Ginebra no es la capital de la relojería por azar, es el fruto de más de 400 años de una historia forjada por la necesidad y el ingenio. Todo comenzó en el siglo XVI cuando Calvino llevó al extremo su Reforma protestante prohibiendo, en su ciudad natal, el uso de joyas y la ostentación de la riqueza. Una medida estricta que impulsó a los joyeros locales a buscar una nueva forma de expresión y un nuevo medio para ganarse la vida. Lo hallaron en la relojería.