Contar con un rostro conocido para publicitar una actividad comercial es una práctica habitual en el mundo empresarial. Cuanto más reconocido sea el personaje y más simpatía despierte entre el público, mayor penetración cosechará entre el público. Y en ese sentido, pocas caras son mejores que las de un futbolista. Esta regla la aplicó en su máximo esplendor Omegapro, compañía bajo la cual se ha perpetrado una de las mayores estafas piramidales de la historia.
