El hoy presidente de honor de BBVA, Francisco González (FG), no solo presumía de los principios éticos que practicaba en muchas de sus intervenciones, sino que también puso en marcha un código de valores que debían seguir todos los empleados del banco y publicaba, con dinero financiado por la entidad, libros con esta temática. Todo esto a la par que el grupo financiero que él mismo comandaba contrataba los servicios del espía José Manuel Villarejo para mantenerse en el sillón de mando, que utilizaba métodos supuestamente irregulares como escuchas telefónicas masivas y seguimientos físicos.
En el marco de una serie para difundir el mejor conocimiento, BBVA editó en 2011 un libro bajo el título Valores y Ética para el siglo XXI, que incluye un capítulo firmado por González con el encabezamiento Ética en la empresa y en las finanzas: el gran reto poscrisis. En algo menos de 30 páginas, el entonces máximo ejecutivo del banco intenta dar una clase magistral sobre este asunto y plantea distintos consejos sobre la necesidad de que los directivos de las compañías actúen con principios. Entonces, el banco ya había desembolsado dinero a Villarejo, al menos por sus trabajos para desactivar la toma de control de Sacyr, y se disponía a volver a contratar al excomisario para investigar a la asociación de consumidores bancarios Ausbanc. Entre 2012 y 2017 la entidad abonó 5 millones al expolicía por este trabajo, mientras que por el asalto de Sacyr, entre 2004 y 2005, cerca de medio millón de euros.
González indica en esta publicación, entre otras cosas, que "necesitamos unos valores y una ética compartidos para el funcionamiento adecuado del entramado económico, político y social" y que "hoy más que nunca" se hace imprescindible "una revisión y una reafirmación de los valores éticos".
Reproche al sector
Además, reprocha "las carencias éticas en la actuación de muchas entidades", que se habían puesto de manifiesto con el estallido de la crisis económica y financiera, carencias que habían situado los valores "en el primer plano de la demanda de los ciudadanos".
Ante tal circunstancia, sostiene el banquero que todos los grupos de interés de las empresas -clientes empleados, proveedores, financiadores y consumidores- y la reputación de las mismas son "parte integral del modelo de negocio", por lo que "los ejecutivos, en consecuencia, deben asumir su papel como gestores en la reputación y responsables de crear el mayor valor posible".
A modo de conclusión, González sostiene en su capítulo: "En el siglo XXI, la empresa tiene que ser responsable; debe responder a las demandas legítimas de su entorno, asumir compromisos con las sociedades en las que está presente". Y añade que "tiene dos motivos muy importantes para hacerlo, la convicción y su propio interés".
El primero, explica el banquero, se debe a que "la ética y los valores deben constituir el núcleo de la cultura corporativa". El segundo, a que las empresas "afrontan una sociedad cada vez más informada y exigente y necesitan, por tanto, mayor legitimidad para desarrollar con éxito su actividad en el medio y largo plazo".
"Necesitamos sin duda una mejor regulación, pero no más regulación. Y además, y sobre todo, necesitamos más principios, más ética en los negocios en general y en la industria financiera en particular", continúa una conclusión que cierra con una cita del expresidente del Tribunal Supremo de EEUU, Earl Warren. Esta frase es la siguiente: "En la vida civilizada, la ley flota en un océano de ética".
Todos estos consejos que daba el presidente de BBVA parece que no eran seguidos por él mismo a la luz de lo que desde enero se está conociendo sobre el comportamiento de la entidad durante más de 13 años. El escándalo del espionaje y los contratos del grupo a Villarejo, bajo su mandato, han puesto en tela de juicio la práctica ética y de principios que recomendaba y han colocado a BBVA en una de sus mayores crisis de reputación institucional y de imagen. Es más, la Audiencia Nacional investiga desde la pasada primavera si hubo delitos en estas actuaciones y pretende aclarar quiénes son sus responsables.
Los reguladores, por su parte, han pedido celeridad al banco para que culmine el análisis interno de los hechos, para que adopte las decisiones cuanto antes, entre ellas el más que probable cese de González del cargo de honor que ostenta desde el 1 de enero de este año, día en el que se materializó su dimisión del puesto ejecutivo con antelación tras más de 20 años al frente de la gestión del segundo mayor banco de nuestro país.