada uno lo imagina lleno con los que más le gustan. Aceptando que se trata de un concepto amplio y subjetivo, sí que existen unas piezas esenciales en las que la coincidencia es unánime. Vivir en una ciudad bien comunicada, con integración entre sus habitantes, sin polución y con una asistencia sanitaria eficiente simboliza ese caramelo de limón que nadie osaría eliminar del tarro. ¿Pero cómo se miden estas variables combinadas para obtener un resultado concluyente?
Científicos del CSIC han realizado una ingeniosa investigación utilizando los datos de los trayectos de las personas que habitan las 174 mayores ciudades del mundo y han analizado el impacto de esta masa de movimientos sobre cuestiones que afectan directamente a la vida de los ciudadanos. Extrayendo y agregando la información anónima de localización que brindan los teléfonos móviles de usuarios de Google, un grupo de investigadores capitaneados por José Javier Ramasco y Aleix Bassolas han demostrado que las urbes con movimientos más concentrados ofrecen una menor polución, mayor integración entre las comunidades y una mejor salud entre sus habitantes.
A esta mayor concentración, los científicos la denominan 'jerarquía' y funciona de la misma manera que en una oficina. Es decir, en el trabajo, los jefes suelen comunicarse -además de entre ellos- directamente con los cargos superiores de dirección o con los mandos intermedios. Y éstos, a su vez, interactúan con los empleados a un nivel inferior, de los que son responsables, y con sus superiores inmediatos, en un nivel más alto. "Si las ciudades son jerárquicas, pasa como en el trabajo, se conectan puntos en el mismo nivel, o en niveles inmediatamente inferior o superior. Si no sucede así, encontramos que las ciudades están desordenadas", explica a elEconomista José Javier Ramasco, investigador en el Instituto de Física Interdisciplinar.
Dos modelos de ciudad
Los responsables del estudio han generado mapas de las ciudades más pobladas del mundo donde dibujan puntos 'calientes' que acumulan el grueso de los viajes de visitantes y residentes. La comunicación entre esos puntos -más concentrada o más dispersa- genera dos modelos muy diferentes en estructura e impacto para la vida.
Así, enclaves como París o Alejandría muestran una alta concentración de movimientos de sus ciudadanos, por lo que generan una menor polución y una mejor distribución en el transporte público, al contrario que Los Angeles, con centros muy dispersos y conectados con zonas que emiten pocos viajes. "En América del Norte y del Sur, las ciudades son más recientes y se han construido pensando en una movilidad en coche. El mejor ejemplo es Los Angeles, que se desarrolló en la misma época en que empezó a popularizarse el uso del coche", ilustra Ramasco.
Barcelona ocupa la posición 40 en jerarquía de las 174 urbes del estudio, después de Milán y Lisboa y seguida por Roma; Madrid se sitúa a la cola europea
Frente a esto, el modelo europeo ofrece ciudades más compactas, con una alta concentración en el centro. En París, por ejemplo, hay una zona central que se va desarrollando en forma de capas de cebolla o anillos, en una estructura que Ramasco considera más orgánica: "Es un modelo más clásico y parece el original, porque la gente antes se desplazaba a pie o en animales, no podían organizarse con grandes distancias".

La investigación, que incluye a Madrid y Barcelona, ha concluido que la capital de Cataluña se encuentra entre las urbes más concentradas, a diferencia de Madrid, una ciudad de mayor dispersión, que se queda a la cola del modelo europeo en cuanto a jerarquía. Barcelona ocupa la posición 40 de las 174 del estudio, después de Milán y Lisboa y seguida por Roma. Madrid, en cambio, se encuentra en la mitad inferior de la tabla, junto a Chicago o Guatemala, probablemente por su facilidad para crecer y dispersarse sin los límites geográficos -el mar y la montaña- que constriñen a Barcelona.
Como confirma el investigador del CSIC, estos datos pueden ser útiles a las autoridades municipales para repensar el desarrollo urbanístico. Si la concentración de movimientos resulta un valor añadido para la calidad de vida urbana, no parece buena idea favorecer la dispersión de centros de trabajo a las afueras, como está sucediendo en los últimos años en Madrid con la construcción de grandes ciudades empresariales como las de Banco Santander, Teléfonica o BBVA. "Londres, por ejemplo, ha apostado por construir torres altas en la City, que es el centro. Sacar las oficinas fuera de las ciudades provoca que los desplazamientos sean más complicados", recuerda Ramasco.
Más concentración, mayor salud ciudadana
¿Y cómo se explica que la concentración o dispersión de movimientos impacten sobre la salud de los ciudadanos? Ramasco admite que este hallazgo fue una auténtica casualidad. Los investigadores partieron de la idea de que la polución estaba vinculada con muchas enfermedades, especialmente con un tipo concreto de ataque al corazón. Al introducir esta variable, descubrieron que se daba una menor mortalidad por el mismo en las ciudades más jerarquizadas.
"Se debe a la atención sanitaria: si necesitas ayuda médica urgente, lo principal es que llegue lo antes posible, y cuanto antes llegue, hay más posibilidades de que sobrevivas", deduce. Efectivamente, las distancias para llegar a un hospital son más cortas en las urbes con mayor concentración de movimientos porque "gran parte de la población ya se encuentra cerca de un hospital".