
El fútbol alemán goza de una excelente salud económica. Así lo demuestran los datos ofrecidos por la federación alemana de fútbol (DFL), que cifra los ingresos de los clubes profesionales, los de Bundesliga y Bundesliga 2, en 4.420 millones de euros durante la temporada 2017/2018.
El balompié profesional en el país teutón muestra una tendencia de crecimiento que comenzó en 2004. Suma 14 temporadas seguidas rompiendo récords de ingresos y los del curso 17/18 suponen un 10% más respecto a la temporada anterior, muy cerca de doblar los resultados de hace una década.
Lógicamente, es la primera división la que lidera este crecimiento. Con unos ingresos de 3.810 millones de euros, la Bundesliga aumenta en un 13% los del curso pasado. La Bundesliga 2 se estabiliza en 608 millones de euros.
Este crecimiento tiene dos consecuencias: el aumento del número de empleos creados (ya está en 55.000, cifra récord) y el de dinero recaudado en materia de impuestos, que llega a los 1.280 millones de euros. La propia DFL destaca que la Bundesliga supera "considerablemente a la economía nacional de la República Federal de Alemania en términos de crecimiento económico".
Y es que los datos de la federación alemana, comparados con los de su economía, confirman la premisa que habla del fútbol como un mundo paralelo que no siempre entiende de contextos de crisis o desfavorables en el plano económico. El carácter universal de un deporte que no ha dejado de crecer en la última década le ha espoleado a pesar de desarrollarse durante los años de una grave depresión económica que ha vaciado los bolsillos de medio planeta. La pelota sigue rodando, el negocio no deja de funcionar.
El fútbol aleman crece a la vez que la economía nacional se libra en el último suspiro de entrar en recesión técnica
Así, mientras la liga de fútbol alemana crece un 10% de un año para otro, la economía nacional se ha salvado 'in extremis' de entrar en recesión técnica después de caer un 0,2% en el tercer trimestre de 2018, primera caída desde 2015, y estancarse en el cuarto y último trimestre. El Gobierno germano ha dejado en un 1,4% el crecimiento de 2018 y es el más débil desde 2013, el ministro de finanzas, Olaf Scholz, ha advertido de que se acabaron los tiempos de "vacas gordas", el índice IFO de confianza empresarial está en mínimos de 2016 y el índice ZEW de confianza de los inversores acumula 10 meses de territorio negativo.
El cambio de normativa para el ajuste de la emisión de gases en el sector del automóvil (que representa una quinta parte del PIB alemán), la guerra comercial entre China y EEUU y la menor demanda del mercado chino restan fortaleza a una Alemania que, sin embargo, comprueba cómo su fútbol es una isla de optimismo en medio de un mar de dudas sobre su economía.