Días atrás, el mundo del fútbol sufrió una sacudida como pocas veces se recordaba en su historia. Florentino Pérez, como presidente, acompañado de otros once grandes clubes europeos, anunciaba la creación de la Superliga, un torneo cerrado, donde los doce fundadores tendrían plaza fija, esto es Real Madrid, FC Barcelona, Atlético de Madrid, AC Milan, Inter de Milán, Juventus, Manchester United, Manchester City, Chelsea, Tottenham y Arsenal. Junto a los anteriores, se daba por sentado la incorporación de Bayern de Munich, Borussia Dortmund y Paris Saint-Germain. La competición la completarían cinco clubes invitados, sin determinar.
Lo acontecido los días posteriores forma parte de la hemeroteca y es de sobra conocido: de momento el proyecto se quedará en fracaso. Sin entrar a valorar números, mérito deportivo y demás polémicas que estos días han llenado horas de televisión, radio y páginas de periódicos, lo que está claro es que nos encontramos en un momento clave, donde el futuro de la industria y sus actores está en juego. Parece comprobado que en la actual realidad económica e industrial del fútbol, resulta necesario aplicar algún cambio en las reglas del juego, sobre todo en la de los grandes clubes. La pandemia ha mermado la capacidad económica de muchos de ellos. El impacto del cierre de los estadios hace que sus ingresos por 'ticketing' y abonados influya de manera muy negativa en su músculo financiero.
Las principales estrellas, con grandes contratos firmados en su gran mayoría antes de la pandemia, suponen un esfuerzo sobrehumano para las grandes entidades. En buena parte, la 'Superliga' es una huida hacia adelante para sanar la maltrecha salud financiera de algunos de ellos.
El balón siempre es el protagonista, pero no puede llevar a los clubes al precipicio económico
En este punto, es muy interesante analizar dos circunstancias que no pueden pasar desapercibidas y que son claves en la crisis de la 'Superliga'. El proyecto nace auspiciado por una mega inyección de capital de JP Morgan y no es un hecho menor. Las grandes empresas deportivas americanas han entendido la capacidad de generar dinero de los clubes de fútbol, alguno de los propietarios de estos grandes clubes son americanos y, desde luego, no son europeos. Es significativo que el presidente y fundador del proyecto sea Florentino Pérez, el único dirigente junto a Joan Laporta que no es dueño de su club. Es muy curioso. De nuevo, un presidente del Real Madrid, Santiago Bernabéu fue fundador y alma máter de la Copa de Europa, se convierte en el precursor de una competición que quiere cambiar la historia del fútbol. La influencia del pensamiento americano y la forma de organizar sus competiciones deportivas se ha instalado definitivamente en el deporte del Viejo Continente. Por consecuencia, llegamos a la segunda circunstancia, ¿el actual modelo de organización de las competiciones está obsoleto? Lo cierto es que no se ajusta a la realidad de los clubes profesionales hoy en día. El drama que supone una no clasificación para la UEFA 'Champions League', un descenso de categoría o la necesidad de crear una estructura nueva a marchas forzadas por la llegada al 'fútbol profesión' exigen replantearse en parte el actual sistema.
Por un lado, el reparto de ingresos en la 'Champions' hace que los grandes clubes necesiten más recursos. Son los grandes protagonistas del espectáculo y requieren garantizar la participación de varios de los más grandes, además de incrementar sus ingresos, lo que es una necesidad para todas las partes. Con este ejemplo, la pirámide del fútbol necesita estructurarse de manera que la pelota sea fundamental pero no te lleve a un precipicio. Esta sacudida debería llevar al fútbol a dar un paso más. Obligar a que todos los clubes jueguen con las mismas reglas, es decir, que todos sean empresas o sociedades deportivas. Como tales deben reportar un beneficio a sus accionistas y a la par, cubrir a estos ante un posible fracaso deportivo.
Por lo tanto, se impone un sistema de puntos y clasificaciones que permita minimizar el riesgo de los grandes ingresos para estas sociedades, clasificación en 'Champions', descensos o ascensos, sin adulterar la competición en cuanto a títulos. Los organismos deportivos, FIFA, UEFA, asociaciones nacionales y ligas profesionales deben regular con equilibrio, pero con la visión del nuevo escenario y los nuevos inversores. Las cartas están sobre la mesa, la habilidad de los jugadores marcará el futuro de la partida y del fútbol.