
La guerra de la banca por financiar el consumo ha convertido este nicho de negocio en el primero que abandona largos años de crisis y de contracción. Por vez primera desde 2009, el stock en crédito al consumo aumentó de forma interanual un 0,66% el pasado mes de marzo, mientras la cartera hipotecaria disminuye todavía un 4,57% y el préstamo a empresas empequeñece un 5,19% en el mismo periodo.
Este tipo de financiación fue la primera en sufrir el zarpazo de la recesión. Al carecer de garantías, a diferencia de las hipotecas y ciertos préstamos a empresas, el avance del desempleo propagó los impagos y su cartera llegó a acumular una insolvencia superior al 20% de la exposición en ciertos segmentos de clientela y tipología de financiación.
La reactivación de la economía y, sobre todo, la aminoración de la morosidad ha permitido desde 2013 recuperar de forma progresiva su pulso. Habrá que esperar hasta el pasado mes de marzo para asistir al primer aumento interanual del saldo financiado, que es al final el negocio que se reparte la banca y su auge es vital para alimentar los márgenes, pero hace tres años ya lideró el cambio de tendencia, convirtiéndose en avanzadilla del resto de financiaciones con alzas en la concesión.
Se perdió un tercio de la tarta
Pero el desplome resultó tan acusado y prolongado en el tiempo que por el camino se ha volatilizado cerca de un tercio de la cartera. Las estadísticas del Banco de España sitúan su techo en los 228.865 millones de euros que tenían concedidas las familias en noviembre de 2008, escasas semanas después de que el colapso de Lehman Brothers convirtiese en global la crisis iniciada en Estados Unidos.
En la reactivación confluyen dos factores: el empuje del consumo y la apuesta decidida por parte de las entidades financieras. El impulso de las compras financiadas se traduce en una aceleración en el ritmo de crecimiento de la nueva concesión. Si en 2014, el nuevo crédito al consumo subía al 18,36%, ahora progresa al 27%, favorecido por la compra de automóviles con las subvenciones de los planes Pive y de vivienda que es preciso amueblar.
Las entidades financieras han colocado este negocio en la diana estratégica ante la todavía debilidad de otras financiaciones y por los atractivos márgenes que deja cuando el objetivo número de la industria es recomponer una rentabilidad que solo en el primer trimestre se ha deteriorado desde el 8% al 6%.
Los tipos de interés que se cobran por los préstamos al consumo alcanzaban en marzo el 8,64% TAE -incluyen los ingresos por comisiones asociadas a la operación-, muy próximo a sus mayores umbrales durante la crisis y de más elevados entre los países europeos colindantes. Según los datos del Banco de España, las tasas anuales en la nueva financiación para préstamos hipotecarios se sitúan en el 2,99%, cuando cinco años atrás llegaron a rozar el 4%. En las disposiciones a empresas por importe inferior al millón de euros, normalmente asociadas a las pymes, el precio de las nuevas operaciones se ha deslizado al 3,2%, entre los más ventajosos de Europa, y cae al 1,8% para los montantes superiores.
En el abaratamiento de la financiación influye de manera directa el descenso en los costes de financiación. La banca española destaca entre las más beneficiadas por la política acomodaticia del Banco Central Europeo (BCE) y sus préstamos a tipos ínfimos a cambio de que financien la economía.
Las entidades pagaron algo menos del 0,5% por captar recursos por la triple vía del BCE, los mercados de capitales y los depósitos de clientes, de acuerdo a las estadísticas de la institución dirigida por Mario Draghi.
La contienda por captar clientes y fidelizarlos presiona igualmente en las ofertas, favorables para los consumidores y arriesgadas para la industria. El Banco de España acaba de fijar, precisamente, reglas que penalizan con provisiones aquellas carteras cuyo precio de concesión no cubre los costes de originación. Su intervención atemperará, sino sofocará, el crédito a pérdidas que denuncian numerosas entidades cuando urge mejorar su insuficiente rentabilidad.