Editorial
Desde hace unas semanas, en nombre, sobre todo, de la lucha contra el despilfarro del dinero público, la Alta Velocidad ferroviaria se ha convertido en el enemigo que hay que batir en determinados círculos políticos. Todas las opiniones en contra del AVE parten de supuestos que ponen en cuestión su rentabilidad y la sostenibilidad futura de la red española.