La selección española ha quedado encuadrada en el grupo B junto a Portugal, Irán y Marruecos en el sorteo del Mundial de Rusia 2018. El equipo de Julen Lopetegui esquiva a Brasil y Argentina, aunque jugará contra la siempre difícil escuadra que lidera Cristiano Ronaldo y vigente campeona de la Eurocopa.
Los trámites, detestables e irremediables marrones a los que el ser humano se expone de cuando en cuando para ver sometida su existencia a la del inmenso cuerpo burocrático de un Estado, en el fútbol a veces son reparadores y beneficiosos. De ello dan fe el Atlético de Madrid, que empieza a despegar, y Fernando Torres, que se desvirgó en su nuevo hogar para llevar a los suyos ante el Elche (3-0) hacia los octavos de final de Copa del Rey.
Y al noveno partido, Antoine Griezmann despertó. Fue un estallido, una liberación. Una semichilena furiosa, cargada de frustración acumulada que derribó a la Roma (2-0) y que da una bola más al Atlético de Madrid en la Champions. Sigue necesitando un milagro para estar en octavos, un tropiezo de los italianos ante un Qarabag que no pudo con el Chelsea y una victoria difícil en Stamford Bridge, pero para optar al imposible era imprescindible seguir con vida. Y los de Simeone todavía respiran.
El significado de pesadilla cobró una nueva dimensión en el Wanda Metropolitano. El Atlético de Madrid se estrelló (1-1) por segunda vez consecutiva contra el Qarabag, lo que nadie esperaba, y tiene prácticamente imposibles los octavos de final de la Champions League. Para ello, los de Simeone no necesitan solo un milagro (que Chelsea o Roma no ganen a los azeríes, tras el 3-0 de los romanos a los londinenses), sino dos, especialmente recuperar a una escuadra abocada a un cataclismo anímico y deportivo para poder asumir la tarea de ganar, porque no le vale otra cosa, a sus dos rivales directos en los partidos que le restan. Lo segundo parece incluso más complicado que lo primero.
En un formato de Copa del Rey digno, el Elche-Atlético de Madrid (1-1) habría acabado, como mínimo, con un susto enorme para los rojiblancos. Con un delantero a la altura, los de Simeone habrían pasado de ronda sin problema alguno. Pero, como no se dieron ninguno de estos dos supuestos, lo único sobre la mesa tras la disputa de la ida de dieciseisavos del torneo del K.O. es una eliminatoria a decidir en la vuelta (en un mes) y un equipo, el madrileño, demasiado habituado a meterse en berenjenales.
El Atlético de Madrid llegó a Bakú teniendo un problema, y tras 90 minutos ante el Qarabag, salío de la capital azerí inmerso en una pesadilla. Los de Simeone no fueron capaces de estar a la altura en un duelo asequible, contra un rival netamente inferior e hipotecan su futuro en la Champions League a dos victorias (o una victoria y un empate) del Chelsea a la Roma en el grupo C. Cualquier otra combinación complica aún más a los colchoneros, que a día 18 de octubre están más fuera que dentro de los octavos de final de la máxima competición de clubes.
Otra vez el fatídico minuto 93. En el estreno del Wanda Metropolitano en Champions League, Michy Batshuayi fue el justo verdugo del Atlético de Madrid, el actor secundario que llegó en el momento justo para poner el broche a una grandísima puesta en escena del Chelsea, líder indiscutible del grupo C de la Champions, competición en la que el equipo rojiblanco se ha metido en un buen lío. La victoria de la Roma en Qarabg le obliga a ganar sus dos duelos con los azeríes, a derrotar a los italianos y a esperar un favor de los londinenses en su duelo con los romanos. La situación no es, desde luego, favorable.
Una de las innumerables mejoras en la calidad de vida de los aficionados del Atlético de Madrid desde que llegó el 'Cholo' Simeone al banquillo es que el club rojiblanco (incluso vistiendo la infame tercera camiseta) ha hecho de San Mamés un terreno agradable, lo más parecido a tener una salón a 400 kilómetros del hogar. El mayor exponente de este bienestar es Antoine Griezmann, que tras mostrar brotes verdes con su gol ante el Málaga, regresó a su mejor nivel ante el Athletic, que solo aguantó una mitad (1-2 final) a un equipo que, cuando quiere, juega de memoria.
Roma bien puede ser una ciudad para los suspiros, pero no para los que profirió el Atlético de Madrid en el Olímpico, que tuvieron mucho de desesperación y nada de placer. En el debut en la Champions 17/18, el equipo rojiblanco se fue con un empate agridulce que le da la bienvenida a esta competición que le da y le quita la vida y que ya le ha advertido: sin puntería no se va a ningún lado. Poco importa el juego, si los francotiradores fallan constantemente el tiro de gracia.
Pasó lo que tenía que pasar. El Real Madrid acompañará a la Juventus en la final de la Champions League...pero por unos momentos la sombra de la duda apareció por el Vicente Calderón. El Atlético de Madrid lo intentó, consiguió la victoria y llegó a tener sus opciones de clasificación, aunque la realidad de un partido volcánico se impuso como la más insensible de las lógicas: el 2-1 de la vuelta de semifinales clasifica a los de Zinedine Zidane, que se las verán con el durísimo hueso de la Juventus en la final de Cardiff.