
La UE, el gran paladín de la lucha contra el calentamiento global, invierte en ello menos que el país dirigido por el negacionista Donald Trump y que China -el líder en emisiones de efecto invernadero-, en términos proporcionales y absolutos.
De acuerdo con los datos del Banco Europeo de Inversión (BEI) correspondientes a 2018, el bloque comunitario redujo su desembolso de capital -por segundo año consecutivo- un 7%, dejándolo en 158.000 millones de euros, un 1,2% del PIB; por el contrario, EEUU lo aumentó un 9%, hasta los 190.000 millones, y China, aunque lo redujo ligeramente, se destacó claramente de ambos, con 322.000 millones, el 3,3% del PIB.
Lúgubre panorama
El documento pinta un lúgubre panorama de la inversión en la UE para los próximos años, como resultado de la desaceleración económica. Subraya que el tejido productivo no está recogiendo los beneficios de la transformación digital, avisa de que el gasto en infraestructuras está estancado en un 1,6% del PIB -el más bajo de los últimos 15 años- y, tras consultar a 12.500 empresas europeas, concluye que por primera vez en cuatro años ha subido el número de firmas que piensa reducir sus inversiones el año que viene.
El BEI dedica especial atención a la lucha contra el cambio climático, un elemento prioritario de la política comunitaria de la próxima década, ya que retrasar la actuación acarreará mayores costes en el futuro y lastrará gravemente el crecimiento. Por el contrario, alcanzar la neutralidad climática en 2050 aportará un crecimiento económico adicional moderado, minimizará las importaciones energéticas, ahora en el 55%, y hará crecer el empleo en más de medio millón de puestos de trabajo respecto a la tendencia. Por eso la nueva Comisión de Úrsula Von del Layen quiere lanzar un plan de inversión de 1 billón de euros hasta 2030.
Sin embargo, la vigente política de inversión comunitaria en materia climática hace aguas al compararla con la de EEUU y, sobre todo, China, dos grandes potencias teóricamente menos implicadas que el viejo continente; únicamente en la intensidad de carbono de la economía tiene ventaja la UE, que emite un 20% menos CO2 por unidad de PIB que en el año 2000.
El mayor atraso se da, precisamente, en uno de los capítulos en los que más presume la UE: la tecnología. Durante el pasado 2018, EEUU invirtió 12.000 millones en I+D para energía limpia, China 8.600 millones -eran poco más de 2.000 millones en 2016-, y la UE sólo 7.500 millones.
China, líder en capital 'verde'
China de destaca claramente por su menor desarrollo y su mayor ritmo de crecimiento. Por ejemplo, su elevada demanda de energía explica que invierta más en renovables que la UE y EEUU juntos, mientras que el gran peso de su gasto en transporte limpio se debe al desarrollo de las líneas de ferrocarril de alta velocidad -ha sumado 25.000 kilómetros en la última década, más que todo el resto del mundo combinado-, y al transporte marítimo. En cambio, al menos durante el año pasado, el gasto de capital de China, la UE y EEUU en descarbonizar el transporte por carretera -con biocarburantes, vehículos eléctricos y baterías- fue muy similar.
También hay grandes diferencias en el tratamiento de los combustibles fósiles. En EEUU captaron el 66% de la inversión energética, unos 160.000 millones, más que en la UE y China juntas -40.000 millones y 100.000 millones, respectivamente-, la mayoría en petróleo y gas, una industria en expansión, gracias a los recursos no convencionales. Al contrario, en China y la UE la inversión en carbón, petróleo y gas ha descendido durante los últimos cinco años.
Fiscalidad energética
El BEI también identifica prioridades para la inversión climática en la UE, como las infraestructuras para prevenir inundaciones, reducir los incendios forestales o proporcionar ayuda a los sectores perjudicados por la transición energética, como la minería del carbón. Así mismo, el BEI señala las barreras, entre las que destaca el diseño de la fiscalidad energética comunitaria; con una Directiva del año 2003, anterior al desarrollo de las nuevas renovables, no se proporcionan señales adecuadas para incentivar tecnologías como el almacenamiento de electricidad, el hidrógeno o los biocarburantes.
La carencia en inversión de la UE, finalmente, explica que los 28 no vayan a cumplir sus objetivos climáticos inmediatos, de 2020; España, sin ir más lejos, no lo hará.