La planificación es fundamental en cualquier proyecto vital que se quiera emprender con buenas perspectivas de éxito, y el mercado de valores no es una excepción. De hecho, en el ámbito de las inversiones es uno de los pasos más importantes que todo usuario debe dar antes de empezar, pues trazar una estrategia le ayudará a afrontar sus operaciones con una hoja de ruta clara que, en momentos en los que arrecie la tormenta, le permitirá seguir un camino seguro cuando más riesgo haya de perder pie y caer al vacío.
Una estrategia de inversión estudiada y bien planteada permitirá al usuario a mantener la cabeza fría en circunstancias en las que es fácil dejarse llevar por los sentimientos del momento, de tal forma que tome decisiones sobre su dinero basándose en criterios objetivos, informados y estudiados, y, así, tenga más posibilidades de acertar. Por ejemplo, si se fija una cifra de ganancias aceptables para cada activo que se adquiera, en el caso de que se produzca un aumento acelerado de su valor el usuario sabrá cuándo debe vender para conseguir un buen rédito y no se dejará llevar por la posibilidad de que crezca aún más, porque esto puede hacer que pierda la oportunidad de lograr ganancias sustanciales si, finalmente, deja de escalar y cae.
Las estrategias de inversión deben tener unas bases sólidas porque son un punto de referencia clave, pero al mismo tiempo su estructura tiene que ser flexible para adaptarse a cambios que puedan favorecer al usuario. Por eso, en todo plan de este tipo es importante que el interesado se mantenga atento y se informe constantemente de la marcha del mercado de valores y de los activos que tiene en cartera.
Las estrategias de inversión, en definitiva, protegen al usuario del miedo o la euforia del momento y le ayudan a mantener el rumbo hacia la meta. Deben ofrecer cierta flexibilidad y poder adaptarse a ciertas circunstancias cambiantes de los mercados, pero permanecer fieles a sus bases, y es muy importante tener en cuenta que con estos planes la paciencia y la constancia son cruciales para tener mejores perspectivas de éxito.
A la hora del trazar una estrategia de inversión el usuario debe tener en cuenta una serie de factores que sólo le atañen a él, como el nivel de riesgo al que está dispuesto a exponerse, sus objetivos económicos, el tiempo que va a dedicarle o el plazo en el que quiere obtener resultados, entre otros. Al conocer estos elementos y relacionarlos con su situación personal, establecerá las bases sobre la que construirá su plan. A continuación te explicamos cuáles son los más importantes:
- Tolerancia al riesgo: al invertir en cualquier activo el usuario está poniendo en peligro su dinero, pues las posibilidades de tener pérdidas al operar en el mercado de valores son altas. No obstante, hay usuarios que están dispuestos a arriesgar más que otros. Quienes deseen invertir sin exponer demasiado su dinero a estas amenazas deberá optar por una estrategia más conservadora, con productos más seguros, pero también potencialmente menos rentables, y fijar márgenes más estrechos de pérdidas y ganancias aceptables. Los que, en cambio, estén dispuestos a arriesgar más para tener perspectivas de mayores beneficios deberán optar por instrumentos más volátiles y peligrosos.
- Objetivos económicos: hay inversores que desean obtener ganancias significativas en poco tiempo, mientras que otros buscan una rentabilidad más a largo plazo u obtener pequeños complementos a sus ingresos. Los primeros tendrán que recurrir, con casi total seguridad, a estrategias de inversión de alto riesgo, pues son las que permiten ganar, pero también perder, mucho a corto plazo. Los segundos, en cambio, tienen más opciones y pueden elegir desde planes con un peligro moderado hasta muy conservadores, en función de lo que estén dispuestos a arriesgar.
- Plazo: en el mercado de valores se puede invertir a corto, medio o largo plazo. Los que deseen realizar operaciones a corto plazo para obtener ganancias en poco tiempo deberán tener mucha tolerancia al riesgo, porque sólo en las inversiones de gran peligro se pueden conseguir cifras considerables en cuestión de días o semanas. Quienes estén interesados en el medio plazo pueden arriesgar mucho menos, pero también deben tener cierta tolerancia al riesgo. Y aquellos que deseen operar a largo plazo pueden tener muchas más precauciones y exponer mínimamente sus ahorros a los peligros del mercado.
- Conocimientos: en función de los conocimientos sobre el mercado de valores que tenga el usuario, será recomendable que opte por una estrategia u otra. Aquellos que lo conozcan bien y sepan cómo funciona podrán optar por planes más arriesgados con activos más volátiles, mientras que para quienes tengan algunas nociones, pero también mucho margen de mejora, es aconsejable optar por instrumentos más estables y, por tanto, seguros.
- Experiencia: estrechamente relacionado con lo anterior, pues quienes dispongan de amplios conocimientos y experiencia en el mercado de valores pueden prever mejor las fluctuaciones y adelantarse a ellas, incluso en los activos más complejos y volátiles. Aquellos usuarios con una trayectoria corta y pocas nociones de inversión están mucho más expuestos al riesgo.
- Tiempo disponible: algunos inversores podrán dedicar mucho tiempo a investigar el mercado, seguir formándose e informarse, mientras que otros no dispondrán de él o no querrán poner tanta atención en sus operaciones. Aclarar esto al plantear la estrategia que se va a seguir es muy importante porque los productos más arriesgados y complejos suelen demandar mucho más esmero. Y quienes no vayan a estar muy encima de sus inversiones deben valorar la opción de apostar por productos gestionados por profesionales como los fondos de inversión, los ETF o los roboadvisors.
- Ahorros: el dinero del que se disponga para invertir también puede influir en la estrategia, aunque no siempre, puesto que en la actualidad existen brókers (plataformas de compraventa de activos financieros) que permiten operar desde tan solo un euro. El capital que cada persona dedique a este fin es algo muy personal porque cada uno debe evaluar cuánto puede invertir, pero se recomienda encarecidamente que sólo se destinen fondos que el usuario sepa que no va a necesitar. En los casos en los que se disponga de pocos ahorros, un buen plan es guardar todos los meses una pequeña cantidad para comprar activos, de tal forma que, poco a poco y a largo plazo, configure una cartera interesante.
- Activos: una vez evaluados todos los criterios anteriores, será el momento de averiguar qué activos de todos los disponibles se adaptan más a las preferencias del usuario, puesto que los hay desde muy sencillos y relativamente seguros a complejos y de alto riesgo. Entre los primeros se encuentran los fondos de inversión y los ETF, a medio camino podemos ubicar a las acciones, aunque en función de la empresa a la que pertenezcan pueden ofrecer más o menos garantías, y entre los últimos ubicamos a las criptomonedas. Se elijan los instrumentos que se elijan, es muy importante destacar que en cualquier estrategia de inversión lo ideal es diversificar en varios activos diferentes para reducir el riesgo en la medida de lo posible.
- Tipo de análisis del mercado: a la hora de configurar una estrategia de inversión también es importante decidir cómo se va a investigar el mercado para rastrear buenas oportunidades y tratar de averiguar cómo será la evolución de los activos en cartera. Los dos análisis más comunes son el técnico y el fundamental. El primero es algo más complejo y trata de averiguar la evolución futura del valor basándose en su comportamiento pasado, mientras que el segundo examina distintas variables como el contexto económico, la situación del sector, de la empresa o los planes de ésta a medio plazo, para tratar de inquirir si el activo está infravalorado o sobrevalorado en ese momento y actuar en consecuencia.
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Estas estrategias de inversión serán las indicadas para personas con poca tolerancia al riesgo que antepongan la preservación de sus ahorros a la obtención de grandes beneficios, con objetivos económicos modestos y a largo plazo. Pueden optar por ellas usuarios tanto con grandes conocimientos y experiencia en el mercado de valores como más noveles, pero sin duda es la más recomendable para aquellos que se inician en este ámbito porque son las menos peligrosas y las que permiten ir adquiriendo poco a poco nociones de su funcionamiento. Asimismo, son las que suelen demandar menos tiempo para conseguir buenos resultados.
Los activos indicados para estrategias de inversión conservadoras son los fondos de inversión, los ETF, las letras del tesoro, los bonos y las obligaciones del Estado o de empresas y las acciones de compañías grandes y consolidadas, pues suelen ser las que están menos expuestas, en términos generales, a las grandes fluctuaciones y las que tienden a tener buenos comportamientos a largo plazo.
Lo ideal es que las personas que opten por este plan combinen varios de los instrumentos mencionados para diversificar y reducir aún más el riesgo, preferiblemente mezclando renta fija (letras, bonos, obligaciones, etc.) con variable (fondos, ETF, acciones). Asimismo, también puede ser buena idea introducir en la ecuación productos bancarios de renta fija como los depósitos a plazo fijo o las cuentas de ahorro si estos ofrecen intereses relevantes.
Una de las estrategias de inversión más populares entre los perfiles conservadores que, además, no requiere mucha dedicación es la estrategia de inversión pasiva. Este método consiste en tratar de replicar el comportamiento de un índice bursátil, como el S&P 500 o el IBEX 35, para que la inversión crezca a un ritmo similar a éste. Por ello, este plan es a largo plazo, pues los índices suelen crecer de forma moderada con el paso del tiempo.
Para la estrategia de inversión pasiva se pueden utilizar acciones, pero dadas las características de este plan lo habitual es que los que optan por él adquieran instrumentos como los fondos de inversión y los ETF, que están compuestos por multitud de títulos de las empresas del índice que intentan replicar. Esta característica hace la operación mucho más sencilla, puesto que con un solo desembolso se accede a una amplia diversificación y, además, estos productos están gestionados por profesionales que tratan de que sean rentables en todo momento. A cambio, eso sí, cobran una pequeña comisión.
Estas estrategias de inversión serán más aconsejables para personas que estén dispuestas a asumir mayores riesgos para tener la posibilidad de conseguir mejores beneficios, pero sin jugársela del todo. Aquí se puede operar tanto a largo como a medio plazo y se recomienda que quienes opten por este plan tengan buenos conocimientos del mercado de valores, cierta experiencia y tiempo disponible para hacer un seguimiento de los distintos activos que componen su cartera y en aquellos que están interesados.
Aquí los activos recomendados son, sobre todo, las acciones de empresas emergentes, de sectores en auge o de mercados en desarrollo, y ETF temáticos (de sectores productivos determinados, materias primas, recursos, nuevas tecnologías, etc.). Para diversificar también se puede apostar por títulos de compañías sólidas y de contrastada trayectoria, productos de renta fija y ETF de índices.
Una de las estrategias de inversión que se siguen en estos casos es la estrategia de inversión en valor, que consiste en detectar acciones que cotizan por debajo de su precio real por el motivo que sea, desde un suceso que perjudica a su sector hasta un daño puntual en la reputación de la compañía, mediante análisis fundamentales. Algo que, en definitiva, haya hecho que los inversores pierdan temporalmente su confianza en ella. La idea es que con el paso de las semanas o los meses ese desajuste se corregirá, su valor subirá y entonces el usuario conseguirá beneficios.
Otra estrategia de inversión interesante para estos usuarios es la estrategia de inversión cuantitativa. Es parecida a la anterior, pero de mayor complejidad: mediante análisis técnicos y el estudio de los datos históricos, los usuarios buscan activos cuyos precios no parecen corresponderse con su valor real por una evaluación deficiente del propio mercado, con la idea de que ese desajuste se acabará corrigiendo.
Estas estrategias de inversión son las que buscan personas que quieran maximizar las posibilidades de obtener beneficios aún a costa de arriesgar bastante su dinero. En general estos usuarios suelen buscar activos volátiles, en los que las grandes fluctuaciones puedan ofrecer pingües ganancias, por lo que suelen trabajar a corto o, como mucho, medio plazo. En este caso es primordial que quienes se decidan por esta forma de operar tengan profundos conocimientos sobre el mercado de valores y una dilatada experiencia, porque aquí el peligro de perder dinero es altísimo.
Hay varios activos con los que se puede operar con estrategias de inversión arriesgadas, pero recientemente los que más destacan son las criptomonedas debido a su enorme volatilidad y a que han alcanzado tal popularidad en los últimos años que mueven grandes cantidades de dinero, tanto que es posible lograr enormes ganancias. Pero, al mismo tiempo, también pueden provocar cuantiosísimas pérdidas en cuestión de días.
En las estrategias de inversión arriesgadas también hay quien opta por acciones de empresas que se encuentren en un momento de especial volatilidad, por ejemplo, porque su valor haya crecido de forma desmesurada y se esté enfrentando a un periodo de correcciones, en el que el temor u el optimismo de los inversores se va alternando rápidamente y provoca fuertes alteraciones de su precio.
Uno de los planes que se puede seguir en este caso es la estrategia de inversión en tendencia, que busca aprovecharse precisamente de los cambios de valor que experimentan activos que han ganado popularidad para conseguir beneficios. El ejemplo más claro de esta estrategia lo tenemos en las criptomonedas, cuya notoriedad alcanzó durante el año 2020 unos niveles estratosféricos e hizo que muchos usuarios operasen con ellas. Este plan también se puede utilizar más a largo plazo con instrumentos más estables pero que se hallen en un ciclo económico con altibajos.
Una estrategia similar, pero con una dinámica diferente, es la estrategia de inversión en momentum. En este caso la clave también es la popularidad, pero de empresas, activos o sectores que estén ganando una gran notoriedad, experimenten un aumento de las negociaciones y empiecen a dar síntomas de volatilidad, pero cuyos valores todavía no hayan roto su rango de precios tradicional. Aquí la idea es invertir cuando su cotización está a punto de dispararse, o en el inicio de la escalada, y el riesgo es evidente: tal vez las expectativas que han generado esa popularidad no se cumplen y su valor no sólo no sube, sino que puede bajar abruptamente.
La información contenida en este artículo es de carácter informativo y no constituye una recomendación de inversión ni asesoramiento financiero. Toda inversión conlleva riesgos, incluida la pérdida total del capital. Antes de tomar decisiones financieras, se recomienda consultar con un asesor autorizado.