Banca y finanzas

Los bancos renuevan su cúpula para batallar con los gigantes de internet

  • La salida de González y el cambio del Santander cierran el proceso

Francisco González ha puesto una especie de remate a la renovación prácticamente por completo de la banca española. La vieja guardia, que empezó a instalarse a finales de la década de los ochenta y que ha dominado el sector desde entonces hasta casi nuestros días, ha dado paso a nuevos rostros, con perfiles completamente distintos, para hacer frente a retos tan importantes como levantar la reputación del sector, que está por los suelos y que es básica en la denominada era digital, en la que se librará una verdadera batalla por el negocio con las grandes compañía de internet y, también, con las fintech.

Las entidades, en muchos casos por obligación, han tenido que llevar a cabo en los últimos años cambios en la estructura de sus cúpulas directivas. De los primeros espadas que llevaron las riendas de la banca de finales de los noventa y principios del nuevo siglo y que acumularon un poder económico de gran magnitud tan solo permanecen Josep Oliu, presidente del Sabadell; José Ignacio Goirigolzarri, presidente de Bankia y antiguo consejero delegado de BBVA; y Manuel Menéndez, consejero delegado de Liberbank y antiguo presidente de la extinta Cajastur desde mediados de los noventa.

La revolución de los consejos comenzó con la crisis y la quiebra de las antiguas cajas de ahorros, pero en los últimos cuatro ejercicios es cuando se han producido los cambios más significativos. En este periodo, Ana Botín ha sucedido a su padre, Emilio Botín, en el Santander; Gonzalo Gortázar a Isidro Fainé, en CaixaBank; Manuel Azuaga a Braulio Medel, en Unicaja; Víctor Iglesias a Amado Franco en Ibercaja y Gregorio Villalabeitia a Mario Fernández.

Esta semana las remodelaciones se han completado con el adelanto un año de la marcha del presidente de BBVA tras 22 años en el cargo y la designación de Carlos Torres como su sucesor y el nombramiento de Andrea Orcel como número dos del Santander, en sustitución de José Antonio Álvarez.

En este tiempo también se ha producido la entrada en escena del mundo financiero nacional de un banquero extranjero, el venezolano Juan Carlos Escotet, que adquirió las antiguas cajas gallegas y aspira a convertir Abanca en un referente del sector. En la actualidad espera el resultado de la puja por la filial española de Caixa Geral, en la que compite con Cajamar y el fondo de inversión Cerberus.

Con anterioridad, en 2012 el Gobierno tuvo que rescatar a José Ignacio Goirigolzarri para pilotar Bankia tras su nacionalización y la destitución de Rodrigo Rato. Goirigolzarri había abandonado BBVA en 2009 por la lucha de poder con González, que había decidido modificar los estatutos del banco para mantenerse al frente.

Bankinter también colocó a María Dolores Dancausa -procedente de su filial de seguros Línea Directa- al frente de sus negocios en 2010 como consecuencia del cese de Jaime Echegoyen.

Todos ellos representan el nuevo rostro de las entidades de nuestro país, que se enfrentan a desafíos de calado en un momento en que existen amenazas de que estalle la burbuja de la deuda pública, de que exploten algunos mercados emergentes; de que la rentabilidad de la actividad no mejore lo suficiente por el retraso en una normalización de los tipos de interés en Europa y de que los gigantes de internet -Google, Amazon o Facebook- roben una parte importante de la actividad con el lanzamiento de productos y servicios bancarios. En este escenario, todos deberán levantar la reputación de sus entidades y del conjunto del sector, que ha caído a unos niveles de descrédito tales que son difíciles de aniquilar.

El perfil para encarar estos retos es muy variado y dispar, pero en líneas generales son más jóvenes --y sus equipos también-. Son de una generación anterior, los que permite una mejor comprensión de las nuevas tecnologías y dar continuidad al proyecto, ya que se pueden mantener en los puestas durante varios lustros.

Buena parte de ellos provienen del mundo financiero, donde comenzaron sus carreras desde abajo y han escalado poco a poco en los organigramas con cargos cada vez más altos, con experiencias diversas, desde banca de inversión a banca de particulares. También hay otros que proceden de otros ámbitos empresariales y también hay consultores o asesores estratégicos.

Otros desafíos

La batalla que van a librar con los gigantes de internet será clave para el desempeño de los números, aunque también dependerá de la velocidad a la que aterricen los colosos de la red en el negocio bancario. De momento el mayor interés de estos es hacerse un hueco en el mercado de los sistemas de pago, donde ya han empezado a poner las bases. Facebook tiene desde hace tiempo un sistema que permite la transferencia de dinero instantánea y se da por hecho que este año Whatsapp lanzará el suyo.

Las inversiones previstas por la banca en tecnología son millonarias y están drenando su cuenta de resultados, pero espera que en el medio y largo plazo permitan obtener rendimientos elevados y salir triunfante de la lucha.

En este escenario, los banqueros deberán poner atención a otros retos no menos importantes, que pueden poner en peligro su desempeño. Pero también grandes oportunidades, ya que las previsiones de los analistas y las expectativas del sector coinciden en apuntar hacia fusiones entre entidades de diferentes países europeos. Para ello, antes se habrá tenido que culminar con el proceso de equiparación de normativa en el Viejo Continente, todavía en fase de discusión.

Las expectativas son elevadas sobre la participación activa de la gran banca española. Las principales entidades (Santander, CaixaBank y BBVA) suenan en las quinielas para liderar este tipo de operaciones. De hecho este verano en algunos círculos se rumoreó con la posibilidad de que BBVA absorbiera el italiano Unicredit en caso de sus negociaciones con Société Générale no lleguen a buen puerto.

Entre los desafíos existentes está el aumento de los ingresos en un contexto de tipos de interés cero que se mantiene más de los previsto. En la actualidad se espera que el BCE inicie la normalización monetaria después del verano de 2019 con la subida del precio oficial del dinero. Los incrementos, aún así, serán tímidos y lentos, por lo que las entidades calculan que tendrán que sobrevivir con tasas de interés bajas aún una larga temporada. Además, una subida abrupta podría generar bolsas de morosidad.

Eso sí, el alza de los tipos podría retrasarse si la crisis de los países emergentes o del mercado de la deuda estalla y pone en peligro la recuperación de la economía.

En los últimos meses, los banqueros están apremiando por activa y por pasiva al organismo comunitario a que no dilate la normalización monetaria porque a su juicio, los efectos de su política expansiva podrían dejar de ser positivos y convertirse en una losa pesada.

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