El Banco Popular de China (PBoC) se acerca a una fase peligrosamente parecida a la que atravesaron algunos bancos centrales de Occidente en los últimos años. Su ralentización económica es cada vez más preocupante, pero las herramientas habituales para evitar su caída no están funcionando como se esperaba y le quedan pocas opciones que activar para dinamizar la economía.
