Hay veranos que invitan a desconectar, pero ninguno permite bajar la guardia. Quien lleva tiempo en el mercado lo sabe: cuando el calor aprieta, también lo hace la volatilidad. No son pocas las correcciones de calado que han arrancado en plena estación estival, cuando las carteras se relajan y los gráficos no perdonan. Ahí quedan agosto de 1990, con la invasión de Kuwait y un Dow Jones que cedió más de un veinte por ciento en apenas dos meses; agosto de 1998, con la crisis rusa y el colapso del hedge fund estadounidense LTCM; agosto de 2007, preludio de la Gran Recesión; agosto de 2011, con la rebaja de la deuda estadounidense y la crisis europea; agosto de 2015, el célebre shock chino; y, sin ir más lejos, los agostos de 2023 y 2024, donde sendos sustos de doble dígito recordaron que en los meses de calor nunca conviene quitarse el chaleco salvavidas.