Generar ingresos pasivos es algo a lo que aspiran a muchas personas tanto para complementar su sueldo o los ingresos de su negocio como una forma de protegerse contra posibles contratiempos como la pérdida del empleo o una mala racha en la empresa propia, puesto que de esta forma seguirá entrando dinero en su cuenta corriente a pesar de todo.
Una de las opciones más populares para conseguir ingresos pasivos son los productos de renta fija como las cuentas remuneradas, las cuentas de ahorro o los depósitos a plazo fijo. Instrumentos que dan intereses por el mero hecho de que el usuario ingresen su dinero en ellos. Su principal ventaja es su seguridad, porque tanto los fondos propios del titular como los beneficios están garantizados, pero también tienen un importante condicionante: su rentabilidad es más bien corta, y rara vez supera el 3,5% anual.
Una alternativa a la renta fija para generar ingresos pasivos recurrentes son los productos de renta variable como las acciones o los ETF, menos seguros pero con mejores perspectivas de rentabilidad, pues en estos casos es posible optar hasta un 15% de beneficios anuales a través de dividendos. Sin embargo, aquí el usuario debe tener en cuenta que esas ganancias no están garantizadas en ningún caso y que incluso podría perder parte de sus ahorros.
A continuación te explicamos las principales características de la renta variable, cómo configurar una cartera para conseguir ingresos pasivos a través de dividendos de acciones y ETF o cómo reducir los riesgos de esta estrategia, entre otros aspectos.
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Las acciones son activos de inversión de lo más interesantes porque no sólo permiten a sus propietarios ganar dinero especulando, también les dan derecho a recibir parte de los beneficios de la compañía a la que pertenecen a través de los dividendos. En función de la organización de la que se trate, la cantidad que se reparte es más o menos abundante, y su periodicidad es más o menos frecuente: mensual, trimestral, semestral o anual.
Estas dos variables, cantidad de dividendos repartida y frecuencia, son las que el usuario debe revisar si quiere recibir ingresos pasivos de forma recurrente todos los meses por esta vía. En primer lugar, hay que tener en cuenta que no todas las empresas entregan beneficios a sus accionistas, algunas los reinvierten para seguir creciendo. En estos casos el atractivo para los inversores radica en que el aumento potencial del precio de los títulos es ligeramente mayor que el de las compañías que entregan dividendos, por lo que son una buena opción tanto para especular a corto plazo como para ahorrar a largo plazo. Pero no servirán a quienes quieran generar ingresos pasivos recurrentes.
Por lo tanto, si el usuario quiere generar ingresos pasivos recurrentes lo primero que debe hacer es buscar empresas que entreguen dividendos. Aquí hay que tener una segunda consideración importante: los dividendos que ofrecen algunas compañías son bastante bajos, por lo que se necesitará comprar una gran cantidad de títulos para obtener unos beneficios interesantes. Hay organizaciones que entregan menos del 1% anual del valor de adquisición de sus participaciones. Para que los ingresos pasivos generados sean realmente significativos sin invertir grandes grandes cantidades de dinero, lo ideal es que ese porcentaje supere, al menos, el 4% anual, puesto que en el caso contrario hay productos de renta fija que ofrecen intereses por cifras similares que tienen la ventaja añadida de que son mucho más seguros que la renta variable.
Una vez se han encontrado empresas con unos buenos dividendos, el siguiente paso es comprobar la periodicidad con los que los pagan. La mayoría de las compañías los entregan de forma anual o semestral, por lo que por sí solos no sirven para el pretendido objetivo de generar ingresos pasivos recurrentes todos los meses. También hay un número importante de organizaciones que paga dividendos de forma trimestral, y unas pocas, las menos, de forma mensual.
Lo relevante de todo esto para el usuario es que, aunque las empresas paguen sus dividendos de forma semestral o trimestral, los entregan en fechas diferentes en función de los calendarios particulares de la propia compañía. De este modo, hay pagos de dividendos de diferentes organizaciones todos los meses del año, sin excepción, de tal manera que el interesado, si lo desea, puede configurar una cartera de títulos en la que cada mes al menos una empresa le entregue beneficios.
Por otro lado, el usuario también puede optar por la opción más sencilla de comprar acciones de empresas que entreguen dividendos todos los meses. De esta forma, tendrá que investigar menos y todo el proceso será mucho más cómodo, pero esta estrategia tiene un inconveniente importante: el alto riesgo que supone la falta de diversificación al apostar por los títulos de una sola compañía, o de varias organizaciones del mismo sector, porque las que entregan beneficios mensualmente suelen ser inmobiliarias o financieras.
En este punto es preciso subrayar que optar por una estrategia de renta variable es siempre arriesgado, porque el precio de las acciones puede caer y los dividendos se pueden reducir respecto a pagos anteriores si la compañía no obtiene buenos resultados económicos. Pero esos riesgos se pueden reducir considerablemente con la diversificación, al igual que ocurre cuando el inversor compra acciones u otros activos para especular. Porque la reducción de la cantidad pagada por unas empresas se puede compensar con el posible aumento de otras. No poner todos los huevos en la misma cesta siempre es una buenísima idea cuando trabajamos con activos financieros, sea cual sea la estrategia seguida.
Por lo tanto, lo recomendable es seguir la primera de las estrategias o combinar ambas, de tal manera que la cartera esté configurada por acciones de algunas empresas que entregan dividendos mensualmente y otras que los pagan de forma trimestral o semestral.
Si se quiere profundizar en esa diversificación, también puede ser buena idea comprar participaciones en ETF que repartan dividendos entre sus participantes. Muchos ETF, siglas de exchange-traded funds, en español fondos de inversión cotizados, están formados por títulos de empresas que entregan beneficios a sus accionistas, pero en la mayoría de los casos los responsables de los ETF lo que hacen es reinvertir ese dinero para que el valor del fondo se siga incrementando.
Los ETF que reparten dividendos se denominan "de distribución", mientras que aquellos que reinvierten los beneficios se llaman "de acumulación". La periodicidad del reparto de esos beneficios depende de cada fondo de inversión cotizado: los pueden distribuir lo más pronto posible tras recibirlos de la empresa que los haya entregado, o hacer pagos mensuales, trimestrales o anuales.
Una de las ventajas de la renta variable es que permite comenzar a generar ingresos pasivos con muy poco capital inicial. En la actualidad existen plataformas de compraventa de activos, conocidas como brókers, que permiten comprar fracciones de cualquier acción o ETF que tengan disponible, por lo que aunque no se disponga de fondos suficientes para comprar un sólo título, se puede empezar a crear una cartera con esas fracciones que dan derecho a percibir la parte proporcional que les corresponda de los dividendos entregados por la empresa.
Asimismo, hay compañías con acciones bastante económicas, de menos de 10 euros, que reparten dividendos trimestrales o semestrales. Es cierto que esos pagos suelen ser de céntimos, pero si se busca una empresa con un buen reparto de beneficios es posible empezar a ingresar todos los trimestres uno o dos euros con una inversión de alrededor de 100 euros.
Para conseguir ingresos pasivos significativos y mensuales sí es necesario disponer de más capital. La cifra varía mucho en función de las acciones o los ETF escogidos, pero en general será necesario invertir más de 5.000 euros para poder empezar a recibir mensualmente cantidades significativas, y más de 30.000 si se desea que sean elevadas. Fondos de los que no todos disponen, o que no todos están dispuestos a arriesgar en unos productos cuyo precio puede fluctuar y hacerles perder capital.
Entonces, ¿esta estrategia para conseguir ingresos pasivos no es para todo el mundo? Pues depende. Si el usuario está pensando en lograr esos beneficios recurrentes y altos a corto plazo, necesitará grandes cantidades de dinero para configurar una cartera que le reporte una rentabilidad mensual interesante, con una inversión de entre 5.000 y 30.000 euros sólo para empezar, por lo que en este caso no es un plan para todos los bolsillos.
Pero si lo que está buscando es crear una estrategia a largo plazo, los fondos iniciales necesarios son mucho más bajos y se puede comenzar desde sólo 50 o 100 euros. Eso sí, en este último caso lo ideal es que el interesado dedique todos los meses una cantidad que parta de esos 50 o 100 euros para ir engordando su cartera de activos, y que reinvierta todos los beneficios que vaya obteniendo en la compra de nuevos instrumentos. De esta forma, puede comenzar a recibir pequeñísimos ingresos pasivos a corto plazo que, poco a poco, irán creciendo hasta alcanzar cifras significativas en el futuro.
La respuesta esta pregunta vuelve a ser un gran depende: depende de los objetivos del usuario, de su tolerancia al riesgo, de los fondos de que disponga, de los conocimientos que tenga sobre los mercados financieros, del tiempo que quiera dedicarle, etc.
Los productos de renta fija como las cuentas remuneradas, las cuentas de ahorro o los depósitos a plazo fijo son muy sencillos de manejar y de entender, por lo que cualquier usuario con muy pocos conocimientos financieros puede beneficiarse de ellos con criterio con tan sólo informarse bien. Asimismo, el capital propio que el interesado destine a estos instrumentos y su rentabilidad están garantizados. Por contra, la rentabilidad que ofrecen es limitada, rara vez superan el 4% anual, lo que implica que se necesita tener un capital inicial importante para conseguir ingresos pasivos mensuales significativos.
Los productos de renta variable, en cambio, son más complejos y exigen bastante más al usuario: debe tener conocimientos sobre los mercados de inversión y los activos que se van a adquirir, y es preciso dedicar tiempo a investigar cuáles interesa comprar para configurar una cartera diversificada que dé beneficios todos los meses. Asimismo, en este caso no están asegurados ni los ahorros ni la rentabilidad, por lo que el usuario no sólo no sabe a ciencia cierta cuánto ganará a largo plazo, sino que, además, puede perder dinero.
La renta variable, por tanto, será más recomendable para aquellas personas que tengan algunos conocimientos del funcionamiento de los mercados de inversión, no les importe arriesgar su dinero para tener perspectivas de obtener ingresos más altos y dispongan de algo de tiempo libre para investigar y encontrar aquellos activos que más le convienen.
Por último, hay que tener en cuenta que ambas estrategias para generar ingresos pasivos, la de renta variable y la de renta fija, no son excluyentes y se pueden combinar. De hecho, son muchos los usuarios que lo hacen para diversificar aún más y reducir riesgos. El problema, claro está, es que es necesario tener bastantes fondos disponibles para destinar dinero a ambas.
La información contenida en este artículo es de carácter informativo y no constituye una recomendación de inversión ni asesoramiento financiero. Toda inversión conlleva riesgos, incluida la pérdida total del capital. Antes de tomar decisiones financieras, se recomienda consultar con un asesor autorizado.