
El acuerdo alcanzado este miércoles entre la LaLiga y el fondo CVC es un balón de oxígeno para las maltrechas finanzas de los equipos españoles. El Fútbol Club Barcelona es el mejor ejemplo. La pandemia ha dejado las cuentas del club blaugrana heridas de gravedad, con una deuda a corto plazo difícil de pagar. El reparto de la inyección de CVC puede aliviar la situación financiera del Barça a corto plazo, aunque no haya servido para mantener a su jugador estrella Leo Messi. La situación sigue siendo compleja para los de Joan Laporta.
La pandemia ha afectado sobremanera a un FC Barcelona, cuya masa salarial se había convertido en un problema hace tiempo. No obstante, el desplome de ingresos por el covid-19 ha agravado esta situación hasta lugares insospechados. Ahora, la inyección de CVC resulta vital y por ahora parece que el Real Madrid se opone al acuerdo entre el fondo y LaLiga.
Tal y como publica el diario Financial Times, antes de la pandemia, el Barcelona se convirtió en el primer club de cualquier deporte en superar los 1.000 millones de dólares (unos 860 millones de euros). Ahora, tal y como reflejan sus últimas cuentas publicadas correspondientes a 2020, su deuda bruta se acerca a los 1.200 millones de euros (unos 1.400 millones de dólares). De toda esa deuda, 731 millones de euros es a corto plazo, lo que puede generar al club catalán un problema de solvencia.

Ante el deterioro de las cuentas, las reglas de la UEFA y LaLiga española le han impedido seguir endeudándose, lo que limita sobremanera. Hasta el acuerdo entre LaLiga y el fondo CVC (que podría suponer la llegada de 270 millones de euros al equipo blaugrana), el Barça se ha enfrentado a obstáculos finalmente insuperables para cerrar un nuevo contrato con Lionel Messi, a pesar de que el jugador había aceptado reducir su salario a la mitad. El club ha puesto a 'medio equipo' en una situación de venta obligada, con pocos compradores hasta ahora.
La pandemia ha sido muy dura para el Barcelona, pero fue sólo el golpe de gracia, según explican desde el FT. Casi invisible, el Barcelona ha estado en caída libre desde aquella noche mágica en Berlín en junio de 2015 cuando ganó su cuarta final de la Liga de Campeones en 10 años. El club había logrado el dominio del fútbol con un coste escaso, gracias a una generación única de brillantes futbolistas de su propia cantera.
En ese momento, el Barça podía permitirse fichar a casi cualquier futbolista. En cualquier negocio de talento, la decisión de gestión más importante es la contratación. Pero el Barcelona perdió la 'guerra por el talento'. ¿Qué salió mal?
La intrahistoria de los fichajes
Pero el Barça hizo lo más difícil, crear grandes estrellas desde cero, pero no pudo con lo que en teoría era más fácil, fichar a jugadores ya consagrados que permitiesen al club seguir triunfando. Las corrientes rivales dentro del club presionaron cada una por diferentes fichajes, a menudo sin molestarse en informar al entrenador, mientras que surgía candidatos a la presidencia del Barça con las promesas de las estrellas que comprarán si eran elegidos.
El hombre que supervisó la desastrosa política de fichajes del Barcelona entre 2014 y 2020 fue Josep Maria Bartomeu. "Un tipo amable, dirige una empresa familiar que fabrica los puentes de reacción que llevan a los pasajeros del avión a la terminal", explican desde el FT.
Desde el diario británico aseguran que el problema era que supiese poco sobre el fútbol o sobre el negocio del fútbol. Su director deportivo, el mítico portero Andoni Zubizarreta, había fichado a jugadores como Neymar y Luis Suárez, que se casaron con Messi en el ataque de la 'MSN', el mejor del fútbol. Pero Bartomeu pronto despidió a Zubi. En total, el presidente tuvo cinco directores deportivos en seis años.
Un Neymar irremplazable
El descenso claro del Barcelona empezó con la pérdida de Neymar. El brasileño era un extremo hipereficiente que se lanzaba a los pases de Messi. Pero Neymar quería ser Messi: el hombre principal de su equipo. En 2017, se unió al Paris Saint-Germain (PSG), un fichaje de 220 millones de euros, un récord mundial. Parece un traspaso rentable, pero lo cierto es que el Barcelona nunca logró reemplazarlo.
Cuando un club vende un jugador por 220 millones de euros, en realidad no dispone de 220 millones de euros para gastar. Hay impuestos, comisiones de agentes y pagos a plazos. Aún así, todos los demás clubes de fútbol en 2017 sabían que Bartomeu tenía un fajo de dinero en el bolsillo y la necesidad de un 'trofeo humano' frente a los 150.000 socios del Barcelona.
El no a Mbappé y Haaland
Las malas lenguas aseguran que los ojeadores del Barça intentaron convencer al presidente para fichar a un jovencísimo Mbappé y, posteriormente, ocurrió algo similar con el noruego Haaland. Ambos jugadores lo tienen todo para ser las grandes estrellas que dominen el fútbol los próximos diez años.
Sin embargo, el Barcelona lo apostó todo para fichar a otro joven francés, Ousmane Dembélé del Borussia Dortmund. Tres semanas después de la marcha de Neymar, Bartomeu y otro directivo del Barcelona volaron para negociar. El dúo azulgrana aterrizó con una firme resolución: pagarían una transferencia de como máximo 80 millones de euros. Más dinero significaría el fin de las negociaciones. Antes de entrar a la habitación asignada, los dos hombres se abrazaron.
Pero en la habitación, se llevaron una sorpresa. Los alemanes dijeron que no tenían tiempo para charlar, tenían que coger un avión, no negociarían y querían aproximadamente el doble de la suma presupuestada de Barcelona por Dembélé. Bartomeu cedió. Después de todo, era presidente del club más rico del mundo. Se comprometió a pagar 105 millones de euros por adelantado, más 42 millones de euros en bonificaciones de rendimiento de fácil consecución, más de lo que habría costado Mbappé.
Los males del Barça comenzaron a llegar en cascada. Apenas seis meses después, el club pagó al Liverpool 160 millones de euros por el centrocampista brasileño Philippe Coutinho. Ni Dembélé ni Coutinho triunfaron en el Barça.
Los salarios eran cada vez más altos. Los directivos del Barça entregaron el poder a los jugadores que sabiendo que tenían el control lograron renovación a medida, con sueldos más altos y mejores condiciones.
El resultado es el que se puede ver hoy. El Barça tiene una deuda a corto plazo de 731 millones de euros. Una deuda a la que debe hacer frente en los próximos años con unos ingresos mercados por el covid. El acuerdo entre LaLiga y CVC supone una bocanada de aire para un club que se estaba ahogando en un mar picado, pero si el equipo no remonta el vuelo y toma mejores decisiones, ni los 270 millones de CVC podrían ser suficiente.